jueves, 29 de enero de 2009

domingo, 25 de enero de 2009

LAS REVISTAS LAS 2001 NOCHES Y EXTENSIÓN UNIVERSITARIA LLEGAN AL NÚMERO CIEN Y PASAN A SER VIRTUALES

Las revistas Las 2001 Noches (revista de poesía con más de 400 autores publicados) y Extensión Universitaria (revista de psicoanálisis), de difusión gratuita impresa hasta ahora, cumplen su número 100. Les informamos que a partir de este momento pasan a ser revistas virtuales, las podrán ver en Internet en las siguientes direcciones.


http://www.las2001noches.com/n100/inicio.htm

http://www.extensionuniversitaria.com/num100/inicio.htm

viernes, 23 de enero de 2009

"TRAMONTANA" DE EUGENIO MONTALE

Y ahora se han disipado los círculos de angustia
que recorrían el lago del corazón
y aquel vasto estremecerse de la materia
que se decolora y muere.
Hoy una voluntad de hierro barre el aire,
arranca los arbustos, maltrata las palmeras
y en el apretado mar excava
grandes surcos de baba.
Las formas bullen en el tumulto
de los elementos; es un aullido solitario, un bramido
de existencias rasgadas: todo destruye
la hora que pasa: cruzan la cúpula del cielo
no sé si hojas o pájaros -y ya no están.
Y tú que te agitas entre los
de los vientos desenfrenados
y aprietas contra ti los brazos colmados
de flores aún no nacidas;
cuán enemigos sientes
los espíritus que a la convulsa tierra
sobrevuelan en bandadas,
mi vida sutil, y cuánto amas
hoy tus raíces.

lunes, 19 de enero de 2009

ES INFITINA ESTA RIQUEZA ABANDONADA de EDGAR BAYLEY

ES INFINITA ESTARIQUEZA ABANDONADA
Esta mano no es la mano ni la piel de tu alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos de cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
sube murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío
no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada.

sábado, 17 de enero de 2009

POESIA, UNA DE LAS PRINCIPALES PROPIEDADES DE LA POESÍA..., de PAUL ELUARD

Una de las principales propiedades de la poesía es la de producir en los hipócritas una mueca que los desenmascara y permite juzgarlos... Porque ella tiende, con sus imágenes extralúcidas, sus imágenes claras como el agua de la montaña, evidentes como el agudo grito de los huevos rojos, a la comprensión perfecta de lo inhabitual y a su utilización contra los estragos de la explotación maligna de la estupidez y de cierta clase de sentido común. Porque ella milita por un nuevo régimen, el de la lógica identificación con la vida, no como una sombra, sino como un astro.
Mi orgullo consiste en no conocer más hombres que los que aman tanto como yo esta poesía específicamente subversiva, color de porvenir.

martes, 13 de enero de 2009

"NOSOTROS" DE RAÚL GUSTAVO AGUIRRE

Y por último, un día nos decidimos a partir.

Tenemos equipajes y algún papel en el bolsillo con
anotaciones minúsculas;
un número de teléfono al que no llamaremos jamás,
el nombre de unas píldoras para dormir o no dormir,
el relámpago muerto de algún poema.

Tenemos equipajes con ropa y máquina de afeitar y algunos de nosotros
botellas de coñac o perfume o aceite para el sol
y libros sagrados y de álgebra y de ciencia ficción,
tenemos treinta años y padecemos todos, cada uno según su necesidad,
humo y amor y redes y violencias, sed de verdad, insomnio y desesperación,
y hemos sacado algunas conclusiones.

(En la ciudad inmensa cada uno cavó su guarida,
acumuló sus propiedades, sus olvidos, su oposición a la muerte.
Cada uno disfrutó de derrumbes y papeles en blanco,
lloró de rabia ante las cajas fuertes del tiempo,
firmó con mil imágenes de Dios pactos después desconocidos,
creyó en todo,
abrió sus brazos, tomó vino, contó dinero, acarició, supuso
librarse bien, salvarse, haber hallado cómplices para la gran reunión
[en la sala principal de la cueva
para el acuerdo universal del que saldría limpio e inocente.
Pero no hubo al fin más que carozos y cenizas y botellas vacías.

