miércoles, 25 de febrero de 2009

"Borges y yo" de Jorge Luis Borges. Publicado en Las 2001 noches nº 13


BORGES Y YO

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVIII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que les convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga, y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.

No sé cuál de los dos escribe esta página.

miércoles, 11 de febrero de 2009

EDITORIAL DE LAS 2001 NOCHES Nº 66



Ha llegado la hora de la victoria del poeta, y es por eso que os llamo a la interpretación. Y la interpretación, os recuerdo, es algo que pasa sin pasar del todo, es algo que sabe sin ser sabido. Una herida sin solución de continuidad.
Algo que, siempre por venir, ya habrá pasado. Como el amor, como los grandes acontecimientos, que siempre nos cogen de sorpresa y cuando se dejan conocer ya son otra cosa.
Y que ha llegado la hora de la victoria del poeta no quiere decir siquiera que ha llegado la hora de nuestra victoria o de la mía propia. Ya que el poeta habrá de someterse al lenguaje hasta el límite de desintegrarse entre las palabras, literalmente, dejar de ser, para que la poesía pueda articular una vida todavía no vivida por nadie, ni siquiera por el poeta en su desaparición.
Y que haya llegado la hora de la victoria del poeta quiere decir, directamente, que la victoria ha de ser toda de la poesía, esto no quiere decir exactamente que ahora la poesía habrá de venir a decirnos cómo tendríamos que vivir.
Ella nada sabe de la vida. No ama, ni recuerda. Es todo porvenir.
Es una puta francesa de Marsella del treinta. Ama el oro por el brillo más que por su valor. Loca permanentemente, siempre quiere más y nunca sabe lo que quiere, después, alguien la besa, alguien la marca, alguien la termina matando. Pero Ella no muere, reaparece en cada esquina, en cada boca, en cada música que ya no podamos olvidar, ella estará presente. Y volverá a hacer la misma caída de ojos y luego amará el brillo del oro hasta agotarlo y, una vez agotado el oro, ella se pondrá sobre la piel, noches, hombres, melodías y así puede volver a morir mil veces, pero lo que nunca pierde es el brillo de su mirada, porque su mirada es la mirada de todas las cosas.
Pero eso, tampoco quiere decir que nosotros no tengamos que tener nuestra propia mirada. Y debemos intentar cierta independencia a riesgo de no ser sino ella misma en su repetición de novedades.

Ha llegado la hora de la victoria del poeta, también, quiere decir que la muerte ha tocado toda palabra, todo goce, todo porvenir. Y es, precisamente, por eso, que os invito a la interpretación.
Y no será que el agua será el agua pura de un blanco manantial ilusorio. Habrá concreto entre nosotros, porque interpretación para la poesía y, entonces, porqué no para nosotros, es materializar las subjetividades.
Materializar como social toda carne. Materializar como histórico, todo deseo.
Y está claro que si bien la Poesía, también, es un trozo proveniente del lenguaje, casi como nosotros, la poesía nace con tal poder de aniquilación de aquello que la genera, que en su acontecimiento el lenguaje, campo aparente de su posibilidad de ser, queda desaparecido y en tal magnitud, que Ella misma, termina siendo lo que de él perdura.
Interpretación o muerte, no sólo habrá sido un aullido desgarrador de nuestra juventud, sino, entre otros sentidos que ya alguien interpretará, una manera moderna de plantear el vel de la alienación.
Modernizando el problema, si elijo la muerte me quedo sin siquiera la muerte, ya que la muerte para el hombre no se puede hacer sino sólo interpretar. Si elijo la interpretación, también habrá muerte, porque qué otra cosa que una puntuación desafortunada, es la interpretación.
Y si hay falla, si algo se ha perdido, si alguien carece, si habrá nunca sido que sin embargo... es el deseo el que ha rasgado el ser del hombre. Si todo está perdido es la poesía la que habla, nutriéndose de lo que Ella, aun, como mujer, nunca será.


MIGUEL OSCAR MENASSA

lunes, 2 de febrero de 2009

POESÍA Y CINE

PRIMERO LOS CRÍTICOS,
DESPUÉS LA DISTRIBUIDORA
Y AHORA LA ACADEMIA DE CINE

LA ACADEMIA DE CINE LE LLAMA ERROR ADMINISTRATIVO
A UNA INJUSTICIA

“El negocio del cine es macabro, grotesco: es una mezcla de partido de fútbol y burdel.” Federico Fellini.
“En este negocio, la gente olvida que hacer cine es un arte.” Tim Burton.
“El negocio del espectáculo es un negocio, si no se llamaría el espectáculo del espectáculo.” Woody Allen.

A pesar de haber sido ampliamente advertidos por los grandes, algunos seguimos empeñados en encontrarle el lado bueno a ese asunto con cine. Empeñados en esquivar la omnipresencia unidireccional (el beneficio es siempre para los mismos) de la palabra “negocio”, en hallar el más mínimo resquicio por donde colarnos a lo que de “arte” quede en el cine. Y empeñados, también, en sentido económico y literal, ya que las ayudas o subvenciones del estado están, si no pactadas, al menos “orientadas” de antemano.
Y así nos va, cada día descubriendo nuevos y feroces monstruos en lo que, hasta ahora, creíamos simples molinos de viento. El último ha sido un “pequeño” fallo administrativo por parte de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas Españolas.
Después de haber conseguido, no sin dificultades, formar parte de la lista de películas que competirán este año por los Goya, con Mi Única Familia, fuimos excluidos de un plumazo por esta Institución, que directamente ignoró, perdió o censuró nuestra solicitud para recibir las direcciones de los académicos y enviarles el film antes de su votación (es un derecho de toda productora que presente película a los premios).
Es de lógica que, si no conocen una película, no pueden votarla, con lo cual fuimos excluidos radicalmente de la competición. Y no es que confiáramos en ganar, confiábamos en tener las mismas oportunidades que los demás. Pero, claro, como ya nos habían advertido, esto es incompatible con el negocio.

Carmen Salamanca
Directora de Producción