miércoles, 30 de septiembre de 2009

"Quiero ser un pájaro entre los pájaros, la libertad" de Miguel Oscar Menassa. Las 2001 Noches nº 55

QUIERO SER UN PÁJARO
ENTRE LOS PÁJAROS
LA LIBERTAD

Quiero que recuerdes
también soy una alondra
un pájaro entibiado
por la civilización
un pájaro sensible.

Vuelo
solo entre mis recuerdos.
Un pobre pájaro sin paz
marchita alondra
un pobre pájaro
al borde del silencio

fugaz
al borde de la nada
fugaz
alondra vieja del verano
encanto de los vuelos
fugaz
sencilla alondra
para los océanos
y la noche
y la inquietante
y fugaz
breve locura.

Quiero vivir
como mis antepasados
para nada.

lunes, 28 de septiembre de 2009

"Los nueve monstruos" de César Vallejo. Las 2001 Noches nº 58


I, desgraciadamente,
el dolor crece en el mundo a cada rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,
y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces
y la condición del martirio, carnívora, voraz,
es el dolor dos veces
y la función de la yerba purísima, el dolor
dos veces
y el bien de ser, dolernos doblemente.

¡Jamás, hombres humanos,
hubo tánto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en la aritmética!
¡Jamás tánto cariño doloroso,
jamás tan cerca arremetió lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío muerto!
¡Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal
y la migraña extrajo tánta frente de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón, dolor,
el corazón, en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón, dolor.

Crece la desdicha, hermanos hombres,
más pronto que la máquina, a diez máquinas, y crece
con la res de Rousseau, con nuestras barbas;
crece el mal por razones que ignoramos
y es una inundación con propios líquidos,
con propio barro y propia nube sólida!
Invierte el sufrimiento posiciones, da función
en que el humor acuoso es vertical
al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la hora
del rayo, y nueve carcajadas
a la hora del trigo, y nueve sones hembras
a la hora del llanto, y nueve cánticos
a la hora del hambre y nueve truenos
y nueve látigos, menos un grito.

El dolor nos agarra, hermanos hombres,
por detrás, de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los gramófonos,
nos desclava en los lechos, cae perpendicularmente
a nuestros boletos, a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir, puede uno orar...
Pues de resultas
del dolor, hay algunos
que nacen, otros crecen, otros mueren,
y otros que nacen y no mueren, otros
que sin haber nacido, mueren, y otros
que no nacen ni mueren (son los más).
Y también de resultas
del sufrimiento, estoy triste
hasta la cabeza, y más triste hasta el tobillo,
de ver el pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua, huyendo,
al vino, un ecce-homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan ardio!
¡Cómo, hermanos humanos,
no deciros que ya no puedo y
ya no puedo con tánto cajón,
tánto minuto, tánta
lagartija y tánta
inversión, tánto lejos y tánta sed de sed!
Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?
¡Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.

sábado, 26 de septiembre de 2009

"La mano que firmó el papel" de Dylan Thomas. Las 2001 Noches nº 63

LA MANO QUE FIRMÓ
EL PAPEL

La mano que firmó el papel derribó una ciudad;
cinco dedos soberanos tasaron el aliento,
duplicaron los muertos del orbe y diezmaron un país;
estos cinco reyes dieron muerte a un rey.

La mano poderosa se conduce al declive del hombro,
la articulación de los dedos se acalambra de tiza;
una pluma de ganso ha puesto fin al crimen
que puso fin al habla.

La mano que firmó el tratado engendró fiebres,
y creció la hambruna, y las langostas vinieron;
grande es la mano que domina al hombre
al vuelo de una firma.

Los cinco reyes cuentan los muertos pero no ablandan
la costra de la herida ni acarician el ceño;
una mano rige la piedad como otra mano rige el paraíso;
las manos no tienen lágrimas que verter.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

