domingo, 29 de marzo de 2009

"Cumplir 62 años" de Miguel Oscar Menassa. Las 2001 Noches nº 56

CUMPLIR 62 AÑOS

Desde mi ciudad natal
hoy recibí una carta
donde me decían que
al cumplir 62 años
provocaría grandes inundaciones
en América y en el resto del mundo.
Que no me preocupara, me decían,
que no eres tú, son tus 62 años.

Es la encarnación pura del diluvio,
de una vieja leyenda y de tu canto,
ha de ocurrir, exactamente, a los 62 años
cuando el poeta se rompa en la tormenta.

En verdad no hice caso de la carta
aunque me di cuenta
que las inundaciones asolaban el mundo.
En la inteligente y sabia Europa
los ciudadanos se morían
tragados por el agua
como en un país pobre donde el agua
se espera todo el tiempo,
al borde de la muerte por su falta
y cuando viene el agua
borra todos los límites y ya,
sin que nadie pueda detener el agua
reina la muerte por doquier.

Ni Rusia poderosa
ni China comunista
con su millón de voluntarios
pudieron detener
el influjo maligno del agua
al cumplir 62 años.

También, debo decirlo,
sintieron el látigo del agua,
los implantadores de un vivir
que nadie habrá de soportar,
sin desorden, sin niebla,
sin esos altibajos del dolor y la risa,
sin el oscuro sexo de las altas pasiones
sin ese amor imposible y grandioso,
del poema que habremos de escribir,
tal vez, más adelante.
Esos estados unidos modernos del terror
esos hombres repletos del poder de las armas
irían a morir ahogados, propiamente, en sus llantos.
Y es a los 62 años que me dispongo,
con un talante generoso, a festejar
vivir en un mundo donde nadie sabe,
si debe o si regala, si ama o si desea
si obligado a vivir o interesado
si valiente o inquieto o cobarde sin fe.

Y si no quiero hablar del hombre
como se debería,
es porque el hombre lo fue todo
y nada le gustó.

Ni serpiente ni árbol,
ni ciego ni profeta,
ni furtivo alcahuete
ni hombre de la ley.
No quiso nunca
ser obrero o patrón
y nunca tuvo fábrica
y nada se cosechaba en él.
Y cuando a pesar suyo
de su vigilancia,
alguna uva crecía en el desierto,
sin pronunciar palabra, se la bebía.

Era imposible vivir en ese mundo,
todo el mundo moría
y el que no moría, esperaba morir.
Era imposible amar en ese mundo
o tener ilusiones y, sin embargo,
al cumplir los 62 años
quiero confesarme adicto
al cruel vivir.

Me pasa que, todo lo que hago
lo que amo, vocifero o trabajo
es sólo para seguir viviendo y
cual drogadicto aferrado a su presa
estoy dispuesto a todo por vivir.
Y vendrán cataclismos y ciclones
inundaciones y guerras por doquier
y yo, sentado, escribiendo mis versos,
haciendo del cataclismo mi guarida,
del ciclón mi aliento y de la pólvora
mi inseparable compañera.

Vendrán, desesperados,
los muertos reclamando
el derecho a estar muertos.
Vendrán alas del tiempo
a volar en nosotros
el adiós de la vida
mas mi droga,
el deseo de vivir contra todo,
sentará en sus rodillas
a los muertos
y en la mesa a comer,
tranquilamente,
las alas del adiós.

viernes, 27 de marzo de 2009

"Discurso de Eva" de Carilda Oliver Labra. Las 2001 Noches nº 4

DISCURSO DE EVA

Hoy te saludo brutalmente:
con un golpe de tos
o una patada.
¿Dónde te metes,
a dónde huyes con tu caja loca
de corazones,
con el reguero de pólvora que tienes?
¿Dónde vives:
en la fosa en que caen todos los sueños
o en esa telaraña donde cuelgan
los huérfanos de padre?

Te extraño.
¿sabes?
como a mí misma
o a los milagros que no pasan.
Te extraño,
¿sabes?
Quisiera persuadirte no sé de qué alegría,
de qué cosa imprudente.

