miércoles, 29 de diciembre de 2010

CANTO A LA FUERZA SINDICAL (I) de Germán Pardo García. Las 2001 Noches nº 46

I

COMPAÑEROS de lucha: este canto a vuestra fuerza sindical lo principio
convocando desde lo más rojo intenso de mi sangre a la muerte,
porque jamás seréis los constructores obreros de la vida
si ignoráis cómo trabajan los profundos mecanismos de la muerte.

Así comienzo este canto a vuestra fuerza sindical: desde abajo
cual si enterrase los oscuros cimientos de una casa,
para inducirla después con lentitud hacia la altura de hermosos cuerpos
cargados como todas las densas formas, de potencias eléctricas.

Otros hombres más universales dirían este canto
con el nombre del sol como insignia en sus bocas, del sol inagotable
que satura intensamente gusanos cosmogónicos
y enardece la rebelión de las panteras.

Mas yo, inmenso y brutal conocedor de sombras demoníacas,
afiánzome al hosco polvo con tenacidad de nervios
y lanzo este himno como ardiente flor de pólvora
que desde el piso asciende al vértigo de tempestades térmicas.

martes, 28 de diciembre de 2010

VIDA de Max Aub. Las 2001 Noches nº 60

Ven disfrazada como quieras, muerte:
o rayo, o herida, o nudo que destraba
creyendo aniquilar lo que no acaba,
frustrada pamema que la nada vierte

confundiendo las ruinas con lo inerte
o rastrojos con mies que el sol alaba,
según que muerte y vida en uno traba
dando a la tierra abono y al pan su suerte.

Jamás muriéndose murió Cervantes,
ni cien mineros yertos, negra entraña,
harían si vivos más vivir España.

Todo lo de hoy viene, venero, de antes.
Ni muerto moriré, siempre viviendo,
polvo, trabajo o bulto, sido y siendo.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

CANTO AL PROGRESO de Almafuerte. Las 2001 Noches nº 11

Composición laureada con una rama de laurel de plata en los juegos florales realizados en Mercedes el 24 de septiembre de 1879, por un jurado integrado por Guillermo Rawson, Bartolomé Mitre, Antonio Bermejo, Miguel Navarro Viola, Lucio Vicente López, Adolfo Rawson, Estanislao Ceballos y Carlos Guido Spano.


Es la imagen eterna del Progreso
El insaciable beso
En que viven los átomos asidos.

Era la noche —¡la tremenda noche!—
En el vacío inmenso de los mundos;
Operando en los ámbitos profundos
La máquina perfecta de la tierra;

Era un fulgor que el cielo atravesaba
Y se hundía entre nieblas,
Dejando en pos de su carrera ignota
Como rastros de lava,
Como polvo de luz en las tinieblas;

Era el fragor de la materia errante
Que en átomos ardientes
Bullía en el espacio fulgurante;
Y una frígida onda sollozante
De otro cielo sin soles desprendida
Azotando la mole vacilante
Del planeta gigante,
Y templando su carne derretida;

Era el globo de luz —¡eterno globo!—
Que a la inerte materia dominaba;
Su poder subyugaba,
Y sus fauces ciclópeas atraían;
A través de los siglos del vacío
Se lanzaba en olímpica carrera
Llevando en pos, cual nube
A su carne brillante enderezadas,
Y en su atmósfera ardiente esclavizadas,
Un cortejo sumiso de planetas;

Era el primero y temeroso giro
Que en torno de ese sol aventuraba
La tierra conmovida;
El más tierno suspiro
Con que el astro feraz la acariciaba,
Fermentando en su ser la eterna vida;

Y era el hervor de la colmena humana
Que de su entraña férvida surgía;
La materia villana
Que al estado de ser se ennoblecía;
El sol, el firmamento,
Daban luz a su virgen pensamiento
Palpitando en su cráneo modelado
Y las ondas del viento
Repetían su voz, estremecidas;
Y era un mágico acento,
Como ningún acento modulado!...

Rugía el mar; —¡el mar embravecido
Por la ocasión primera!—
Y el aquilón sobre su espalda fiera,
Con bélico alarido,
Gobernaba sus tumbos de pantera.
El cielo encapotado—
Virgen aún de truenos y centellas—
Las tímidas estrellas,
Que inocentes aún resplandecían
Sobre la tierra virgen como ellas.

Por el ábrego rudo sacudidos
Los árboles potentes
Atronaban la selva pavorosa,
Como un coro siniestro de silbidos,
Como un dantesco enjambre de serpientes!
Y en la cárdena raya
De la tierra y el cielo,
Se destacaban las informes fieras
Que trepaban al monte,
y a la pálida luz del horizonte
Proyectaban sus sombras en el llano
Como bandada negra de quimeras
Atravesando el pensamiento humano!

Y fue la noche —¡la primera noche
Que al hombre sorprendía
Era el primer misterio
Que ejercía su imperio
Y a la humana razón sobrecogía!—
¡Y el hombre huyó!... Sus crines vigorosas
Cual bélico plumero,
Desparramaba al viento,
LLevando en sus espaldas poderosas
Su cachorro primero,
Fruto gigante de su amor violento!

De peñasco en peñasco desprendido
Iba como las piedras derrumbadas,
Juntando su alarido
Al salvaje rugido
De las fieras del bosque atribuladas;

Y en el peñón más árido y desierto,
Colgado, allá, sobre el abismo abierto,
Fue a sepultar la sudorosa frente,
En el seno turgente
De su atlética esposa,
Al resplandor de su pupila ardiente,
Bajo los besos de su boca ansiosa!

La mañana primera
Le halló en su lecho púdico dormido...
Desde entonces el águila altanera,
Como el primer,varón sobrecogido,
Sólo cuelga su nido
De la roca más áspera y más fiera.

Quién es aquel que tala y que destroza
El bosque virgen bajo el hacha impía,
Para elevar sobre el labrado suelo
Esa gruta modelo
Que al furor de los siglos desafía;

Quién es aquel que doma y que devora
Las fieras de la tierra
Y las aves altísimas del cielo,
Y en frágil barquichuelo
Surca las aguas de la mar traidora;
Quién es aquel que intenta
Medir la inmensidad del firmamento,
Y palpar sus arcanos,
Y pulsar con sus manos
La pulsación eterna de los mundos;
Y en los cielos profundos
Verles surgir, crecer, aproximarse,
Pasar ante sus ojos
Cual procesión de monstruos desbocados,
Y en los antros ignotos abismarse!
Quién es aquel que vive sobre el mundo
Sin más ley ni más Biblia que su antojo,
Cuyo potente arrojo
Enfrenta el rayo y encamina el viento,
Quién es aquel que doma y que sujeta
Su propio corazón en un momento;
Quién es aquel, quién es, que no respeta
Más Dios, que la Razón y el Pensamiento!

¡Helo aquí! ¡Con el rostro misterioso
Echado sobre el pecho,
Como un Dios meditando caviloso!
Bajo su pobre techo
Fermenta el rayo y explosiona el trueno;
Y en su cráneo saliente y ojeroso,
Que el escalpelo del estudio labra,
Se anida la palabra,
La estrofa del poeta,
Y la nota brillante y cristalina,
Su potencia divina
Engendra con el verso y la paleta!

