1
Yo te arrojé de mi cuerpo, yo, con un carbón ardiendo.
- Vete.
Madrugada. La luz, muerta en las esquinas y en las casas. Los hombres y las mujeres ya no estaban.
- Vete.
Quedó mi cuerpo vacío, negro saco, a la ventana.
Se fue.
Se fue, doblando las calles. Mi cuerpo anduvo, sin nadie.
2
Que cuatro sombras malas te sacaron en hombros, muerta.
De mi corazón, muerta, perforando tus ojos largas púas de encono y olvido.
De olvido, sin posible retorno. Muerta.
Y entraste tú de pie, bella. Entraste tú, y ahora, por los cielos peores, tendida, fea, sola.
Tú.
Sola entre cuatro sombras. Muerta.
3
¿Quién sacude en mi almohada reinados de yel y sangre, cielos de azufre, mares de vinagre?
¿Qué voz difunta los manda? Contra mí, mundos enteros, contra mí, dormido, maniatado, indefenso.
Nieblas de a pie y a caballo, nieblas regidas por humos que yo conozco en mí enterrados, van a borrarme.
Y se derrumban las torres, las empinadas centinelas de mi sueño.
Y el viento, la tierra, la noche.
4
Tú. Yo. (Luna). Al estanque. Brazos verdes y sombras te apretaban el talle.
Recuerdo. No recuerdo. ¡Ah, sí! Pasaba un traje deshabitado, hueco, cal muerta, entre los árboles.
Yo seguía… Dos voces me dijeron que a nadie.
5
Dándose contra los quicios, contra los árboles.
La luz no le ve, ni el viento, ni los cristales. Ya, ni los cristales.
No conoce las ciudades. No las recuerda. Va muerto. Muerto, de pie, por las calles.
No le preguntéis. ¡Prendedle! No, dejadle.
Sin ojos, sin voz, sin sombra. Ya, sin sombra. Invisible para el mundo, para nadie.
6
I
Llevaba una ciudad dentro. La perdió. Le perdieron.
Solo, en el filo del mundo, clavado ya, de yeso. No es un hombre, es un boquete de humedad, negro, por el que no se ve nada.
Grito. ¡Nada!
Un boquete, sin eco.
|
7
II
Llevaba una ciudad dentro. Y la perdió sin combate. Y le perdieron.
Sombras vienen a llorarla, a llorarle.
-Tú, caída, tú, derribada, tú; la mejor de las ciudades.
Y tú, muerto, tú, una cueva, un pozo tú, seco.
Te dormiste. Y ángeles turbios, coléricos, la carbonizaron. Te carbonizaron tu sueño.
Y ángeles turbios, coléricos, carbonizaron tu alma, tu cuerpo.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario