martes, 30 de junio de 2009

Norma Menassa recita en el Colegio Mayor Argentino de Madrid el 19 de julio de 2009

RENCOR, MI VIEJO RENCOR (Tango)

Vestía traje silenciado, azul con gris,
corbata roja, camisa negra,
pasos brillantes en botín con tachas,
pelo cortado al ras, la nuca libre,
con penacho de canas que aireaban su impostura.
El peso era en la espalda corvada hacia adelante,
hombros sin desplegar,
cintura ancha de años,
piernas finitas.
Comenzaba la fiesta y le gustaban algunas concesiones,
jugaba a las estatuas.
Tendía la mano a una mujer, giraba algunas vueltas
y la dejaba tan dura como el mármol
hasta que se llenaba el escenario de calles empedradas
con cuerpos de mujeres.
Calculó la ecuación:
entre bellezas sin saber del valor,
valía el brillo de la que más tuviera,
él por su parte amar, amaba a todas.

La noche en su transcurso colaba el té de la tetera
y decantó en un número.
Quedaron dos, la otra y la de siempre.

Salía de un matrimonio con tres hijos,
y por puro pudor,
pidió el divorcio.
Años queriendo ponerse sus perfumes,
sus sedas en la piel,
su voz y su manera de rodearse de hombres,
su color de canela.

Años sin poder renunciar a poseerla toda,
sin poder aceptar las curvas por las que se le escapaba,
sin confesar su amor en impotencia,
su no poder ser ella.

Madre y mujer.
Madre y mujer en cada giro,
y le ardían las sienes cada vez,
la vulnerable y la intocable,
y un impulso homicida entrando en juego a través
de la privación y la mentira.

Sí, a veces las odiaba de una manera tal
que hubiese sido capaz de liquidar su empresa
para crear la quema de aquella raza indigna.
También algunas veces soñó que era posible
su mutación en ellas.
Era un sueño sin límites, era un poder sin límites,
era un poder apartar, o querer abolir la marca de frontera
donde estaba esa cosa,
que inevitablemente lo hacía chocar siempre con una
incomprensión irreductible.
Un poder quería tener él que sobrepasase,
que ni con genitales de oro lo alcanzaba.

Siempre la pensó con reina en jaque,
única manera de poder hacer la ley,
gobernar sin error, sin más ni menos,
sin la desesperación de tantos desencuentros
que a diario le dejaban la impresión
de no poder asir la realidad humana.
Con reina en jaque
y dueño de todo el saber,
como si hubiese tragado sus intrigas,
sus dulzuras, sus misterios,
esa manera de aparecer como extraviada,
extraña hasta ella misma.

Sí, un alma femenina encerrada en su cuerpo,
transitando su cuerpo de varón, su fuerza masculina,
una belleza nueva.
No travestido, sino traspasado sexual, eso quería,
poder sobre la muerte en realidad quería.
Un patriarcado a la manera antigua,
como cuando niño entre sábanas de lavanda y fantasía
penetraba en el cuarto de su madre
para violar su intimidad,
la inaccesible.

Perfumes, perfumes...
Todo era volátil, nunca pudo saber qué era lo que ella buscaba
y daba lo mismo que se quedase o que se fuese,
porque lo que nunca podía era alcanzar
la razón de su presencia o de su ausencia.

Hizo todo lo que le fue posible
se hizo rápido hombre
le ganó al tiempo, pero nada alcanzó.
No pudo detenerla en su deriva donde
como puro vapor ella se iba.
Un abismo abierto e insaciable.
Una desesperación huidiza,
de tanto estar contemplando sus huidas se apoderó de él.
y decidió dejar de perderse entre mujeres y
anclar su nombre a un pensamiento.
Urdió entre humos la venganza.
Sin embargo restaba aquella duda:
un hombre partido en dos con dos mujeres,
o un hombre en el nombre de una mujer cualquiera.

La primera ecuación dejó miseria.
Como partido en dos con dos mujeres le quitaba a las dos
una murió de hambre en la miseria, no había que pedir.
La otra quiso matarlo por los celos,
afiló su puñal, se lo colgó en el pelo
y salió luminosa a festejar su caída por las noches.

Quedóse solo.
Se refugió para curar su herida,
volvió a sus hijos, dejó su cuerpo en paz,
jugó los juegos de la infancia, el gato y las bolitas,
dejó pasar el tiempo
y un día sin querer se miró en el espejo,
ajustó su corbata,
alisó sus cabellos,
se encontró con sus ojos
cayó por ese agujero
y apareció en la luna
escrito
en el nombre de una mujer cualquiera.