No es el Adán salvaje
De las vírgenes horas de la tierra,

Saltando fugitivo,
Como cervato esquivo,
De risco en risco en la escarpada sierra;

El rayo, la tormenta y el estruendo
Del huracán helado,
Que atribulan al mar en sus barreras,
Hacen temblar de espanto a las panteras
Y al secular abeto bambolean
En su tronco de lavas y granito,
No le arrancan un grito,
Ni su gigante espíritu flaquean!
El hueco de las tumbas,
Do sólo anida el pájaro sombrío,
Y el mismo cráneo disecado y yerto
De cóncavo desierto,
Sólo dicen a su alma,
Que el alma en esos cóncavos no ha muerto.

El trono ebúrneo do dictaban leyes
Los poderosos reyes,
Bajo su brazo hercúleo bambolea
Para hundirse en la cripta del olvido:
Guerrero envejecido
Que desarman las armas de la Idea!

El olimpo desierto de los dioses
No tiene rayos que a la tierra vibre,
Y al yugo de los hombres
No rinden hombres su cabeza libre!

¡Todo progresa! ¡Hasta la estrella errante
que los orbes eternos atraviesa,
Juntando la materia a la materia,
Y el átomo a los átomos, progresa!...
El cielo que no acaba—
Que no acaba jamás— con sus meteoros,
Sus soles que fecundan
Y a millares de mundos iluminan,
Sus escuadrones de astros que caminan,
Cual errantes vestigios,
En órbitas de siglos y de siglos;
Y el insaciable beso
En que viven los átomos asidos,
Son la imagen eterna del Progreso!

¡Allá vuela, allá va! Sobre su frente

Desterrando las sombras del averno—
Como la luz del sol en el oriente:
Bajo su planta atlética espolea
El monstruo volador de férreas carnes,
Y en su diestra gigante,
Cual Júpiter tonante,
Vibra el rayo bendito de la Idea...
Helo, sobre la cumbre,
Sin que el empíreo mismo le deslumbre,
Hablar con Dios de ciencia cara a cara,
ígneos los ojos de inspirada lumbre,
Y la sandalia humana sobre el ara!

Como se salvan en la cruel borrasca—
Cuando el bajel de guerra
A su furor desolador se humilla
La indefensa barquilla
Y la verde hojarasca
De las flotantes algas del océano:
Quedó prendida al corazón humano,
Como entre abismos la violeta alpina,
Una pasión divina,
Para reinar con cetro soberano!

¡Todo pasó! Pero su fuego santo,
Como mística tea
Al sombrío ramaje
Del bosque a las deidades consagrado,
Alumbró el casto pecho delicado
Del trovador en el luciente traje,
Y el pecho abierto del Adán salvaje,
De cortantes guijarros adornado!

¡Todo progresa! El hombre primitivo
No deja ya sobre la tierra nuestra
Más que el mudo esqueleto
Que la mano del geólogo secuestra
Del seno de la tierra, carcomido;
Pero, en su pecho cóncavo y callado,
Como un altar desierto y derruido,
También un corazón enamorado,
Como late en los nuestros, ha latido!

Y cuando al labio del rencor ajeno
Nuestra vida envenena:
El casto labio de la esposa amante
Nos absorbe el veneno,
Como al primer varón atribulado
El primer beso de su esposa errante!

jueves, 9 de diciembre de 2010

ALTAZOR de Vicente Huidobro. Las 2001 Noches nº 13

PREFACIO

Nací a los treinta y tres años, el día de la muerte de Cristo; nací en el Equinoccio, bajo las hortensias y los aeroplanos del calor.

Tenia yo un profundo mirar de pichón, de túnel y de automóvil sentimental. Lanzaba suspiros de acróbata.

Mi padre era ciego y sus manos eran más admirables que la noche.

Amo la noche, sombrero de todos los días.

La noche, la noche del día, del día al día siguiente.

Mi madre hablaba como la aurora y como los dirigibles que van a caer. Tenía cabellos color de bandera y ojos llenos de navíos lejanos.

Una tarde, cogí mis paracaídas y dije: «Entre una estrella y dos golondrinas». He aquí la muerte que se acerca como la tierra al globo que cae.

Mi madre bordaba lágrimas desiertas en los primeros arcos-iris.

Y ahora mi paracaídas cae de sueño en sueño por los espacios de la muerte.

El primer día encontré un pájaro desconocido que me dijo: «Si yo fuese dromedario no tendría sed. ¿Qué hora es?» Bebió las gotas de rocío de mis cabellos, me lanzó tres miradas y media y se alejó diciendo: «Adiós» con su pañuelo soberbio.

Hacia las dos de aquel día, encontré un precioso aeroplano, lleno de escamas y caracoles. Buscaba un rincón del cielo donde guarecerse de la lluvia.

Allá lejos, todos los barcos anclados, en la tinta de la aurora. De pronto, comenzaron a desprenderse, uno a uno, arrastrando como pabellón jirones de aurora incontestable.

Junto con marcharse los últimos, la aurora desapareció tras algunas olas desmesuradamente infladas.

Entonces oí hablar al Creador, sin nombre, que es un simple hueco en el vacío, hermoso como un ombligo.

«Hice un gran ruido y este ruido formó el océano y las olas del océano.

»Este ruido irá siempre pegado a las olas del mar y las olas del mar irán siempre pegadas a él, como los sellos en las tarjetas postales.

»Después tejí un largo bramante de rayos luminosos para coser los días uno a uno; los días que tienen un oriente legítimo o reconstituido, pero indiscutible.

»Después tracé la geografía de la tierra y las líneas de la mano.

»Después bebí un poco de cognac (a causa de la hidrografía).

»Después creé la boca y los labios de la boca, para aprisionar las sonrisas equívocas y los dientes de la boca para vigilar las groserías que nos vienen a la boca.

»Creé la lengua de la boca que los hombres desviaron de su rol, haciéndola aprender a hablar... a ella, ella, la bella nadadora, desviada para siempre de su rol acuático y puramente acariciador».

Mi paracaídas empezó a caer vertiginosamente. Tal es la fuerza de atracción de la muerte y del sepulcro abierto.

Podéis creerlo, la tumba tiene más poder que los ojos de la amada. La tumba abierta con todos sus imanes. Y esto te lo digo a ti, a ti que cuando sonríes haces pensar en el comienzo del mundo.

Mi paracaídas se enredó en una estrella apagada que seguía su órbita concienzudamente, como si ignorara la inutilidad de sus esfuerzos.

Y aprovechando este reposo bien ganado, comencé a llenar con profundos pensamientos las casillas de mi tablero:

«Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimientos de placer o de agonía.

»Se debe escribir en una lengua que no sea materna.

»Los cuatro puntos cardinales son tres: el Sur y el Norte.

»Un poema es una cosa que será.
»Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.

»Un poema es una cosa que nunca ha sido, que nunca podrá ser.

»Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.

»Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.»

Tomo mi paracaídas, y del borde de mi estrella en marcha, me lanzo a la atmósfera del último suspiro.

Ruedo interminablemente sobre las rocas de los sueños, ruedo entre las nubes de la muerte.

Encuentro a la Virgen sentada en una rosa, y me dice:

«Mira mis manos: son trasparentes como las bombillas eléctricas. ¿Ves los filamentos de donde corre la sangre de mi luz intacta?

