viernes, 23 de octubre de 2015

BOOZ DORMIDO de Víctor Hugo. Las 2001 Noches nº 86



Booz se había acostado, rendido de fatiga;

 Todo el día había trabajado sus tierras

 y luego preparado su lecho en el lugar de siempre;

 Booz dormía junto a los celemines llenos de trigo.

 

Ese anciano poseía campos de trigo y de cebada;

 Y, aunque rico, era justo;

 No había lodo en el agua de su molino;

 Ni infierno en el fuego de su fragua.

 

Su barba era plateada como arroyo de abril.

 Su gavilla no era avara ni tenía odio;

 

Cuando veía pasar alguna pobre espigadora:

 "Dejar caer a propósito espigas" -decía.

 

Caminaba puro ese hombre, lejos de los senderos desviados,

 vestido de cándida probidad y lino blanco;

 Y, siempre sus sacos de grano, como fuentes públicas,

 del lado de los pobres se derramaban.

 

Booz era buen amo y fiel pariente;

 aunque ahorrador, era generoso;

 las mujeres le miraban más que a un joven,

 pues el joven es hermoso, pero el anciano es grande.

 

El anciano que vuelve hacia la fuente primera,

 entra en los días eternos y sale de los días cambiantes;

 se ve llama en los ojos de los jóvenes,

 pero en el ojo del anciano se ve luz.

 

* * * *

 Así pues Booz en la noche, dormía entre los suyos.

 Cerca de las hacinas que se hubiesen tomado por ruinas,

 los segadores acostados formaban grupos oscuros:

 Y esto ocurría en tiempos muy antiguos.

 

Las tribus de Israel tenían por jefe un juez;

 la tierra donde el hombre erraba bajo la tienda, inquieto

 por las huellas de los pies del gigante que veía,

 estaba mojada aún y blanda del diluvio.

 

* * * *

 Así como dormía Jacob, como dormía Judith,

 Booz con los ojos cerrados, yacía bajo la enramada;

 entonces, habiéndose entreabierto la puerta del cielo

 por encima de su cabeza, fue bajando un sueño.

 

Y ese sueño era tal que Booz vio un roble

 que, salido de su vientre, iba hasta el cielo azul;

 una raza trepaba como una larga cadena;

 Un rey cantaba abajo, arriba moría un dios.

 

Y Booz murmuraba con la voz del alma:

 "¿Cómo podría ser que eso viniese de mí?

 la cifra de mis años ha pasado los ochenta,

 y no tengo hijos y ya no tengo mujer.

 

Hace ya mucho que aquella con quien dormía,

 ¡Oh Señor! dejó mi lecho por el vuestro;

 Y estamos todavía tan mezclados el uno al otro,

 ella semi viva, semi muerto yo.

 

Nacería de mí una raza ¿cómo creerlo?

 ¿Cómo podría ser que tenga hijos?

 Cuando de joven se tienen mañanas triunfantes,

 el día sale de la noche como de una victoria;

 

Pero de viejo, uno tiembla como el árbol en invierno;

 viudo estoy, estoy solo, sobre mí cae la noche,

 e inclino ¡oh Dios mío! mi alma hacia la tumba,

 como un buey sediento inclina su cabeza hacia el agua".

 

Así hablaba Booz en el sueño y el éxtasis,

 volviendo hacia Dios sus ojos anegados por el sueño;

 el cedro no siente una rosa en su base,

 y él no sentía una mujer a sus pies.

 

* * * *

 

Mientras dormía, Ruth, una Moabita,

 se había recostado a los pies de Booz, con el seno desnudo,

 esperando no se sabe qué rayo desconocido

 cuando viniera del despertar la súbita luz.

 

Booz no sabía que una mujer estaba ahí,

 y Ruth no sabía lo que Dios quería de ella.

 

Un fresco perfume salía de los ramos de asfodelas;

 los vientos de la noche flotaban sobre Galgalá.

 

La sombra era nupcial, augusta y solemne;

 allí, tal vez, oscuramente, los ángeles volaban,

 a veces, se veía pasar en la noche,

 algo azul semejante a un ala.

 

La respiración de Booz durmiendo

 se mezclaba con el ruido sordo de los arroyos sobre el musgo.

 

Era un mes en que la naturaleza es dulce,

 y hay lirios en la cima de las colinas.

 Ruth soñaba y Booz dormía; la hierba era negra;

 Los cencerros del ganado palpitaban vagamente;

 Una inmensa bondad caía del firmamento;

 Era la hora tranquila en que los leones van a beber.

 

Todo reposaba en Ur y en Jerimadet;

 Los astros esmaltaban el cielo profundo y sombrío;

 El cuarto creciente fino y claro entre esas flores de la sombra

 brillaba en Occidente, y Ruth se preguntaba,

 

inmóvil, entreabriendo los ojos bajo sus velos,

 qué dios, qué segador del eterno verano,

 había dejado caer negligentemente al irse

 esa hoz de oro en los campos de estrellas.

 

1º de mayo de 1859

 

miércoles, 21 de octubre de 2015

DAME TU LIBERTAD de Pedro Salinas. las 2001 Noches nº 121

 
Dame tu libertad.
No quiero tu fatiga,
no, ni tus hojas secas,
tu sueño, ojos cerrados.
Ven a mí desde ti,
no desde tu cansancio
de ti. Quiero sentirla.
Tu libertad me trae,
igual que un viento universal,
un olor de maderas
remotas de tus muebles,
una bandada de visiones
que tú veías
cuando en el colmo de tu libertad
cerrabas ya los ojos.
¡Qué hermosa tú libre y en pie!
Si tú me das tu libertad me das tus años
blancos, limpios y agudos como dientes,
me das el tiempo en que tú la gozabas.
Quiero sentirla como siente el agua
del puerto, pensativa,
en las quillas inmóviles
el alta mar, la turbulencia sacra.
Sentirla,
vuelo parado,
igual que en sosegado soto
siente la rama
donde el ave se posa,
el ardor de volar, la lucha terca
contra las dimensiones en azul.
Descánsala hoy en mí: la gozaré
con un temblor de hoja en que se paran
gotas del cielo al suelo.
La quiero
para soltarla, solamente.
No tengo cárcel para ti en mi ser.
Tu libertad te guarda para mí.
La soltaré otra vez, y por el cielo,
por el mar, por el tiempo,
veré cómo se marcha hacia su sino.
Si su sino soy yo, te está esperando.