Ha llegado la hora de la victoria del poeta, y es por eso que os llamo a la interpretación. Y la interpretación, os recuerdo, es algo que pasa sin pasar del todo, es algo que sabe sin ser sabido. Una herida sin solución de continuidad.
Algo que, siempre por venir, ya
habrá pasado. Como el amor, como los grandes acontecimientos, que siempre nos
cogen de sorpresa y cuando se dejan conocer ya son otra cosa.
Y que ha llegado la hora de la
victoria del poeta no quiere decir siquiera que ha llegado la hora de nuestra
victoria o de la mía propia. Ya que el poeta habrá de someterse al lenguaje
hasta el límite de desintegrarse
entre las palabras, literalmente,
dejar de ser, para que la poesía pueda articular una vida todavía no vivida por
nadie, ni siquiera por el poeta en su desaparición.
Y que haya llegado la hora de la
victoria del poeta quiere decir, directamente, que la victoria ha de ser toda
de la poesía, esto no quiere decir exactamente que ahora la poesía habrá de
venir a decirnos cómo tendríamos que vivir.
Ella nada sabe de la vida. No ama,
ni recuerda. Es todo porvenir.
Es una puta francesa de Marsella
del treinta. Ama el oro por el brillo más que por su valor. Loca
permanentemente, siempre quiere más y nunca sabe lo que quiere, después,
alguien la besa, alguien la marca, alguien la termina matando. Pero Ella no
muere, reaparece en cada esquina, en cada boca, en cada música que ya no
podamos olvidar, ella estará presente. Y volverá a hacer la misma caída de ojos
y luego amará el brillo del oro hasta agotarlo y, una vez agotado el oro, ella
se pondrá sobre la piel, noches, hombres, melodías y así puede volver a morir
mil veces, pero lo que nunca pierde es el brillo de su mirada, porque su mirada
es la mirada de todas las cosas.
Pero eso, tampoco quiere decir que
nosotros no tengamos que tener nuestra propia mirada. Y debemos intentar cierta
independencia a riesgo de no ser sino ella misma en su repetición de novedades.
Ha llegado la hora de la victoria
del poeta, también, quiere decir que la muerte ha tocado toda palabra, todo
goce, todo porvenir. Y es, precisamente, por eso, que os invito a la
interpretación.
Y no será que el agua será el agua
pura de un blanco manantial ilusorio. Habrá concreto entre nosotros, porque
interpretación para la poesía y, entonces, porqué no para nosotros, es
materializar las subjetividades.
Materializar como social toda
carne. Materializar como histórico, todo deseo.
Y está claro que si bien la
Poesía, también, es un trozo proveniente del lenguaje, casi como nosotros, la
poesía nace con tal poder de aniquilación de aquello que la genera, que en su
acontecimiento el lenguaje, campo aparente de su posibilidad de ser, queda desaparecido
y en tal magnitud, que Ella misma, termina siendo lo que de él perdura.
Interpretación o muerte, no sólo
habrá sido un aullido desgarrador de nuestra juventud, sino, entre otros
sentidos que ya alguien interpretará, una manera moderna de plantear el vel de
la alienación.
Modernizando el problema, si elijo
la muerte me quedo sin siquiera la muerte, ya que la muerte para el hombre no
se puede hacer sino sólo interpretar. Si elijo la interpretación, también habrá
muerte, porque qué otra cosa que una puntuación desafortunada, es la
interpretación.
Y si hay falla, si algo se ha
perdido, si alguien carece, si habrá nunca sido que sin embargo... es el deseo
el que ha rasgado el ser del hombre. Si todo está perdido es la poesía la que
habla, nutriéndose de lo que Ella, aun, como mujer, nunca será.
MIGUEL OSCAR MENASSA
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