»Mira mi aureola. Tiene algunas saltaduras, lo que prueba mi ancianidad.

»Soy la Virgen, la Virgen sin mancha de tinta humana, la única que no lo sea a medias, y soy la capitana de las otras once mil que estaban en verdad demasiado restauradas.

»Hablo una lengua que llena los corazones según la ley de las nubes comunicantes.

»Digo siempre adiós, y me quedo.

»Ámame, hijo mío, pues adoro tu poesía y te enseñaré proezas aéreas.

»Tengo tanta necesidad de ternura, besa mis cabellos, los he lavado esta mañana en las nubes del alba y ahora quiero dormirme sobre el colchón de la neblina intermitente.

»Mis miradas son un alambre en el horizonte para el descanso de las golondrinas.

»Ámame».

Me puse de rodillas en el espacio circular y la Virgen se elevó y vino a sentarse en mi paracaídas.

Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas.

Las llamas de mi poesía secaron los cabellos de la Virgen, que me dijo gracias y se alejó, sentada sobre su rosa blanda.

Y heme aquí solo, como el pequeño huérfano de los naufragios anónimos.

Ah, qué hermoso... qué hermoso.

Veo las montañas, los ríos, las selvas, el mar, los barcos,

las flores y los caracoles.

Veo la noche y el día y el eje en que se juntan.

Ah, ah, soy Altazor, el gran poeta, sin caballo que coma alpiste, ni caliente su garganta con claro de luna, sino con mi pequeño paracaídas como un quitasol sobre los planetas.

De cada gota del sudor de mi frente hice nacer astros, que os dejo la tarea de bautizar como a botellas de vino.

Lo veo todo, tengo mi cerebro forjado en lenguas de profeta.

La montaña es el suspiro de Dios, ascendiendo en termómetro hinchado hasta tocar los pies de la amada.

Aquél que todo lo ha visto, que conoce todos los secretos sin ser Walt Whitman, pues jamás he tenido una barba blanca como las bellas enfermeras y los arroyos helados.

Aquél que oye durante la noche los martillos de los monederos falsos, que son solamente astrónomos activos.

Aquél que bebe el vaso caliente de la sabiduría después del diluvio obedeciendo a las palomas y que conoce la ruta de la fatiga, la estela hirviente que dejan los barcos.

Aquél que conoce los almacenes de recuerdos y de bellas estaciones olvidadas.

El, el pastor de aeroplanos, el conductor de las noches extraviadas y de los ponientes amaestrados hacia los polos únicos.

Su queja es semejante a una red parpadeante de aerolitos sin testigo.

El día se levanta en su corazón y él baja los párpados para hacer la noche del reposo agrícola.

Lava sus manos en la mirada de Dios, y peina su cabellera como la luz y la cosecha de esas flacas espigas de la lluvia satisfecha.

Los gritos se alejan como un rebaño sobre las lomas cuando las estrellas duermen después de una noche de trabajo continuo.

El hermoso cazador frente al bebedero celeste para los pájaros sin corazón.

Sé triste tal cual las gacelas ante el infinito y los meteoros, tal cual los desiertos sin mirajes.

Hasta la llegada de una boca hinchada de besos para la vendimia del destierro.

Sé triste, pues ella te espera en un rincón de este año que pasa.

Está quizá al extremo de tu canción próxima y será bella como la cascada en libertad y rica como la línea ecuatorial.

Sé triste, más triste que la rosa, la bella jaula de nuestras miradas y de las abejas sin experiencia.

La vida es un viaje en paracaídas y no lo que tú quieres creer.

Vamos cayendo, cayendo de nuestro zenit a nuestro nadir y dejamos el aire manchado de sangre para que se envenenen los que vengan mañana a respirarlo.

Adentro de ti mismo, fuera de ti mismo, caerás del zenit al nadir porque ese es tu destino, tu miserable destino. Y mientras de más alto caigas, más alto será el rebote, más larga tu duración en la memoria de la piedra.

Hemos saltado del vientre de nuestra madre o del borde de una estrella y vamos cayendo.

Ah, mi paracaídas, la única rosa perfumada de la atmósfera, la rosa de la muerte, despeñada entre los astros de la muerte.

¿Habéis oído? Ese es el ruido siniestro de los pechos cerrados.

Abre la puerta de tu alma y sal a respirar al lado afuera. Puedes abrir con un suspiro la puerta que haya cerrado el huracán.

Hombre, he ahí tu paracaídas maravilloso como el vértigo.

Poeta, he ahí tu paracaídas, maravilloso corno el imán del abismo.

Mago, he ahí tu paracaídas que una palabra tuya puede convertir en un parasubidas maravilloso como el relámpago que quisiera cegar al creador.

¿Qué esperas?

Mas he ahí el secreto del Tenebroso que olvidó sonreír.

Y el paracaídas aguarda amarrado a la puerta como el caballo de la fuga interminable.

martes, 7 de diciembre de 2010

NACIMIENTO DEL AMOR de Vicente Aleixandre. Las 2001 Noches nº 14

¿Cómo nació el amor? Fue ya en otoño.
Maduro el mundo,
no te aguardaba ya. Llegaste alegre,
ligeramente rubia, resbalando en lo blando
del tiempo. Y te miré. ¡Qué hermosa
me pareciste aún, sonriente, vívida,
frente a la luna aún niña, prematura en la tarde,
sin luz, graciosa en aires dorados; como tú,
que llegabas sobre el azul, sin beso,
pero con dientes claros, con impaciente amor.

Te miré. La tristeza
se encogía a lo lejos, llena de paños largos,
como un poniente graso que sus ondas retira.
Casi una lluvia fina —¡el cielo, azul! — mojaba
tu frente nueva. ¡Amante, amante era el destino
de la luz! Tan dorada te miré que los soles
apenas se atrevían a insistir, a encenderse
por ti, de ti, a darte siempre
su pasión luminosa, ronda tierna
de soles que giraban en torno a ti, astro dulce,
en torno a un cuerpo casi transparente, gozoso,
que empapa luces húmedas, finales, de la tarde,
y vierte, todavía matinal, sus auroras.

Eras tú amor, destino, final amor luciente,
nacimiento penúltimo hacia la muerte acaso.
Pero no. Tú asomaste. ¿Eras ave, eras cuerpo,
alma solo? ¡Ah, tu carne traslúcida
besaba como dos alas tibias,
como el aire que mueve un pecho respirando,
y sentí tus palabras, tu perfume,
y en el alma profunda, clarividente
diste fondo. Calado de ti hasta el tuétano de la luz,
sentí tristeza, tristeza del amor: amor es triste.
En mi alma nacía el día. Brillando
estaba de ti; tu alma en mí estaba.
Sentí dentro, en mi boca, el sabor a la aurora.
Mis sentidos dieron su dorada verdad. Sentí a los pájaros
en mi frente piar, ensordeciendo
mi corazón. Miré por dentro
los ramos, las cañadas luminosas, las alas variantes,
y un vuelo de plumajes de color, de encendidos
presentes me embriagó, mientras todo mi ser a un mediodía,
raudo, loco, creciente se incendiaba
y mi sangre ruidosa se despeñaba en gozos
de amor, de luz, de plenitud, de espuma.

domingo, 5 de diciembre de 2010

UN HOMBRE PASA CON UN PAN AL HOMBRO de César Vallejo. Las 2001 Noches nº 46

Un hombre pasa con un pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

Otro ha entrado a mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Breton?