Queda la noche, sin embargo,
la noche abierta a los pequeños ensayos de fuga y a los pequeños abismos,
el fondo de la noche donde tampoco habrá solución
porque igualmente se lo habrán montado, se lo habrán repartido
[sin concederle siquiera que tuvo algo que ver,
que él puso algo de su parte también;
algo de buena voluntad, de asombro, de inocencia
y no tan sólo su cara de extraño.

En la comisaría lo apalean por gritar en la calle
que el suyo es un horrible país, y en el casino
le prohíben la entrada porque ven en sus ojos
el fuego inconfundible de los videntes.

La mañana está lejos, de cualquier manera:
puede durar un poco más esta frágil tregua nocturna
antes del sol y el ruido de las máquinas y la pobreza mental.

Entra en el bar y mira aquella mesa:
ella por fin ha vuelto.
Afuera ha comenzado la lluvia,
y melancólicamente
los dos conversan de su amor de diez años atrás.

Después se encuentra solo en el filo despiadado del amanecer.

En la puerta de un sótano la música de Charlie Parker
lo atropella en su fuga hacia las estrellas afiebradas
y siente que ya sabe hasta su última mentira.

En su cabeza brilla una bella ecuación
pero a los camaradas no les sirve
para cambiar el mundo.
Los bares del olvido están cerrados para siempre,
no tiene donde estar y la lucidez se paga sabiéndolo.)

Todos perdidos en la noche y roídos por innumerables agravios,
todos equivocados y autores de desastres irreparables,
todos dementes y llagados y llenos de bichos y de confusión,
ustedes, yo, nosotros, mis amigos difíciles, cazadores de lejanos poemas
sobre la gran llanura marcada por el rayo.

jueves, 8 de enero de 2009

encontrado en el brillo de lo gris de la comunidad del pais no tiene perdida

Queridos: Volar lo que se dice volar volé sólo un mes, hace tres días y sin grandes motivos me cortaron todas las alas menos una y claro, vuelo menos, casi no puedo despegar de la tierra. Y en la tierra siempre ganan los poderosos aunque gane el débil.
Páginas de poesía y psicoanálisis, censuradas para ser justos como páginas que injuriaban o directamente eran una mierda. Así las cosas, dentro de unos días Palestina tendrá la culpa de la matanza que israel y estados unidos están llevando a cabo con el pueblo palestino y digo pueblo porque ya han muerto mas de 100 niños.
Desde pequeño mi manera de jugar algo frenética, lo comprendo, siempre me traia inconvenientes que se resolvían la mayoría de las veces cometiendo algún tipo de injusticia sobre mi persona. Era más veloz que mis amigos. Estudiaba más que mis compañeritos de la escuela, escribía poesías desde los doce años, atraía con mi elegancia y mis versos a una cantidad mayor de mujeres que mis amigos del baile y de las fiestas.
Llegué a ser un ser aislado entre signos de puntuación. Mis más fuertes relaciones fueron con libros y claro, al aumentar mi elegancia y, con tanta lectura, mejorar mi poesía, vivía rodeado de mujeres hermosas, inteligentes y amantes de la lectura y de la escritura. Trabajadoras, amantes de la libertad, independientes. Poco a poco fueron regulando mis sentimientos, poco a poco me hicieron realizar actividades en las cuales nunca había pensado ( pintura cine canciones..) y entre todas me convencieron que la gente tenía que conocer mis obras y para comenzar me abrieron algunos blogs en la comunidad para comenzar a poner en la realidad social el resultado de mi trabajo.
No me resistí mucho, pero recuerdo haberles dicho, mi obra siempre fue censurada, no veo porque ahora me dejarán volar en libertad.
Aparecieron blogs en la comunidad sólo para hablar mal de mis cosas, y llegaron hasta la injuria, yo algo debo haber contestado y se acabó la libertad.
Y ahora señores y señoras tengo miedo de publicar esta página porque son capaces de quitarme la libertad de nada que me permiten.