¿Cuándo vas a venir?
Tengo una prisa por jugar a nada,
por decirte: «mi vida»
y que los truenos nos humillen
y las naranjas palidezcan en tu mano.
Tengo unas ganas de mirarte al fondo
y hallar velos
y humo,
que, al fin, perece en llama.

De verdad que te quiero,
pero inocentemente,
como la bruja clara donde pienso.
De verdad que no te quiero,
pero inocentemente,
como el ángel embaucado que soy.
Te quiero,
no te quiero.
Sortearemos estas palabras
y una que triunfe será la mentirosa.

Amor...
(¿Qué digo? estoy equivocada,
aquí quise poner que ya te odio.)
¿Por qué no vienes?
¿Cómo es posible
que me dejes pasar sin compromiso con el fuego?
¿Cómo es posible que seas austral
y paranoico
y renuncies a mí?

Estarás leyendo los periódicos
o cruzando
por la muerte
y la vida. Estarás con tus problemas de acústica y de ingle,
inerte,
desgraciado,
entreteniéndote en una aspiración del luto.
y yo que te deshielo,
que te insulto,
que te traigo un jacinto desplomado;
yo que te apruebo la melancolía;
yo que te convoco


a las sales del cielo,
yo que te zurzo:
¿qué?
¿Cuándo vas a mátame a salivazos,
héroe?
¿Cuándo vas a molerme otra vez bajo la lluvia?
¿Cuándo?
¿Cuándo vas a Ilámame pajarito
y puta?
¿Cuándo vas a maldecirme?
¿Cuándo?
Mira que pasa el tiempo,
el tiempo,
el tiempo,
y ya no se me aparecen ni los duendes,
y ya no entiendo los paraguas,
y cada vez soy más sincera,
augusta...
Si te demoras,
si se te hace un nudo y no me encuentras,
vas a quedarte ciego;
si no vuelves ahora: infame, imbécil, torpe, idiota,
voy a llamarme nunca.

Ayer soñé que mientras nos besábamos
había sonado un tiro
y que ninguno de los dos soltamos la esperanza.
Este es. un amor
de nadie;
lo encontramos perdido,
náufrago,
en la calle,
Entre tú y yo lo recogimos para ampararlo.
Por eso, cuando nos mordemos,
de noche,
tengo como un miedo de madre a quien dejaste sola.
Pero no importa,
bésame,
otra vez y otra vez
para encontrarme.
Ajústate a mi cintura,
vuelve;
sé mi animal,
muéveme.
Destilaré la vida que me sobra,
los niños condenados.
Dormiremos como homicidas que se salvan
atados por una flor incomparable.
Ya la mañana siguiente cuando cante el gallo
seremos la naturaleza
y me pareceré a tus hijos en la cama.

Vuelve, vuelve.
Atraviésame a rayos.
Hazme otra vez una llave turca.
Pondremos el tocadiscos para siempre.
Ven con tu nuca de infiel,
con tu pedrada.
Júrame que no estoy muerta.
Te prometo, amor mío, la manzana.

CARILDA OLIVER LABRA

lunes, 23 de marzo de 2009

"La que camina" de Gabriela Mistral. Las 200 Noches nº 49

LA QUE CAMINA

Aquel mismo arenal, ella camina
siempre hasta cuando ya duermen los otros;
y aunque para dormir caiga por tierra
ese mismo arenal sueña y camina.
La misma ruta, la que lleva al Este
es la que toma aunque la llama el Norte,
y aunque la luz del sol le da diez rutas
y se las sabe, camina la Única.
Al pie del mismo espino se detiene
y con el ademán mismo lo toma
y lo sujeta porque es su destino.

La misma arruga de la tierra ardiente
la conduce, la abrasa y la obedece
y cuando cae de soles rendida
la vuelve a alzar para seguir con ella.
Sea que ella la viva o que la muera
en el ciego arenal que todo pierde,
de cuanto tuvo dado por la suerte
esa sola palabra ha recogido
y de ella vive y de la misma muere.

Igual palabra, igual, es la que dice
y es todo lo que tuvo y lo que lleva
y por su sola sílaba de fuego
ella puede vivir hasta que quiera.
Otras palabras aprender no quiso
y la que lleva es su propio sustento
a más sola que va más la repite,
pero no se la entienden sus caminos.