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después, del infinito?

Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?

Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?

Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?

Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?

Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?

Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no yo sin dar un grito?

sábado, 27 de noviembre de 2010

DUODÉCIMO DIOS O DIOS DE LA LIBERTAD de Miguel Oscar Menassa. Las 2001 Noches nº 90

Juntemos el universo de nuestros sexos
y opongamos
al inexorable límite del tiempo
la siembra permanente.

domingo, 21 de noviembre de 2010

AUNQUE ES DE NOCHE de Leopoldo de Luis. Las 2001 Noches nº 2

«Aunque es de noche»
SAN JUAN DE LA CRUZ

HABÍA atravesado caminos como mundos,
ciudades como tumbas y mares como olvidos
y traía los ojos como sueños profundos,
como cielos heridos.

En sus ojos de sombra nos miramos. Espejos
silenciosos de noche. Luna de soledades.
Emergió nuestra imagen lentamente de lejos,
de perdidas edades.

Se concitaron rostros olvidados, espumas
felices y paisajes que ahora el recuerdo nieva.
Sumidos materiales de vida; leves plumas
que la inocencia eleva.

Manos con sus pequeñas raíces infantiles
que aún descuelgan sus frutos de frías acideces.
Árboles que sombrean avenidas de abriles.
Amor de tantas veces.

Humildes servidumbres de objetos familiares.
Monedas de sonrisas, de rencores, de pena,
con que fuimos comprando años crepusculares
que ahora el dolor ordena.

Huellas como hojas secas, desenterrados dioses
fungibles. Esperanzas de quebrado alabastro.
Clausuradas estancias y pálidos adioses.
Todo súbito rastro.

Nos vimos sucesiva, mortalmente anegados
de oleadas, de tiempo, de lluvias tumultuosas.
Desde los hondos pozos del recuerdo lanzados,
desde sus ciegas fosas.

Hasta aquellos dos nichos de soledad herida
donde se sepultaban inevitables muertos,
donde se reencontraba turbiamente la vida,
los años descubiertos.

Nos sentimos distintos. Hijos de un tiempo extraño.
Nacidos de una tierra que el odio transfigura.
La soledad tenía nuestro propio tamaño,
nuestra misma estatura.

Nos vimos recorriendo planicies de ceniza,
campos donde la sangre rabiosamente prende,
surcos por donde el grano sólo en hambre se eriza,
montes que el sol no enciende.

Albas que rebotaron su terrible pelota
de esquina a esquina y en pretiles ciegos,
por las que desfilamos hacia la tarde rota,
herida a carne y fuego.

Bosque que animaliza, que levanta
levas de instinto torpe, sordas piedras,
cerrando de los pies a la garganta
sus ancestrales yedras.

Nos sentimos nacer entre disparos
de plomo y odio, entre feroz acecho:
ya no éramos aquellos que fuimos, ni los claros
días que están dentro del pecho.

Se nos iban historias, devoraban historias
felices esos ojos, esa fantasmal ave
que trajo hasta las tierras de inocentes memorias
la hombría amarga y grave.

Unos ojos de noche donde nunca hay mirada,
del fondo de los nuestros la vida recogían.
Unos ojos, un hielo, una pena, una nada,
una noche, se abrían.

Una noche se abría como un campo de guerra,
como sangre que sacia el ansia de un desierto,
como un rencor, como una deshabitada tierra.
Una noche se ha abierto.

Desterrados de un alba que el corazón aún sueña,
de un amor, de una aurora que el corazón querría.
Poblando de humo triste, de soledad pequeña,
una casa vacía.

Pero seguimos siempre. La oscuridad tanteamos.
Ciegos, torpes, heridos contra las sombras prietas.
Tenazmente, en el muro de las sombras cavamos
rabiosamente grietas.

Desde la pena puede abrirse la esperanza
como desde la noche nacer la aurora pura.

El corazón del hombre a la luz se abalanza
de una gran hendidura.

De un tajo en la tiniebla, una alegría
donde otros hombres pisarán seguros.
Aunque es de noche vamos elaborando el día
de esos hombres futuros.

Las sendas de la aurora transitan por la falda
sombría de la noche; las que al hombre renuevan
cruzan por nuestro pecho, pesan en nuestra espalda,
nuestros hombros las llevan.

Tajos de luz, tajos de vida, tajos
de esperanza. La noche se estremece.
Caminamos buscándolo: el día en los atajos
del mundo, crece y crece.

Acaso cuando alumbre nos hayamos perdido
ya un poco entre la niebla de nuestra propia pena.
Nuestros pasos cansados resonarán a olvido
por avenidas de callada arena.

Aún tendremos acaso esta antigua costumbre
aún de mirar con extraña manera dolorida.
Porque llevamos dentro, hiriéndonos la lumbre,
y aunque es de noche amamos nuestra vida.

viernes, 19 de noviembre de 2010

DE UN MUNDO A OTRO de Bioy Casares. Las 2001 Noches nº 24


(Fragmento)

V

La madre había muerto en 1994; desde entonces el padre seguía viviendo en la vieja casa de la calle Hortiguera al quinientos (en una casa donde funcionó una prestigiosa imprenta), a pocos pasos del Parque Chacabuco. Cuando Javier fue a despedirse lo encontró en el escritorio, jugando con un lápiz. Tenía buenos colores en la cara; su cabeza, que era grande, parecía desnuda porque estaba rapada. No usaba anteojos. En una jaula había un loro muy verde.

-Vengo a despedirme, padre. Me voy de viaje.

-¿Adónde? -preguntó el padre.

-¿Adónde? -replicó el loro.

-A ver si me ayudas -dijo el padre-. Se ocupa del campo: once letras.

-Agropecuario -contestó Javier.

-Gracias, estoy orgulloso de vos, hijo mío. Otra pregunta: curiosidad sexual. Nunca los hubo y siempre los hay. Doce letras. Concluye en A.

-Hermafrodita.

-¡Qué hijo tengo!

-Tengo -dijo el loro.

-No te alegres demasiado, padre. Me voy de viaje. Si me extrañás como yo te extraño cuando no te veo...

-¿Qué vas a hacer en Montevideo? Antes de irte podrías darme otra mano. Raro. Empieza con H. Once letras.

-No sé qué puede ser, padre: pero me voy, porque estás muy ocupado...

-Cuando empiezo unas palabras cruzadas, no las dejo a medio llenar.. en fin, cuando puedo. Me parece que ha de ser heterogéneo.

-Genio -dijo el loro.
Javier suspiró y dijo:

-Bueno, padre, me voy. Tengo que dejar aquí todo arreglado, porque la ausencia puede ser larga...
El padre se incorporó, lo abrazó y preguntó con voz trémula:

-¿Vas lejos? ¿Por mucho tiempo? ¡Piensa que sin tus visitas no sé qué será de mí!

-¿Qué le vamos a hacer? No creas que me voy muy contento. Hay que sobreponerse... Siempre te quedan las palabras cruzadas y el loro.

-No seas tan severo conmigo.

-No quiero serlo. Vine a despedirme. Trataré de que tengas noticias mías.