domingo, 4 de enero de 2009

SIN BUSCAR SENTIDOS, SIN BUSCAR SENTIDOS, A VECES, NO SE PUEDE VIVIR - MIGUEL OSCAR MENASSA

Buitre acostumbrado a toda la carroña, vuelo sin olfato, perdiendo el rumbo. Emborracharse de drogas y recuerdos. Antiguos malestares entretejiendo el sol. Lumínico vientre. Jugos, como vertientes de arrebato contra los pequeños ojitos malheridos, desvariados. La soledad me tiende, esta noche, sus redes de brocato.
Me repito, un hombre solo no es un hombre, un hombre solo no es un hombre y sin embargo y sin embargo; abro la boca hambriento sin saber por qué, me toca este camino.
Soñador, acostumbrado a vivir apasionadamente la poesía, amo en general los silencios, las brusquedades y los silencios.
Entendido en catástrofes, nazco entre lo que se desmorona. Piedras,
antílopes caídos,
tigres envueltos en vaporosas llamas de seda.
Llamas,
piedras,
y entre los desperdicios siempre encuentro una flor.
Una simple delicadeza para el alma.
Llenarme el corazón de nombres, vaciarme el corazón. Ajetreo violento y celular,
dentellada feroz del tiempo contra la juventud y, también, bálsamo fulgurante donde mi piel, encuentra en el propio centro del tiempo, su juventud. Un hálito de luz. Una bocanada de sombra. Un cáncer devorador y su milagro. Vienen y van, ojos atómicos, fibras desorbitadas.
Tengo frío y lo sé. Volando entre galaxias de nuevos pensamientos, mi vida se llenó de malos pasos.
Normal,
normal, eso no pude nunca.
Soy una promesa y también,
el diente posterior de la nada.
La poderosa serpiente que le da vida a Dios.
Veneno y fe,
Veneno y fe
y azúcares
y olores de azúcares quemados
y corales
y negruras
y tiempo de paz.
Los hombres van y vienen. Recuerdan y, también, olvidan. Sangre, sangre, sangre, eso es, lo que no quiero ver más.
Panes y recuerdos, me repito a cada instante, panes y recuerdos, tuvimos todos. Y cuando partí de mi ciudad, lo sabía todo y lo olvidé, lo sabía todo y lo olvidé. Viajo sin rumbo, porque olvidé el destino del hombre. Tanta muerte y tanta locura. Tanta soledad. Mejor viajar sin rumbo. Mejor detenerse donde nadie se detiene. Cielo hay, en todas direcciones.
Fui un perro, lo sé,
buscando entre la basura un pedazo de carne
y sin embargo, extranjero y feliz quiero, para mí,
todo lo que me corresponda.
Orgulloso de mis defectos, soy un pavo real sorprendido por sus colores. Hasta aquí, amante de las virtudes de los otros, quedé sensible al asco. Picoteo todo, buscando el sabor deseado y el sabor deseado está en mí.
Normal,
normal,
eso no pude nunca.
Alcanzo las primeras arenas a fuerza de coraje,
no huyo del mar, lo abandono. Incendio el mar.
Abro caminos entre los pantanos.
Busco afanosamente entre las fieras, un destino.
Mejor no tener nada. Mejor andar por la vida, como si el mundo nos perteneciese. Pisar aquí y allá. Quedarse siempre en el mismo lugar y volar.
Ni como Bretón. Ni como Menassa,
si es necesario para vivir, que muera todo. Porque la poesía, independiente de toda pasión, no le teme a la muerte, porque la muerte es su presencia iluminada y en esa dimensión, más que morir, la sangre se transforma.
Tengo una tristeza que me llega hasta el suelo.
Escribo de la alegría por vivir,
vientre animal pariendo el universo,
soy, tan sólo, la voz, gutural y nocturna del poeta.
Canto a las esperanzas sin esperanzas. Canto a la vida en el propio silencio de mi vida.
Piedra y a la vez, un movimiento felino entre los árboles. Exóticos manjares y preludios de frutos mojados por la lluvia, anidan en tu cuerpo, carnes sangrantes de un corazón ardiente, feroces plantas de la imaginación, feroces raíces, cuerpo del amor y la violencia.
Soy, me doy cuenta, un nadador muerto de frío.
Lo que me pasa, también, es el amor.
También es la nostalgia por mi país, mi barrio,
las glicinas colgando de su cuello,
como si su cuello, fuese el cuello de una reina.
Y nos pasábamos de balcón en balcón y locos, nos besábamos y en cada salto nos parecíamos a los pájaros.
Después fuimos los témpanos eternos,
después, siempre viajamos en soledad.
Gigantescos y helados témpanos solitarios viajamos contra todo. Fuimos confundiendo nuestra blancura con el azul del cielo. Y nos dijimos: Huir, de qué; hacia dónde. Si la violencia es universal y hay odio para todos. Y, sin embargo, por huir, fuimos dejando todo lo que teníamos. Fuimos, entonces, esclavos de lo nuevo. Contar los golpes, nos decían, contar las caídas, más de mil no serán. Y desde entonces, la poesía, pide libertad y no, precisamente, una libertad medida por banderas.
LA POESÍA pide, una libertad soberbia,
todo el tiempo,
toda la maravilla de lo desconocido en esa libertad.
No una libertad que se deje posar en una estatua, sino más bien, UNA LIBERTAD, que destruya todas las estatuas.
No un oscuro y pequeño río helado, sino más bien, un gran lago y su sol donde todo sea posible, también, si uno lo prefiere, navegar en su contra.
Ella ambiciona, en esa libertad, ser permanente presencia de lo humano.
Ella grita furiosa entre las piedras: o todos o ninguno. GARGANTA UNIVERSAL, mientras sobre la tierra alguien no pueda el hombre, no habrá hombre.
Cada hombre un hombre, o todos o ninguno.
Temblando y entre el temblor el humo del cigarro,
y termino llorando envilecido porque no puedo más
y en medio de tanta miseria, una grandeza:
el deseo ferviente de ser, esa libertad, ese hombre.
Bestial,
libre, también, de libertad,
ella me hace saber que no podré.
Mi desdicha no es su beneplácito, pero tampoco su dolor. Ella en cada encuentro me retuerce el pescuezo hasta arrancarme una palabra, o bien, hace de mi vida una fiesta para que, yo, no deje de decir.
Su libertad es infinita.
Más que una danza para ser bailada por todos,
una danza, que tenga de todos, el movimiento más preciso. Viajo sin aparente retorno,
y no llevo, ni armas, ni alcohol, para la travesía.
Sólo versos, misterios.