"Subasta" de León Felipe. Las 2001 Noches nº 102

SUBASTA

MERCADERES:
Yo, España, ya no soy nadie aquí.
Aquí,
en este mundo vuestro
yo no soy nadie. Ya lo sé.
Entre vosotros
aquí, en vuestro mercado,
yo no soy nadie ya.
Un día me robasteis el airón
y ahora me habéis escondido la espada.
Entre vosotros
aquí,
en esta asamblea,
yo no soy nadie ya.
Yo no soy la virtud. Es verdad.
Mis manos están rojas de sangre fatricida
y en mi historia hay pasajes tenebrosos.
Pero el mundo es un túnel sin estrella
y vosotros sois sólo vendedores de sombras.
El mundo era sencillo y transparente; ahora no es más que
sombras,
sombras,
sombras...
Un mercado de sombras,
una bolsa de sombras.
Aquí,
en esta gran feria de tinieblas,
yo no soy la mañana...
Pero sé
-y esto es mi esencia y mi orgullo,
mi eterno cascabel y mi penacho-

que el firmamento está lleno de luz,
de luz,
de luz,
que es un mercado de luz,
que es una feria de luz,
que la luz se cotiza con sangre...
y lanzo esta oferta a las estrellas:
“Por una gota de luz,
toda la sangre de España:
la del niño,
la del hermano,
la del padre,
la de la virgen,
la de los héroes,
la del criminal y la del juez,
la del poeta,
la del pueblo y la del presidente...
¿De qué os asustáis?
¿Por qué hacéis esas muecas, vendedores de sombras?
¿Quién grita?
¿Quién protesta?
¿Quién ha dicho: Oh, no, eso es un mal negocio?
Mercaderes...
¡sólo existe un negocio!
Aquí,
en este otro mercado,
en esta otra gran Bolsa
de signos y designios estelares,
por torrentes históricos de sangre,
¡sólo existe un negocio!
sólo una transacción.
Y una moneda.

A mí no me asusta la sangre que se vierte.
Hay una flor en el mundo
que sólo puede crecer si se la riega con sangre.
La sangre del hombre está no sólo
hecha para mover su corazón,
sino para llenar los ríos de la Tierra,
las venas de la Tierra
y mover el corazón del mundo.
Mercaderes...
Oíd ese pregón:
“El destino del hombre está en subasta.
Miradle ahí, colgado de los cielos
aguardando una oferta...” ¿Cuánto? ¿Cuánto?
¿Cuánto, mercaderes?... (Silencio.)
Y aquí estoy yo otra vez;
aquí sola. Sola, sí.
Sola y en cruz. España-Cristo
-con la lanza cainita clavada en el costado,
sola y desnuda -jugándose mi túnica dos soldados vesánicos-.
Sola y desamparada -miradme cómo se lava las manos
el Pretor-.
Y sola, sí, sola,
sola
sobre este yermo seco que ahora riega mi sangre;
sola
sobre esta tierra española y planetaria;
sola
sobre mi estepa
y bajo mi agonía;
sola
sobre mi calvero
y bajo mi calvario;
sola
sobre mi Historia
de viento,
de arena
y de locura,
y bajo los dioses y los astros
levanto hasta los cielos esta oferta:
Estrellas:
vosotras sois la luz.
La Tierra, una cueva tenebrosa sin linterna
y yo tan sólo sangre,
sangre,
sangre,
sangre...
España no tiene otra moneda...
¡Toda la sangre de España
por una gota de luz!

viernes, 11 de septiembre de 2009

"Nacimiento del amor" de Vicente Aleixandre. Las 2001 Noches nº 14

NACIMIENTO DEL
AMOR

¿Cómo nació el amor? Fue ya en otoño.
Maduro el mundo,
no te aguardaba ya. Llegaste alegre,
ligeramente rubia, resbalando en lo blando
del tiempo. Y te miré. ¡Qué hermosa
me pareciste aún, sonriente, vívida,
frente a la luna aún niña, prematura en la tarde,
sin luz, graciosa en aires dorados; como tú,
que llegabas sobre el azul, sin beso,
pero con dientes claros, con impaciente amor.

Te miré. La tristeza
se encogía a lo lejos, llena de paños largos,
como un poniente graso que sus ondas retira.
Casi una lluvia fina —¡el cielo, azul! — mojaba
tu frente nueva. ¡Amante, amante era el destino
de la luz! Tan dorada te miré que los soles
apenas se atrevían a insistir, a encenderse
por ti, de ti, a darte siempre
su pasión luminosa, ronda tierna
de soles que giraban en tomo a ti, astro dulce,
en torno a un cuerpo casi transparente, gozoso,
que empapa luces húmedas, finales, de la tarde,
y vierte, todavía matinal, sus auroras.