-Mías -dijo el loro.

-Sé que no bien te vayas -dijo el padre- me voy a arrepentir de no haberte, preguntado nada sobre tu viaje.

-Prometo -dijo Javier, mientras abrazaba a su padre- tenerte informado.

Cuando salió a la calle respiró profundamente. La visita a su padre lo había entristecido. Ya se sabe: la vida es implacable y cuando la vejez llega nos aísla, nos tapa los oídos, nos quita la luz de los ojos; por todo eso, por un tiempo, nos sumimos en la tristeza y, por último, lo que es mucho peor, caemos en la indiferencia. Sí, por un rato había sentido que su padre estaba fuera de alcance, pero, acaso afortunadamente, en el momento de la separación, o poco antes, dejó ver su tristeza y también su afecto.

Después de caminar unas cuadras encontró un teléfono público, pero no pudo comunicarse Con Margarita, porque el aparato estaba descompuesto.
Se internó en el Parque Chacabuco y un poco en broma lamentó que no fuera de noche, porque entonces habría más probabilidades de que lo asaltaran. Sí, un buen asalto, con el correspondiente maltrato, quizás le permitiera olvidar por un tiempo el malhadado viaje que al día siguiente a la mañana lo alejaría ¿para siempre? de Margarita.

Al anochecer cansadísimo, llegó a la Plaza Irlanda. Comentó consigo que las plazas de Buenos Aires eran hermosas y también la circunstancia extraña, pero desprovista de interés, de que las dos personas a quienes quería abrazar antes de partir vivían cerca de plazas: su padre y Castro, el amigo de toda la vida. Se dijo: estoy pensando en estas necedades, para olvidar lo que me espera. Dobló por la calle Neuquén y a pocos pasos encontró la casa de su amigo. Era diminuta, de techo rojo y en punta, como los de algunos campanarios, y precedida por un jardín exiguo, muy mal cuidado. Castro lo recibió afectuosamente. Muy pronto Javier, que no tenía secretos para él, le anunció el viaje y le explicó la situación con Margarita. El amigo le dijo:

-Yo seré un tipo raro, pero sistemáticamente me opongo a que los otros me obliguen a hacer algo que no quiero. ¿Por qué aceptaste participar en ese viaje espantoso? Nada más que para no separarte de Margarita y ahora, que ella no va ¿por qué inexplicable razón arriesgas la vida? Te digo con la mano en el corazón: lo más probable es que no llegues a ninguna parte y que te pierdas en el espacio. Pero si llegaras a otro mundo, lo que me parece improbable ¿has pensado en lo que allá vas a encontrar? A lo mejor seres rarísimos, que los atacarán a ustedes y los matarán.

Javier se había cuidado muy bien de explicar que por toda tripulación irían él y un astronauta encargado de la conducción de la nave.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

LOS TRABAJOS DE LA POESÍA de Enrique Molina. las 2001 Noches nº 1

El lejano bramido de una noche cuya verde coraza se
abre como un pescado
La influencia de la lluvia con mejillas de invernáculo
errante empañado por el vapor de las plantas
Las ligaduras sueltas que dejan cicatrices invisibles
La música de dos cuerpos escogidos por el amor para
estatuas del fuego levantadas en una llanura infinita
O en la sombra de un puerto perseguida por una garra
de plata
Con las uñas iluminadas como ventanas de hogares
distantes en los que se ve a una pobre muchacha
preparando el alimento para las bestias del sueño.
Los rojos candelabros de palmeras donde silba el exilio
Las agujas de sangre viva los pájaros hacia el fin las
nubes los trajes de lentejuelas marinas
Y el golpe de las pisadas en el extraño planeta llamado
Tierra
Hacen el gusto a liquen de los días
La paciencia insaciable de los hombres
La ahogada del invierno arrojada a otra costa por el
viento.
Ahora veo el país de grandes alas
Limitado lágrima a lágrima por todo aquello que no
vuelve jamás
Atravesado por la emigración de las almas arrastrando
sus pesados cubos de sangre y sus utensilios de
pasión y de cólera
Habitaciones invadidas por helechos gigantescos en las
que acecha la fiera de gris de las mujeres olvidadas
Posando el solitario acaricia la cabellera de la distancia
cubierta de plumas centelleantes y estremecida por
viajeros
Faroles que brillan con un hechizo venenoso
Como la serpiente de las añoranzas eternas cuyo
estuche sombrío
Exhala un olor a mariposas descompuestas dentro de
una caja de terciopelo misterioso envuelta en llamas.
Un desván de cenizas

Un hombre avanzando con su fantasma contra la
bocanada del sueño
Contra esos torbellinos de plumas engastados en
ciertos anillos de pájaro muerto
¡Oh son los antiguos días!
Los alcoholes terrestres:
Un poco de alimentos fríos en un pan tras un trago de
sopa
La momia primaveral en su ataúd de hielo dorado
Un escorpión junto a la llave de la luz en un hotel del
trópico
El cáliz de madera y ocio ofrecido a los monos
por un pequeño vapor en un río del trópico
Y esas trenzas abiertas sobre los senos del amor en
los parajes indescriptibles vistos desde lo alto de una
caricia
O el tañido de platos extranjeros de los cuales se
alimentan algunas mujeres muy tristes atravesadas
por un gemido o un soplo de novela

Y aún desnudas bajo la maldición marina

¡Oh son los antiguos días!
Pasiones miseria y orgullo
Una tienda de antigüedades saqueada por el pájaro de
prensa y esparcida al sol
Y en la que sólo vale el oro lívido del tiempo
Con diocecillos tenebrosos crujiendo bajo tus planta.
Hasta el instante de sorprender esos antros de insomnio donde se
guardan las apariciones
Con noches en cuyo rondo se ven niñas en llamas
O la enferma sentada bajo la luz del plátano
Cubierta de yeso y de magnolias sombrías sobre su alto trono de
tortura que ha labrado el fracaso
Pero más bella que toda primavera y que toda victoria sobre el
mundo
¡La gran ala de plumas inmortales que nace en todo aquello
destinado a la muerte!
Vestidos y rostros y callejuelas anudadas por un mismo suspiro de
adiós desesperado
Para que nunca más te maraville
Un abrazo una garganta o un sollozo de mujer que no aluda a esas
hogueras enterradas
Reclamando las mismas joyas tenebrosas para el mismo
esplendor:
La gran aureola de la lejanía
Y esos enigmas de la edad arrastrando pesados trozos insolubles
de una existencia falsa y misteriosa
Con personajes de pulso eterno que laten en la oscuridad inalcanzables
como toda dicha humana
Y convertidos en el resplandor de las cosas que rozaron
poseyeron o soñaron alguna vez
En carne y hueso
Entre la llamarada de la tierra.

viernes, 12 de noviembre de 2010

YÁNOVER, POETA Y AMANTE DE LOS LIBROS. Las 200 Noches nº 67


Por Juan Jacobo Bajarlía
Buenos Aires, Noviembre de 2003

Nació en Córdoba el 3 de diciembre de 1929, y murió en Buenos Aires el 8 de octubre de 2003. Fueron 73 años de intensa labor, en los que dejó un recuerdo y una labor que los argentinos inscribirán en los anales de la literatura.