NORMA MENASSA
Argentina, 1938
De "Cuando está por llover
los pájaros no vuelan
"

lunes, 29 de junio de 2009

"Ni olvido ni perdón" de Norma Menassa. Las 2001 Noches nº 96

NI OLVIDO NI PERDÓN

Las tardes llenaban mi cabeza de palabras
y escuchaba tu voz vibrando en la apertura de las puertas
que daban a la calle,
cuando el viento dejaba de soplar
y el verano venía a ponernos en el dintel del mundo.
Me enseñaste a no temer lo negro de la ausencia,
a vivir separados, a amar al sol,
y a esperar la hora de la cena
como si de golpe cambiara de estación
y adentro otro país de frío luchara en un tiempo prolongado,
de esos que llegan hasta la raíz,
donde la tierra toma el color de mis cabellos,
y la arena desprestigia al álamo
que llora gusanitos de seda en la vereda.
Un hombre triste, laborioso y heroico, no queda en la ciudad,
se aparta de los otros y toma su fusil partiendo hacia el desierto.
Un hombre pensativo, toma distancia de los muros,
posee su prisión adentro de sí mismo,
vuelve a la tierra natural, a los olivos,
lejos de la llanura donde ya plantó el grano,
se pone de rodillas,
con la cabeza baja mira en la tierra al hombre
y hay hombre en todo lo que mira.
Yo lo veía partir todas las tardes con su fusil al hombro
y su rama de olivo mordida entre sus dientes,
y esperaba soñando túnicas blancas movidas por el viento,
y nunca tuve la noción exacta entre llegadas y partidas
porque todo en el hombre era otros hombres.
Y así comencé a amar, los hombres, las palabras,
y quise ser la carcelera, tener todas las llaves,
abrir las celdas de este mundo,
abrir el cofre de ciprés, tirar los restos, desparramar el oro,
tener una canción de acción y pensamiento
encarnada en los brazos,
ser una amante fiel,
sin negros pensamientos.

domingo, 28 de junio de 2009

"El espejo" de Carlos Murciano. Las 2001 Noches nº 43

EL ESPEJO

ACÉRCATE al espejo. Pon
tu solitaria mano sobre su hombro y pregúntale.
Entra en la estancia familiar con paso
decidido y acércate a su hielo,
a su semiventana hacia el trasmundo.
Verás, mejor, oirás una voz turbia
con mil voces debajo de su son
hablándote. Mil voces
que alguien, un día, en su cristal dejara
caer, hundirse luego sin un gesto,
sin ese círculo feliz que acoge
cada rama que cae, cada piedra
que busca el hondo corazón del agua.

Asómate al espejo. Oirás, mejor, verás
cómo cruzan su mágico paisaje
miles de sombras que alguien puso, un día,
por un instante allí y allí quedaron
hechas carne de siglos, cuerpo de horas,
alma de soledades, para siempre.
Confíate al espejo. Cuando nada
te quede por decir, cuando te empujen
las olas del silencio y te acobarden
y no encuentres caricia o tibia mano
donde apoyarte, anda
hasta la estancia familiar y acércate,
asómate, confíate al espejo.
Puede ser el del grito vertical,
el que salpica un misterioso fango
o ese redondo que abre su pupila
como un grito implacable en la penumbra.

Es igual. No vaciles. Anda, extiende
tu mano solitaria y tan vacía
hacia donde respira su quietud
y verás cómo luego, al devolverla
a su lugar junto al costado,
la ha llenado el espejo de ese polen,
de ese polvillo de oro que desprenden
los años y las sombras.

viernes, 26 de junio de 2009

"Poema conjetural" de Jorge Luis Borges. Las 2001 Noches nº 79

POEMA CONJETURAL

El doctor Francisco Laprida, asesinado el día
22 de setiembre de 1829 por los montoneros
de Aldao, piensa antes de morir.

Zumban las balas en la tarde última.
Hay viento y hay cenizas en el viento,
se dispersan el día y la batalla
deforme, y la victoria es de los otros.
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen.
Yo, que estudié las leyes y los cánones,
yo, Francisco Narciso de Laprida,
cuya voz declaró la independencia
de estas crueles provincias, derrotado,
de sangre y de sudor manchado el rostro,
sin esperanza ni temor, perdido,
huyo hacia el Sur por arrabales últimos.
Como aquel capitán del Purgatorio
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano,
fue cegado y tumbado por la muerte
donde un oscuro río pierde el nombre,
así habré de caer. Hoy es el término.
La noche lateral de los pantanos
me acecha y me demora. Oigo los cascos
de mi caliente muerte que me busca
con jinetes, con belfos y con lanzas.

Yo que anhelé ser otro, ser un hombre
de sentencias, de libros, de dictámenes,
a cielo abierto yaceré entre ciénagas;
pero me endiosa el pecho inexplicable
un júbilo secreto. Al fin me encuentro
con mi destino sudamericano.
A esta ruinosa tarde me llevaba
el laberinto múltiple de pasos
que mis días tejieron desde un día
de la niñez. Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.
En el espejo de esta noche alcanzo
mi insospechado rostro eterno. El círculo
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.