¿Cómo, si es tan pequeña, la alimenta?
¿Y cómo, si es tan breve, la sostiene,
y cómo, si es la misma, no la rinde,
y adonde va con ella hasta la muerte?
No le den soledad porque la mude,
ni palabra le den, que no responde.
Ninguna más le dieron, en naciendo,
y como es su gemela no la deja.

¿Por qué la madre no le dio sino ésta?
¿Y por qué cuando queda silenciosa
muda no está, que sigue balbuceándola?
Se va quedando sola como un árbol
o como arroyo de nadie sabido
así marchando entre un fin y un comienzo
y como sin edad o como en sueño.
Aquellos que la amaron no la encuentran,
el que la vio se la cuenta por fábula
y su lengua olvidó todos los nombres
y sólo en su oración dice el del Único.

Yo que la cuento ignoro su camino
y su semblante de soles quemado,
no sé si la sombrean pino o cedro
ni en qué lengua ella mienta a los extraños.
Tanto quiso olvidar que ya ha olvidado.
Tanto quiso mudar que ya no es ella,
tantos bosques y ríos se ha cruzado
que al mar la llevan ya para perderla,
y cuando me la pienso, yo la tengo,
y le voy sin descanso recitando
la letanía de todos los nombres
que me aprendí, como ella vagabunda;
pero el Ángel oscuro nunca, nunca,
quiso que yo la cruce en los senderos.

Y tanto se la ignoran los caminos
que suelo comprender, con largo llanto,
que ya duerme del sueño fabuloso,
mar sin traición y monte sin repecho,
ni dicha, ni dolor, no más olvido.

domingo, 22 de marzo de 2009

Cazador furtivo de Juan Jacobo Bajarlía. Las 2001 Noches nº 7

CAZADOR FURTIVO

a Ernesto Monteavaro

1

Llevabas el ojo que arrojabas a distancia
un ojo que daba sed a las almas
y encendía de luz la desnudez,
un ojo que convocaba las ideas y el olvido
y estallaba repentinamente de luz en el asombro.
Alguien dijo que era tu cámara encendida,
el arma invisible
con la que disparabas el candid shot
para robar las almas en busca de otros cielos
o acaso de ciénagas ocultas detrás de una sonrisa.
Alguien dijo que eras el fotógrafo del Diablo,
con un ojo movible que llevabas en la mano
y un áspid que mordía la noche
cuando el vino empañaba las miradas.
Que te llamabas Ernesto Monteavaro
y que humedecías de ansiedad la calle Corrientes
como otrora lo hizo tu bohemio antepasado.
Que tu máquina era un pretexto
para graficar las almas a robar
y llevarlas a la eternidad del Infierno
donde los que fueron lloraron su desnudez

2

Ladrón de almas,
coleccionaste la tristeza de unas manos ciegas

y el aire de una sonrisa
que se repartía
entre el gozo y el dolor del nunca más,
la efigie de los habitantes del futuro.
Cazador furtivo,
coleccionaste la vanidad y el orgullo
que se deslizaban
de duras líneas de rostros empapados,
la sonrisa y las intenciones
de oscuros o luminosos poetas que buscaban su propia imagen,
el monstruo que vive bajo el olvido
y el silencio que se hace proyectil en la mirada.

3

Pero detrás de esos disparos,
en el fondo de ojo de tu cámara,
corrido por estrías de sangre
que impregnaban el tiempo,
detrás de esos rígidos candids shots
que convocaban la vida y la creación,
detrás de esas luces que mordían el silencio,
detrás de ese ojo que hablaba en la ceguera,
el seno de tu máquina también ocultaba
el otro lado del abismo,
la carne lacerada
y los ojos sin lumbre arrojados al espacio.
Allí, detrás del ojo de tus ojos,
brillaban las lágrimas sin ojos de los desaparecidos,
las manos que se agitaban sin su cuerpo,
los cuerpos mutilados que volaban
en busca de sus ojos, las manos que llamaban los ojos ciegos
que el ojo de tu máquina enumeraba.