La vida y la muerte, el amor, las alegrías del descubrimiento y las inquietudes repartidas entre el afán de batallar y la existencia siempre esquiva, acaso colgada de un hilo invisible, fueron las constantes en que inscribió su poesía.

Poeta enamorado de los clásicos que recurrían al asonante y la metáfora, concretó en Elegía y la gloria (1958) un conjunto de poemas en los que destacó la importancia de una escritura que tenía por adalid a Leopoldo Lugones. Así, en el poema 21 de esta obra, nos dice:

Veo paredes recién pintadas que la
humedad manchará,
veo muebles que se harán monotonía
en el paisaje.
Veo parejas que se odiarán cuando el amor
como la ropa vieja, se deshilache,
y cuando las manchas que dejan las palabras
abran heridas hondas, infranqueables.

El mismo rigor observamos en sus otros libros: Arras para otra boda (1964), Otros poemas (1989) y Antología poética (1996).

Pero en esta última obra hay un contacto más insinuante contra lo anecdótico y el descriptivismo, como lo afirmaba Vicente Huidobro en Horizon carré (1917), en cuyos poemas las metáforas pasaban a calidad de términos antitéticos o de realidades más o menos próximas. Esto no le impide el uso de las rimas, porque, paradógicamente estas nada tienen que ver con el fondo de las imágenes.

En lo personal, en relación a las Memorias de un librero (1984), debo agregar que siempre me consiguió las obras que escaseaban o estaban agotadas.

Yo había comenzado a escribir Sables, historias y crímenes, que luego editaría Bruguera, cuando advertí que faltaba el libro de José M. Ramos Mejía: Las neurosis de los hombres célebres en la historia argentina. Yánover movilizó a más de un librero y a los tres días me trajo la obra en una edición encuadernada en La Cultura Popular.

Era gran amigo de sus amigos y de una gran generosidad.

Cierto día, estando yo en su librería de la calle Las Heras, se acercó un individuo pobremente vestido que llevaba un libro finamente encuadernado bajo el brazo. Preguntó por las obras de filosofía, y Yánover le indicó los estantes.

En ese momento yo hablaba de las tres clases de lectores: el bibliómano, que trata toda clase de temas, sean buenos o malos. El bibliófilo, al que sólo le interesan los incunables y las ediciones agotadas. Y al lado de éste el bibliópata, aquel que compraba un volumen porque ostentaba una tapa hermosamente ilustrada y estaba impecablemente impreso. El bibliópata acaricia la tapa, le pasa repetidamente su mano, como si estuviera acariciando el rostro de una mujer.

Mientras charlaba de todo esto, Yánover observó un movimiento sospechoso del desconocido. Alcanzó a ver un hueco en la estantería y un rápido acomodamiento del libro encuadernado que traía bajo el brazo. Este libro era hueco, y en él cabía cualquiera otro libro. Luego, cerrada su tapa, era imposible de saber que se trataba de un "artilugio" para introducir libros en su hueco.

El desconocido, realizada la maniobra, salió rápidamente de la librería. Pero Yánover le dio alcance en la calle, socorrido por un agente de policía que sospechó el hurto.

- ¿Lo llevo a la comisaría? -preguntó el agente. Pero Yánover, abriendo el "artilugio" recuperó su libro y vio la cara de sufrimiento del desconocido.

- No es nada -contestó. Lo corrí para que me devolviera un libro que le había prestado.

El agente liberó al ladrón mientras Yánover me decía al oído:

- Quedará para una nueva edición de mis Memorias.

Así era Héctor Yánover, el preocupado director de la Biblioteca Nacional que administró celosamente como si fuera su librería.



HÉCTOR YÁNOVER
Argentina, 1929

HIROSHIMA


Doscientos ochenta mil muertos, compañeros.
Y una muñeca de arcilla los recuerda.
Una semana de años los recubren
a los doscientos ochenta mil muertos,
y otra vendrá, y vendrán otras,
pero nunca jamás olvidaremos.
Eran las ocho y treinta en la mañana,
un seis de agosto y fría era la muerte.
La guerra despedía sus veleros
con doscientos ochenta mil muertos
sorprendidos en la luz de su última mañana.
Sesenta millones precedían esta súbita muerte,
y eran pobres, mendigos, claudicantes,
señores, obreros y poetas;
resortes de ciudad en la mañana,
palanca de las horas venideras,
centrífugas del mal, del bien, del hambre,
del sol de fiesta, de la noche y luna.

lunes, 1 de noviembre de 2010

ROMPE LA LUZ DONDE NINGÚN SOL BRILLA de Dylan Thomas. Las 2001 Noches nº 63

Rompe la luz donde ningún sol brilla;
donde ningún mar corre, las aguas del corazón
pujan en sus mareas;
y, espectros rotos con luciérnagas en sus cabezas,
las cosas de la luz
desfilan por la carne donde ninguna carne cubre los huesos.

Una vela en los muslos
calienta juventud y simiente y abrasa las semillas de la edad;
donde ninguna semilla palpita,
el fruto del hombre se desarruga en los astros,
brillante como un higo;
donde la cera no existe, muestra la vela sus cabellos.

Rompe el alba tras los ojos;
desde los polos del cráneo y el pie, las ráfagas de sangre
se deslizan como un mar;
ni cercados ni estacados los pozos del cielo
surten hacia la vara
que adivina en la sonrisa el petróleo de las lágrimas.

La noche en las cuencas ronda,
como luna de brea, el límite de los globos;
el día alumbra el hueso;
donde el frío no existe, desuella el vendaval
el manto del invierno;
la piel de la primavera está colgando de los párpados.

Rompe la luz en solares secretos,
en puntas de pensamiento donde los pensamientos huelen bajo la lluvia;
donde mueren las lógicas,
crece a través del ojo el secreto del suelo
y la sangre salta bajo el sol;
sobre las parcelas baldías el alba se detiene.

lunes, 18 de octubre de 2010

LA ÚNICA HERIDA de Alejandra Pizarniz. Las 2001 Noches nº 13


¿Qué bestia caída de pasmo
se arrastra por mi sangre
y quiere salvarse?

He aquí lo difícil:
caminar por las calles
y señalar el cielo o la tierra.


miércoles, 13 de octubre de 2010

LOS QUE SE QUEDARON de Norma Menassa. Las 2001 Noches nº 112


Tiempos extraños, lejanos de perfumes y cabellos al viento.
La edad pasó en horas congeladas y tardes de tedio,
corriendo por las avenidas al ulular de las sirenas
que enfriaban las hojas de los árboles,
antaño reverdecidas de sol y sacrilegios
cometidos en crueldades sin nombres,
sólo lápidas de mármol convertidas
en blancas banderas de rendición.

¿Qué demonios arrojaban azufre sobre los adoquines,
apisonados rectángulos prisión de hierro y piedra
que partía los solitarios cuerpos de los jóvenes,
enrojecidos, tristes de sangre de crepúsculos y muerte
anticipada,
que congelaba el alma?

En los exilios pienso... Y quedo detenida en el espacio,
y desciendo en silencio los escalones del despojo,
y mi carne no responde ya al estremecimiento
y abandonada yerra por laberintos ciegos
lejos de cualquier sueño.