Pisan mis pies la sombra de las lanzas
que me buscan. Las befas de mi muerte,
los jinetes, las crines, los caballos,
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe,
ya el duro hierro que me raja el pecho,
el íntimo cuchillo en la garganta.

martes, 23 de junio de 2009

Lámina 001. Miguel Oscar Menassa


"Deseo, entonces, que no es deseo de ningún objeto, sino deseo de esa carencia que, en el Otro, designa otro deseo". (M.O. Menassa).

martes, 16 de junio de 2009

Televisión Grupo Cero. Martes a las 20 h "Los poderosos preguntan"

Los martes a las 20.00 h (hora española) los poderosos preguntan y Menassa responde.

Televisión Grupo Cero

Para poder verlo hay que acceder a la siguiente dirección:

www.helloworld.com/grupocero. Una vez en la página hay que pinchar donde pone Live! (situado arriba, a la derecha de la página)

Una vez que se abre pulsar Play.

* * *

sábado, 13 de junio de 2009

jueves, 4 de junio de 2009

"Nacimiento del poeta" de Miguel Oscar Menassa. Las 2001 Noches nº 9

NACIMIENTO DEL POETA

I
Abro y cierro mis mandíbulas
dejo escapar, agrestes humos,
cálida energía vital, nazco.

II
Partícula agónica de la matanza,
Otro del Otro que fui, escribo.

III
No tengo que dejar,
que mi pensamiento sea desviado.
Porque mi pensamiento es,
el pensamiento desviado.

IV
A los pobres nos pasa,
todo en nuestro cuerpo.
Morirnos jóvenes o,
nos endurecemos.
Nos vamos haciendo de granito,
vamos uniendo unos contra otros,
nuestros sentimientos y,
sin embargo, sabemos:
Un hombre a cierta edad
no necesita estar unido a nadie
para pretender cambiar el mundo.
No necesita estar unido a nadie,
para decir:
Yo soy la humanidad.




VI

Pequeño conjunto de células sin voluntad,
pequeño niño a punto de nacer,
boca abierta a tibias leches y al veneno.
Pedacito, carne sin voluntad,
arrastrado en cualquier dirección, .
maleable,
barro sensible a las miradas.
Postergo, deliberadamente,
mi nacimiento:
El miedo me mata antes de nacer.

VI

Pequeño conjunto de células sin voluntad. pequeño niño a punto de nacer,
boca abierta a tibias leches y al veneno.
Pedacito, carne sin voluntad,
arrastrado en cualquier dirección,
maleable,
barro sensible a las miradas.
Postergo, deliberadamente,
mi nacimiento:
El miedo me mata antes de nacer.

VII

Hacia los mundos
que el hombre desconoce como mundos.
Hacia esos recorridos del alma no señalizados,
vuelo, hacia las huellas que el hombre,
dejará sobre la tierra.


Vuelo, azul, sobre los dientes de la noche,
ato al perfume de tus nalgas, mi soledad.
Sucumbo en ese cráter cósmico,
descanso en paz, entre tus brazos.

VIII

Buscando tus entrañas, oro azul,
me encontré con la muerte. Luz.

IX

Espía de mí mismo,
me entrego, definitivamente,
anclo.
Busco en tu piel y sonrisas de tu vientre
se deslizan entre suaves movimientos del mar,
olas detenidas como para siempre en tus ojos.
Pequeños surcos en la frente y una juventud,
tocada por la repetición de los errores,
me deciden a todo:
Vuelco sobre mi copa los últimos soles del verano
y bebo en los contornos de un ritmo, desesperado,
mi vida.
Cabalgo, lumínica presencia,
hacia donde el hombre no puede más
y, ahí, precisamente, en ese límite,
comienzo a galope tendido,
a galope feroz,

mi última carrera.
Vuelo entre las tumbas de los que no pudieron,
ellos son mi recuerdo y mi esperanza.
Lo que podría pasarme y, también, la ilusión,
de una nueva estrella entre los astros.
Sencillamente arrastro todo lo que fui.
No fui feliz,
porque ser feliz es, argucia del sistema.

X

Pretendía caminar, tranquilamente, por la vida
y no fue posible.
Desde el rostro sangrante de la nada,
escribo este poema.

Dolorosamente recuerdo,
mis años juveniles,
donde decir, era alcanzar,
con la palabra, el cielo.

Decir,
para que nada quede de lo dicho,
también, es un destino.
Sangro y lo digo.
Me duele y lo digo.
Recuerdo a mi madre y al decirlo
entre sus brazos me recuerdo.

En libertad arriesgo todo lo que tengo,
para llegar a ser este temblor,
acacia dormida en hondo mar,
hoja tenue y sencilla, al viento,
en el otoño,
pequeño sol.