Cazador furtivo,

en el seno de tu cámara
siguen reverdeciendo la vida y la muerte.

viernes, 20 de marzo de 2009

El poeta canta por todos. I a III de Vicente Aleixandre

El POETA CANTA POR TODOS
I
Allí están todos, y tú los estás mirando pasar.
¡Ah, sí, allí, cómo quisieras mezclarte y reconocerte!

El furioso torbellino dentro del corazón te enloquece.
Masa frenética de dolor, salpicada
contra aquellas mudas paredes interiores de carne.
Y entonces en un último esfuerzo te decides. Sí, pasan.

Todos están pasando. Hay niños, mujeres. Hombres
serios. Luto cierto, miradas.
Y una masa sola, un único ser, reconcentradamente
desfila.
Y tú, con el corazón apretado, convulso de tu solitario
dolor, en un último esfuerzo te sumes.
Sí, al fin, ¡cómo te encuentras y hallas!
Allí serenamente en la ola te entregas. Quedamente
derivas.
Y vas acunadamente empujado, como mecido, ablandado.
Y oyes un rumor denso, como un cántico ensordecido.
Son miles de corazones que hacen un único corazón que te lleva.

II
Un único corazón que te lleva.
Abdica de tu propio dolor. Distiende tu propio e
contraído.
Un único corazón te recorre, un único latido sube a tus
ojos,
poderosamente invade tu cuerpo, levanta tu pecho, te hace
girar las manos cuando ahora avanzas.
Y si, te yergues, si un instante levantas la voz,
yo sé bien lo que cantas.
Eso que desde todos los oscuros cuerpos casi infinitos se
ha unido y relampagueado,
que a través de cuerpos y almas se liberta de pronto en
tu grito,
es la voz de los que te llevan, la voz verdadera y alzada
donde tú puedes escucharte, donde tú, con asombro, te
reconoces.
La voz que por tu garganta, desde todos los corazones
esparcidos,
se alza limpiamente en el aire.

III

Y para todos los oídos. Sí. Mírales cómo te oyen.
Se están escuchando a sí mismos. Están escuchando una
única voz que los canta.
Masa misma del canto, se mueven como una onda.
Y tú sumido, casi disuelto, como un nudo de su ser te
conoces.
Suena la voz que los lleva. Se acuesta corno un camino.
Todas las plantas están pisándola.
Están pisándola hermosamente, están grabándola con su
carne.
Y ella se despliega y ofrece, y toda la masa gravemente
desfila.
Como una montaña sube. Es la senda de los que marchan.
Y asciende hasta el pico claro. Y el sol se abre sobre las
frentes.
Y en la cumbre, con su grandeza, están todos ya cantando.
Y es tu voz la que les expresa. Tu voz colectiva y alzada.
Y un cielo de poderío, completamente existente,
hace ahora con majestad el eco entero del hombre.

lunes, 16 de marzo de 2009

"El fornicio" de Gonzalo Rojas. Las 2001 Noches nº 26

EL FORNICIO

Te besara en la punta de las pestañas y en los pezones,
te turbulentamente besara,
mi vergonzosa, en esos muslos
de individua blanca, tocara esos pies
para otro vuelo más aire que ese aire
felino de tu fragancia, te dijera española
mía, francesa mía, inglesa, ragazza,
nórdica boreal, espuma
de la diáspora del Génesis, ¿qué más
te dijera por dentro
griega,
mi egipcia, romana por el mármol?
¿fenicia,
cartaginesa, o loca, locamente andaluza
en el arco de morir
con todos los pétalos abiertos,
tensa
la cítara de Dios, en la danza
del fornicio?

Te oyera aullar,
te fuera mordiendo hasta las últimas
amapolas, mi posesa, te todavía
enloqueciera allí, en el frescor
ciego, te nadara
en la inmensidad
insaciable de la lascivia,
riera
frenético el frenesí con tus dientes, me
arrebatara el opio de tu piel hasta lo ebúrneo
de otra pureza, oyera cantar a las esferas
estallantes como Pitágoras,
te lamiera,
te olfateara como el león
a su leona
parara el sol
fálicamente mía
¡te amara!

sábado, 14 de marzo de 2009

Las estatuas de los dioses de Luis Cernuda. Las 2001 Noches Nº 57

LAS ESTATUAS DE LOS DIOSES

Hermosas y vencidas soñáis,
vueltos los ciegos ojos hacia el cielo,
mirando las remotas edades
de titánicos hombres,
cuyo amor os daba ligeras guirnaldas
y la olorosa llama se alzaba
hacia la luz divina, su hermana celeste.