Cómplices del silencio, del crimen, de la hoguera,
nos quedamos mirando los frentes de las casas
sin ángeles pintados, sin olor a glicinas,
con gorriones de luto y un otoño empalideciendo
la vida de los que no partimos, sin saber por qué causa
la escarcha y el glaciar mantienen la distancia.

Después la noria continuó girando,
pero no pudo con los lechos urgentes robados a la luna
que saben a agonías,
con las sonrisas detenidas en bordes de locura,
y pieles desmayadas en frentes apretadas por latidos estériles
con vapores de espanto.

No pudo con lo inútil de un llanto,
un llanto de fantasmas que atravesaban sombras
en regiones de mausoleos de ónix,
donde esta vez el ave se quedó de tutela durmiendo
de costado.

sábado, 2 de octubre de 2010

PAISAJE de Vicente Aleixandre. Las 2001 Noches nº 107


Desde lejos escucho tu voz que resuena en este campo,
confundida con el sonido de esta agua clarísima que desde
aquí contemplo;
tu voz o juvetud, signo que siempre oigo
cuando piso este verde jugoso siempre húmedo.

No calidad de cristal,
no calidad de carne, pero ternura humana,
espuma fugitiva, voz o enseña o unos montes,
ese azul que a lo lejos es siempre prometido.

No, no existes y existes.
Te llamas vivo ser,
te llamas corazón que me entiende sin que yo lo sospeche,
te llamas quien escribe en el agua un anhelo, una vida,
te llamas quien suspira mirando el azul de los cielos.

Tu nombre no es el trueno rumoroso que rueda
como solo una cabeza separada del tronco.
No eres tampoco el rayo o súbito pensamiento
que ascendiendo del pecho se escapa por los ojos.

No miras, no, iluminando ese campo,
ese secreto campo en el que a veces te tiendes,
río sonoro o monte que consigue sus límites,
frente a la raya azul donde unas manos se estrechan.

Tu corazón tomando la forma de una nube ligera
pasa sobre unos ojos azules,
sobre una limpidez en que el sol se refleja;
pasa, y esa mirada se hace gris sin saberlo,
lago en que tú, oh pájaro, no desciendes al paso.

Pájaro, nube o dedo que escribe sin memoria;
luna de noche que pisan unos desnudos pies;
carne o fruta, mirada que en tierra finge un río;
corazón que en la boca bate como las alas.

lunes, 6 de septiembre de 2010

ELLA de Vicente Huidobro. Las 2001 Noches nº 47


Ella daba dos pasos hacia delante
Daba dos pasos hacia atrás
El primer paso decía buenos días señor
El segundo paso decía buenos días señora
Y los otros decían cómo está la familia
Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo

Ella llevaba una camisa ardiente
Ella tenía ojos de adormecedora de mares
Ella había escondido un sueño en un armario oscuro
Ella había encontrado un muerto en medio de su cabeza

Cuando ella llegaba dejaba una parte más hermosa muy lejos
Cuando ella se iba algo se formaba en el horizonte para esperarla

Sus miradas estaban heridas y sangraban sobre la colina
Tenía los senos abiertos y cantaba las tinieblas de su edad
Era hermosa como un cielo bajo una paloma

Tenía una boca de acero
Y una bandera mortal dibujada entre los labios
Reía como el mar que siente carbones en su vientre
Como el mar cuando la luna se mira ahogarse
Como el mar que ha mordido todas las playas
El mar que desborda y cae en el vacío en los tiempos de abundancia

Cuando las estrellas arrullan sobre nuestras cabezas
Antes que el viento norte abra sus ojos
Era hermosa en sus horizontes de huesos
Con su camisa ardiente y sus miradas de árbol fatigado
Como el cielo a caballo sobre las palomas

domingo, 1 de agosto de 2010

AMOR PERDIDO. LA JUVENTUD de Miguel Oscar Menassa. Las 2001 Noches nº 103

IV

Nunca te dejes llevar por torpes sentimientos.
No ames, demasiado, el puro amor del alba
ni bebas, demasiado, del néctar de los labios
ni mires, demasiada, televisión por las noches
ni vayas a la guerra ni mates por la espalda.

No te dejes coger por la miseria de los ricos
ni por las ambiciones malignas de los pobres.
Tú tranquilo, hombre, que no pasa nada.
No te dejes engañar por el amor de una mujer
y mucho menos por el amor de un hombre.

Lo mejor de todo es no servirle a nadie y
trabajar duro, por las dudas nadie te sirva a ti.
Y después si todo lo bueno no te alcanza
escribe versos de costado, sin caer en el abismo,
sin derramarte en lágrimas, sin morir en el final,
sin abrirte, sin llamar la atención, un verso sólo,
fuerte, que desgarre las fibras de las letras,
pero que a ti te pase por encima, más allá de tu carne.

Después, descansa, toca la lira y canta en extranjero,
así, cuando ya nadie, nadie, pueda comprenderte,
serás, enteramente, libre, abierto a la vejez.

Miguel Oscar Menassa
Candidato al Premio Nobel de Literatura 2010
www.menassacandidatopremionobelliteratura2010.com

jueves, 1 de julio de 2010

LLAMA VERDADERA de Edgar Bayley. Las 2001 Noches nº 71


llama verdadera del instante
ir y venir de la noche
el sueño es ágil
todo lo descubre
un aire nace
temblor oscuro
que nadie detendrá

herida
llama de mi frontera
violencia callada
sin desmayo
la mano se contrae
y el corazón
enturbia el despertar
tu canto volverá
entre las hojas
ramaje de piedad
alba presente
salve canción infinita

me detengo
veo muy poco
antigua faz
sangre del desamor

odio alado
pasión escindida
pero
libre se levanta el ruiseñor
nuevas mañanas llegan
se mueve el oro del aire
y entre la hierba
crecen nuevas voces

ahora puedes bajar
al claro del cielo
preguntar por las horas
por las hijas dilectas
y abrir la luz lejana
sin prisa

aquí un viento llega
poco a poco
y da la bienvenida
tu silencio es ventura
y el amor tiene el tiempo abundante
de la tierra

oh valle compartido
a medianoche

breve sosiego del agua
isla hermana en elocuencia
país de sombra y aire
paraje de corriente
una y otra vez
se cruzan los heraldos
y la música nace
venciendo los sentidos

lunes, 21 de junio de 2010

RETORNO DE LA DULCE LIBERTAD de Rafael Alberti. Las 2001 Noches nº 31

Podías, cuando fuiste un marinero en tierra,
ser más libre que ahora,
yéndote alegremente,
desde las amarradas comarcas encendidas
de tu recién nacido soñar, por los profundos
valles de huertos submarinos, por las verdes
laderas de delfines, sumergidos senderos
que iban a dar a dulces sirenas deseadas.
Podías, bien podías entonces, bien podías,
sin lágrimas inútiles, sin impuestas congojas,
viajar, llenos de viento los labios, con un golpe
de abierta luz en medio del corazón, bien alta
la valerosa vida cayendo de tu frente.
¿En dónde las fronteras entonces, ese miedo,
ese horror a los límites,
ese cerco que escuchas avanzar en la noche
como un triste mandato que ha de cumplirse al alba?
Libertad, dulce mía,
por muy niña que fueses,
por más chicos que fueran tus tiernos pasos, dime,
contéstame si aún tus pequeños oídos
me conocen: ¿No intentas, fugitiva y cantando,
retornarme a tus libres comarcas venturosas?
¿Quién te encarcela, dime? Dí, ¿quién te pone grillos?
¿Quién te esposa las alas y quién, dime, cerrojos
clava en tu lengua y sombras pone sólo en tus ámbitos?
Libertad, no me dejes. Vuelve a mí, dura y dulce,
como fresca muchacha madurada en la pena.
Hoy mi brazo es más fuerte que el de ayer, y mi canto,
encendido en el tuyo, puede abrir para siempre,
sobre los horizontes del mar, nuestra mañana.

