EMILY DICKINSONEstados Unidos, 1834 |
410
La primera noche de aquel día había llegado -
y agradecida de que algo
tan terrible - fuera tolerado
pedí a mi alma que cantara -
dijo que sus cuerdas estaban rotas -
su arco - en átomos destrozado -
y entonces para componerlo - me dio trabajo
hasta la otra mañana -
y luego - un día tan enorme
como repetidos ayeres,
desplegó su horror en mi cara -
hasta enceguecer mis ojos
mi cerebro -se echó a reír -
y a balbucear - como un idiota -
y aunque pasaron años - desde aquel día -
la risita perdura -
y algo extraño - dentro -
de la persona que yo era -
y ésta - que no siente lo mismo -
¿podrá ser locura?
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