Reflejo de vuestra verdad, las criaturas
adictas y libres como el agua iban;
aún no había mordido la brillante maldad
sus cuerpos llenos de majestad y gracia.
En vosotros crecían y vosotros existíais;
la vida no era un delirio sombrío.

La miseria y la muerte futuras,
no pensadas aún, en vuestras manos
bajo un inofensivo sueño adormecían
sus venenosas flores bellas,
y una y otra vez el mismo amor tornaba
al pecho de los hombres,
como ave fiel que vuelve al nido
cuando el día, entre las altas ramas,
con apacible risa va entornando los ojos.

Eran tiempos heroicos y frágiles,
deshechos con vuestro poder como un sueño feliz.
Hoy yacéis, mutiladas y oscuras,
entre los grises jardines de las ciudades,
piedra inútil que el soplo celeste no anima,
abandonadas de la súplica y la humana esperanza.

La lluvia con la luz resbalan
sobre tanta muerte memorable,
mientras desfilan a lo lejos muchedumbres
que antaño impíamente desertaron
vuestros marmóreos altares,
santificados en la memoria del poeta.

Tal vez su fe os devuelva el cielo.
Mas no juzguéis por el rayo, la guerra o la plaga
una triste humanidad decaída;
impasibles reinad en el divino espacio.
Distraiga con su gracia el copero solícito
la cólera de vuestro poder que despierta.

En tanto el poeta, en la noche otoñal,
bajo el blanco embeleso lunático,
mira las ramas que el verdor abandona
nevarse de luz beatamente,
y sueña con vuestro trono de oro
y vuestra faz cegadora,
lejos de los hombres,
allá en la altura impenetrable.

jueves, 12 de marzo de 2009

Poesía. "Bárbara" de Jacques Prévert. Publicado en Las 2001 Noches nº 48

BÁRBARA

Acuérdate Bárbara
Llovía sin cesar sobre Brest aquel día
Y caminabas sonriente
Abierta radiante empapada
Bajo la lluvia
Acuérdate Bárbara
Llovía sin cesar sobre Brest
Y me crucé contigo calle de Siam
Sonreías
Y yo sonreía también
Acuérdate Bárbara
Tú a quien no conocía
Tú que no me conocías
Acuérdate
Acuérdate sin embargo de aquel día
No olvides
Un hombre se cobijaba en un portal
Y gritó tu nombre
Bárbara
Y corriste a su encuentro bajo la lluvia
Empapada radiante abierta
Y te echaste en sus brazos
Acuérdate de eso Bárbara
Y no te enfades si te tuteo
Tuteo a todos los que amo
Aunque sólo les haya visto una vez
Tuteo a todos los que se aman
Aunque no les conozca
Acuérdate Bárbara
No te olvides
Esta lluvia quieta y feliz
Sobre tu rostro feliz
Sobre esta ciudad feliz
Esta lluvia sobre el mar
Sobre los astilleros
Sobre el barco de Ouessant
Oh Bárbara
Qué putada la guerra
Qué será de ti ahora
Bajo esa lluvia de hierro
De fuego de acero de sangre
Y aquel que te abrazaba
Amorosamente
¿Ha muerto? ¿Ha desaparecido? ¿O aún está vivo?
Oh Bárbara
Llueve sin cesar sobre Brest
Como llovía antes
Pero ya no es lo mismo y todo está estropeado
Es una lluvia de duelo terrible y desolada
No es ni siquiera la tormenta
De hierro de acero de sangre
Sencillamente nubes
Que revientan como perros
Perros que desaparecen
Con el agua sobre Brest
Y van a pudrirse lejos
Lejos muy lejos de Brest
De la cual no queda nada.