sábado, 3 de enero de 2009

EL MISTERIO, DIALOGOS CON LEUCO, CESARE PAVESE, TRADUCCION MARCELA MILANO

DIÁLOGOS CON LEUCO—EL MISTERIO—
A todos nos gusta oír que los misterios eleusinos presentaban, para los iniciados, un modelo divino de inmortalidad en las figuras de Dionisio y Deméter (y Cora y Plutón). Nos gusta menos que nos recuerden que Deméter es la espiga —el pan— y Dionisio la uva —el vino—. «Tomad y comed ... »
(Hablan Dionisio y Deméter)
DIONISIO. Estos mortales son verdaderamente divertidos. Nosotros sabemos las cosas y ellos las hacen. Me pregunto qué serían nuestros días sin ellos. Qué seríamos nosotros, los Olímpicos. Nos llaman con sus vocecitas y nos dan nombres.
DEMÉTER. Yo existía ya antes que ellos, y puedo asegurarte que en aquel entonces uno estaba solo. La tierra era selva, serpientes, tortugas. Éramos la tierra, el aire, el agua. ¿Qué podíamos hacer? Fue entonces cuando adquirimos la costumbre de ser eternos.
DIONISIO. Esto no sucede con los hombres.
DEMÉTER. Es verdad. Todo aquello que tocan se vuelve tiempo. Se vuelve acción. Espera y esperanza. También morir para ellos significa algo.
DIONISIO. Tienen un modo de nombrarse a sí mismos, a las cosas y a nosotros, que enriquece la vida. Como las viñas que han sabido plantar sobre estas colinas. Cuando llevé el sarmiento a Eleusis, no sabía que de unas pendientes tan feas y pedregosas hubieran hecho un país tan dulce. Lo mismo con el trigo y con los jardines. Dondequiera que gasten fatigas y palabras nace un ritmo, un sentido, un reposo.
DEMETER. ¿Y las historias que saben contar de nosotros? Me pregunto a veces si yo soy de verdad Gea, Rea, Cibeles, la Madre Grande, como me nombran. Saben darnos nombres que nos revelan a nosotros mismos, Iaco, y que nos arrancan de la abrumadora eternidad del destino para plasmarnos en los días y en los países donde estamos.
DIONISIO. Para nosotros tú eres siempre Deo.
DEMÉTER. ¿Quién diría que, en su miseria, tienen tanta riqueza? Para ellos yo soy un monte selvático y feroz, soy nube y gruta, soy señora de los leones, de los cereales y de los toros, de las rocas amuralladas, la cuna y la tumba, la madre de Cora. Todo se lo debo a ellos.
DIONISIO. También hablan siempre de mí.
DEMÉTER. ¿Y no deberíamos, Iaco, ayudarlos más, compensarlos de alguna manera, estar a su lado en la breve jornada que gozan?
DIONISIO. Tú les has dado los cereales; yo, la vid, Deo. Déjalos hacer. ¿Hace falta otra cosa?
DEMETER. Yo no sé cómo, pero lo que nos sale de las manos siempre es ambiguo. Es una espada de doble filo. Mi Triptolemo casi se ha hecho degollar por el huésped escita a quien llevaba el trigo. Y tú también, por lo que oigo, haces correr bastante sangre inocente.
DIONISIO. No serían hombres si no fuesen tristes. Su vida tiene que morir. Toda su riqueza es la muerte, que los obliga a ingeniarse, recordar y prever. Y además no creas, Deo, que vale más su sangre que el trigo o el vino con que la nutrimos. La sangre es vil, sucia, mezquina.
DEMÉTER. Tú eres joven, Iaco, y no sabes que es en la sangre donde nos han encontrado. Tú recorres el mundo, inquieto, y la muerte es para ti como un vino que exalta. Pero no pienses que todos los mortales han sufrido lo que narran de nosotros. Cuántas madres mortales han perdido a su Cora y no la han reencontrado jamás. Aún hoy el homenaje más valioso que saben hacemos es derramar sangre.
DIONISIO. ¿Pero es un homenaje, Deo? Tú sabes mejor que yo que cuando mataban a la víctima, en otro tiempo, creían que nos mataban a nosotros.
DEMÉTER. ¿Y podemos reprochárselo? Por eso te digo que nos han encontrado en la sangre. Si para ellos la muerte es el fin y el principio, tenían que mataros para vemos renacer. Son muy infelices, Iaco.