Eras tú amor, destino, final amor luciente,
nacimiento penúltimo hacia la muerte acaso.
Pero no. Tú asomaste. ¿Eras ave, eras cuerpo,
alma solo? ¡Ah, tu carne traslúcida
besaba como dos alas tibias,
como el aire que mueve un pecho respirando,
y sentí tus palabras, tu perfume,
y en el alma profunda, clarividente
diste fondo. Calado de ti hasta el tuétano de la luz,
sentí tristeza, tristeza del amor: amor es triste.
En mi alma nacía el día. Brillando
estaba de ti; tu alma en mi estaba.
Sentí dentro, en mi boca, el sabor a la aurora.
Mis sentidos dieron su dorada verdad. Sentí a los pájaros
en mi frente piar, ensordeciendo
mi corazón. Miré por dentro
los ramos, las cañadas luminosas, las alas variantes,
y un vuelo de plumajes de color, de encendidos
presentes me embriagó, mientras todo mi ser a un mediodía,
raudo, loco, creciente se incendiaba
y mi sangre ruidosa se despeñaba en gozos
de amor, de luz, de plenitud, de espuma.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

"Soneto" de Dámaso Alonso. Las 2001 Noches nº 106

SONETO

Coged las rosas del jardín callado,
golondrinas que dais en mi ventana.
Coged las rosas del jardín; mañana
espíritu de aquí se habrá marchado.

Venid, oh vespertinas golondrinas;
quitadles las espinas a las rosas,
ponedlas en mis sienes... Son divinas,
pues saben los dolores de las cosas.

Ya mañana me voy por el oriente,
hecha ceniza mi materia vana,
cuando vosotras a la tierra ardiente.

¡Ponedme rosas en la sien, mañana!
¡Ponedme rosas del jardín riente,
golondrinas que dais en mi ventana!

martes, 1 de septiembre de 2009

"Sonetos a mi padre" de Carilda Oliver Labra. Las 2001 Noches nº 64

SONETOS A MI PADRE

I
Padre entonces que hacías la esperanza
empeñado de hijos, de hipoteca:
resucito tu mano nunca seca
que no supo de piedra ni de lanza.

Te enfermaba el insomnio cuando juez
pues querías salvar tantos ladrones.
¡Que ya siempre te píen los gorriones
y que tengas juguetes una vez!

Ahora invento que duermes y que existe
tu costumbre de beso, tu alto asombro.
Ahora muevo mi vida con escombro;

ahora soy otra vez la niñita triste
que no puede apoyarse ya en tu hombro
porque, padre, en enero te moriste.

II

Ha llegado el dolor violentamente
como llega la lluvia tras la aurora;
hoy sonrío de modo diferente;
con lágrima invisible que no llora.

Y me digo en secreto: quizás pasa
y no es justo que sepa de este duelo,
y hasta sigo esperando en mi desvelo
por si pide la llave de la casa.

No lo puedo creer... Te necesito,
estás muerto, mi padre, muertecito,
jaque mate te dieron esta vez;

pero loca, en delirio sobrehumano,
yo levanto tu pieza con la mano
y te pongo a jugar al ajedrez.

III

Me he vestido de blanco, verde, rojo,
porque el luto no rima con amor.
Hace tiempo, mi padre, que tu ojo
rechazaba tinieblas y fulgor.

Que no caiga el granizo ni la nieve
en tu tumba inocente y extranjera,
que te cante al nacer la primavera
y una flor te perfume el día nueve.

Te reservo la gloria de tu cuarto,
un destello feliz de sol, que aparto,
el poquito de tierra en que naciste,

y la toga, los libros, el serrucho.
Ya no basta quererte mucho, mucho:
te moriste mi padre, te moriste.

IV

Tu sillón de dentista... ¿dónde está?
Tu violín de estudiante...¿cómo suena?
Enterrabas centavos en la arena
y otros nombres ponías a mamá.

Guardo todas tus cartas y retratos.
En mi sueño tu próstata se cura.
Por el fondo del patio y la ternura
me caminan tus últimos zapatos.

Quiero verte salir en un postigo.
Ven, fantasma; ven, ángel oportuno.
Ya no sé lo que hago, lo que digo.

Porque quiero beber el desayuno
con mi padre, mi sabio, mi mendigo,
en Calzada de Tirry ochenta y uno.