JACQUES PRÉVERT
Francia-1900

miércoles, 11 de marzo de 2009

Poesía. "El poeta ciego" de Juan-Jacobo Bajarlía. Publicado en Las 2001 Noches nº 7

El POETA CIEGO

a Jorge Luis Borges
La onda extendía su designio entre el deseo y la piedra
y golpeaba el tiempo en que se deslizaba la profecía:
los recuerdos inscribían tu retrato que caía de los años
y Guillermo Tell horadaba las palabras que iluminaban tu cabeza.
La noche aún no había sido devorada
pero en el retrato estaban tus ancestros y el rey Lear
que contaba las guerras
el río de sangre
y las ausencias
el rostro que llevaste cuando la ceguera de Homero
forjaba la espada de Ilión
y el sexo acuoso de Circe.
Ahora
en noche repetida
cuando las tinieblas bailan en el alba
enumeras el cansancio de Antígona y los ojos ciegos
de Edipo
la visión de Swedenborg
y el cierre espinoso de John Donne
que caían en las campanas que doblaban in tenebris.

Los ángeles ciegos del abismo que vienen en busca del olvido
brillan en tus cuencas para ver la ausencia:
traen la oscuridad de un dios en el exilio
que has negado al enfrentarlo en la noche sin verbos de Tlön
y en el rostro multiplicado del simurg.

Ya no te ves en los espejos que aceleraban la infamia
ni en el timbre que vibraba en los días recurrentes
ni aún en las palabras que se arrastraban en tu impulso.
Sólo ves desde una ventana ciega abierta al vacío
que los hombres acuñaron con el nombre de gloria.

En tus ojos crecieron otros ojos
y en tu rostro la eternidad sin ojos.

lunes, 9 de marzo de 2009

"El tigre" de Pablo Neruda. Publicado en Las 2001 Noches nº 74

EL TIGRE
Soy el tigre.
Te acecho entre las hojas
anchas como lingotes
de mineral mojado.

El río blanco crece
bajo la niebla. Llegas.

Desnuda te sumerges.
Espero.

Entonces en un salto
de fuego, sangre, dientes,
de un zarpazo derribo
tu pecho, tus caderas.

Bebo tu sangre, rompo
tus miembros uno a uno.

Y me quedo velando
por años en la selva
tus huesos, tu ceniza,
inmóvil, lejos
del odio y de la cólera,
desarmado en tu muerte,
cruzado por las lianas,
inmóvil en la lluvia,
centinela implacable
de mi amor asesino.

viernes, 6 de marzo de 2009

Poesía. "Portanube" de Jean Arp. Publicado en Las 2001 noches nº 37

PORTANUBE

tú llevas una mirada de piedra
sobre cuatro plumas
usted lleva un suspiro de piedra
sobre cuatro hojas
hablarse de usted o tutearse
sobre una montaña de tazas
refresca la fachada de los besos
riega las almas simétricas
que caen en su mano izquierda
en su boca derecha
y se devoran sin que venga el coco
hablarse de usted o tutearse
sobre una montaña de tazas
da noche a un día
de punta en blanco
que vuela con orejas de lujo
y zapatos de nieve
y se sienta en la cabeza de una estrella
que imita la voz humana

lunes, 2 de marzo de 2009

Poesía. "Las Pascuas del tiempo" de Julio Herrera y Reissig. Publicado en Las 2001 Noches nº 44


LAS PASCUAS DEL TIEMPO

I
SU MAJESTAD EL TIEMPO


El Viejo Patriarca,
Que todo lo abarca,
Se riza la barba de príncipe asirio;
Su nívea cabeza parece un gran lirio,
Parece un gran lirio la nívea cabeza del viejo Patriarca.

Su pálida frente es un mapa confuso:
La abultan montañas de hueso.
Que forman lo raro, lo inmenso, lo espeso
De todos los siglos del tiempo difuso.

Su frente de viejo ermitaño
Parece el desierto de todo lo antaño:
En ella han carpido la hora y el año,
Lo siempre empezado, lo siempre concluso,
Lo vago, lo ignoto, lo iluso, lo extraño,
Lo extraño y lo iluso...

Su pálida frente es un mapa confuso:
La cruzan arrugas, eternas arrugas,
Que son cual los ríos del vago país de lo abstruso
Cuyas olas, los años, se escapan en rápidas fugas.

¡Oh, las viejas, eternas arrugas;
Oh los surcos oscuros:
Pensamientos en formas de orugas
De donde saldrán los magníficos siglos futuros!