DIONISIO. ¿Tú crees? A mí me parecen unos necios. O tal vez no. Dado que son mortales, le dan un sentido a la vida matándose. Ellos, las historias, tienen que vivirlas y morirlas. Toma el caso de Icario...
DEMÉTER. Aquella pobre Erígona...
DIONISIO. Sí pero Icario se ha hecho matar porque lo ha querido. Tal vez ha pensado que su sangre fuera vino. Vendimiaba, pisaba las uvas y trasegaba como un loco. Era la primera vez que en una era veían espumar el mosto. Han rociado con él los setos, los muros, las palas. También Erígona sumergió en él las manos. Y entonces ¿por qué este viejo necio anda por los campos, se arrima a los pastores y los hace beber? Ellos, borrachos, envenenados, enfurecidos, lo han descuartizado sobre los setos, como a un chivo, y luego lo han sepultado para que se convirtiera también él en vino. Él lo sabía y lo ha querido. ¿Debía sorprenderse la hija, que había gustado ese vino? También ella lo sabía. ¿Qué más podía hacer, para terminar esta historia, que ahorcarse bajo el sol como un racimo de uva? Nada hay de triste en esto. Los mortales cuentan las historias con la sangre.
DEMETER. ¿Y te parece que esto es digno de nosotros? Tú que has preguntado qué seríamos sin ellos, sabes que un día pueden cansarse de nosotros los dioses. Ves entonces que la sangre, esta sangre mezquina, te importa.
DIONISIO. ¿Pero qué quieres que les demos? De cualquier cosa harán siempre sangre.
DEMÉTER. Hay una sola manera, y tú la sabes.
DIONISIO. Dime.
DEMÉTER. Darle un sentido a su muerte.
DIONISIO. ¿Cómo dices?
DEMÉTER. Enseñarles la vida beata.
DIONISIO. Pero es tentar al destino, Deo. Son mortales.
DEMÉTER. Escúchame. Llegará un día en que ellos mismos lo pensarán. Y lo harán sin nosotros, con un cuento. Hablarán de hombres que han vencido a la muerte. Ya han puesto a uno de ellos en el cielo; alguno desciende al infierno cada seis meses. Uno de ellos ha combatido con la muerte y le ha arrebatado una criatura... Compréndeme, Iaco. Lo harán solos. Y entonces nosotros volveremos a ser lo que fuimos: aire, agua y tierra.
DIONISIO. No vivirían por esto más tiempo.
DEMÉTER. Muchacho tonto, ¿qué crees tú? Pero morir tendrá un sentido. Morirán para renacer ellos también, y ya no necesitarán nada de nosotros.
DIONISIO. ¿Qué quieres hacer, Deo?
DEMÉTER. Enseñarles que nos pueden igualar más allá de] dolor y de la muerte. Pero decírselo nosotros. Enseñarles que, así como el trigo y la vid descienden al Hades para nacer, la muerte es para ellos una nueva vida. Darles este cuento. Conducirlos mediante este cuento. Enseñarles un destino que se entrelace con el nuestro.
DIONISIO. Morirán igualmente.
DEMÉTER. Morirán y habrán vencido a la muerte. Verán algo más que la sangre. Nos verán a nosotros dos. No temerán más a la muerte y no necesitarán aplacarla derramando otra sangre.DIONISIO. Se puede hacer, Deo, se puede hacer. Será el cuento de la vida eterna. Casi los envidio. No conocerán el destino y serán inmortales. Pero no esperes que se detenga la sangre.
DEMÉTER. Pensarán solamente en la eternidad. A lo sumo, existe el peligro de que descuiden estas fértiles campañas.
DIONISIO. Puede ser. Pero una vez que el trigo y la viña tengan el sentido de la vida eterna, ¿sabes qué verán los hombres en el pan y en el vino? Carne y sangre, como ahora, como siempre. Y carne y sangre manarán, ya no para aplacar a la muerte, sino para alcanzar la eternidad que les espera.
DEMETER. Se diría que ves el futuro. ¿Cómo puedes decirlo?
DIONISIO. Basta haber visto el pasado, Deo. Cree en mí. Pero te apruebo. Será siempre un cuento.
Traducido por Marcela Milano

viernes, 2 de enero de 2009

POESIA, MOMENTO DE LECTURA, ENRIQUE MOLINA

MOMENTO DE LECTURA

Ha llegado la noche, la casa se balancea suavemente
en el vapor que asciende de la tierra.
Hay libros y música aquí,
plegarias inverosímiles, bebidas
que centellean en la sombra
para iluminar el follaje de regiones cálidas
en ciertos rincones.
muebles sigilosos a punto de huir.
De espaldas en el lecho una mujer
pasa como un suspiro tus páginas de un libro.
atrapada por los tentáculos del destino
de ciertos personajes, ya consumado para siempre
con el sello de unas palabras ineluctables.
Su mirada
franquea la estación y vuela sobre los mares
para seguir los meandros de una historia que estalla
en el astillado viento del amor
al final de una larga alameda sin nadie.
Las mujeres
suelen engañarse con el amor y el viento
hasta llegar a esa ansiosa o somnolienta
pregunta de frontera: «¿Aún me quieres...?»
donde el horizonte del hogar, tibio como la piel
de la mujer que lee envuelta en su perfume,
se torna inquietante, vacila
como un viejo peldaño y deja paso
a otros fantasmas que se amaron,
con su rostro de novia entre las furias y las lágrimas,
o inmóvil en la alta ventana desde donde contempla
la estatua de sal de su amante en la acera
vuelto hacia ella como una herida,
inalcanzable hasta el infierno.