sábado, 5 de junio de 2010

BARATO, SE LIQUIDA de Vladimir Maiacovski. Las 2001 Noches nº 110


A ti, mujer que pasas y te busco,
o a ti, transeúnte, a quien miro simplemente.
Todos pasáis temerosos apretando los bolsillos.
¡Ridículos!
¡A los pobres,
qué pueden robarles!
Pasarán los años,
lo sabrán ustedes,
tal vez, yo,
candidato a dos metros de la morgue municipal,
soy infinitamente más rico
que cualquier Pierpont Morgan.

Al cabo de muchos años,
ya no viviré,
moriré de hambre
o un tiro me pegaré.
A mí,
al de fuego,
me estudiarán los profesores,
hasta los puntos y las comas,
y hablarán de dónde y cómo,
y cuándo vivió y nació...
Y desde la cátedra,
un idiota de frente saliente,
recordará a Dios o al demonio.
Se inclinará la muchedumbre,
adorándome inquieta,
y no me reconocerán.
Dibujarán una cabeza colgante,
con cuerpos o con aureola.
Y todas las estudiantes,
antes de dormirse,
soñarán acostadas sobre mis versos.

Soy pesimista -dicen-
¡Ya lo sé!
¡Siempre habrá aprendices en la tierra!
Pero al fin,
escuchadme.
Todo lo que posee mi alma,
todo,
¿a ver quién se atreve a medir esta hondura?
Toda la maravilla,
que en la eternidad adornará mi paso,
y aun mi propia inmortalidad,
que tronando por todos los siglos,
juntará a mis admiradores de rodillas,
en el mundo y siempre.
¿Todo eso, quieren?
Lo doy en seguida
por una sola palabra,
cariñosa,
humana.

¡Gente!
¡Venid, levantando polvo por las avenidas,
aplastando cuerpos, pisando rostros.
Venid de toda la tierra,
hoy,
en San Petersburgo,
en la calle Nadiezda
por menos de un kopek
se liquida una valiosísima corona,
por una palabra humana.
¿Barato, verdad?
¡Anda,
prueba encontrarla!

miércoles, 2 de junio de 2010

AFORISMOS. Las 2001 Noches nº 6

HERÁCLITO DE EFESO

1

-Aunque esta Verdad sea eterna, no la comprenden los hombres ni antes de haber sabido de ella ni cuando se enteran por primera vez. y aunque el universo se desenvuelve según esta Verdad, los hombres parecen no tener experiencia alguna [de ella] cuando se ejercitan en palabras y hechos semejantes a aquellos cuya naturaleza contraria yo separo y explico aquí. Los demás hombres no se dan cuenta de lo que hacen despiertos, así como olvidan lo que hacen cuando duermen.

2

-Es necesario entonces seguir lo que es común. Pero aunque esta Verdad sea común, la muchedumbre vive como si tuviese una inteligencia individual.

4

-Si la felicidad consistiese en las satisfacciones del cuerpo, entonces diríamos que los bueyes son felices cuando encuentran hierbas para comer.

5

-En vano tratan de purificarse lavándose con sangre, como si quien se metió en el barro con barro se limpiara. Insensato parecería a aquél que observara tal acción! y aun dirigen sus plegarias a las imágenes de la divinidad, como si se pudiese hablar con las paredes, sin procurar

miércoles, 26 de mayo de 2010

LA MONEDA DE HIERRO de Jorge Luis Borges. las 2001 Noches nº 65


Aquí está la moneda de hierro. Interroguemos
las dos contrarias caras que serán la respuesta
de la terca demanda que nadie no se ha hecho:
¿Por qué precisa un hombre que una mujer lo quiera?
Miremos. En el orbe superior se entretejen
el firmamento cuádruple que sostiene el diluvio
y las inalterables estrellas planetarias.
Adán, el joven padre, y el joven Paraíso.
La tarde y la mañana. Dios en cada criatura.
En ese laberinto puro está tu reflejo.
Arrojemos de nuevo la moneda de hierro
que es también un espejo mágico. Su reverso
es nadie y nada y sombra y ceguera. Eso eres.
De hierro las dos caras labran un sólo eco.
Tus manos y tu lengua son testigos infieles.
Dios es el inasible centro de la sortija.
No exalta ni condena. Obra mejor: olvida.
Maculado de infamia ¿por qué no han de quererte?
En la sombra del otro buscamos nuestra
sombra;
en el cristal del otro, nuestro cristal recíproco.

martes, 25 de mayo de 2010

UN HOMBRE TREPA POR LAS PAREDES Y SUBE AL CIELO de Edgar Bayley. las 2001 Noches nº 71


Colgado de una soga
el hombre que escala las paredes
tiene fuertes zapatones con clavos
Escala las paredes
porque ha olvidado las llaves de su casa
y mientras escala las paredes
hasta llegar al piso trece
se detiene algunos momentos
en los balcones de cada piso
donde aspira al olor de los geranios
las madreselvas
las hortensias
y los malvones
Hay sol
gallardetes
vendedores ambulantes
y más allá está el río
y más allá los puentes
por donde se va a la pampa
Abajo están los niños
que salen de las escuelas
y por el cielo pasan aviones y pájaros
y sombreros de anchas alas
que el viento arrancó a los desprevenidos
La soga ha sido atada a la viga
que sobresale en la azotea
Un hombre la ciñó a su cintura
y asciende tomándose de la soga
con sus manos enguantadas
Usa un chaleco floreado y una gorra a cuadros
Debe llegar al piso trece
donde tiene que regar unos claveles
pisar maíz
escribir unas cartas
y preparar una cazuela
Sube lentamente
y en cada piso se detiene un rato para descansar
Entra en el balcón de cada piso
y se sienta en un sillón
o se extiende sobre una reposera
y conversa con la vecina o los vecinos
y acepta un café o un mate
o deja caer un chorro de una bota de vino
en su garganta
o juega a las cartas
o escucha confidencias y da consejos
y cuenta algún episodio de su vida
hasta que saluda y se va
y sigue trepando por las paredes
colgado de una soga
Es el hombre que tiene fuertes zapatones con clavos
y un chaleco floreado y una gorra a cuadros
que olvidó las llaves de su casa
y aspira el olor de los geranios
y debe llegar al piso trece
antes de que aparezcan los búhos
y se iluminen las ventanas
Están los pájaros y el río allá lejos
y el césped del parque
y los caballos que galopan por la llanura
y esta silla desvencijada
y la bañera
fuera de uso
llena de tierra y de flores
y el mar y el navío que se acerca
y la lagartija que se escurre entre las rocas
y el vendedor de diarios que desde abajo
le grita consejos y advertencias
mientras el hombre vuela
asciende
conquista cada piso con esfuerzo
y mira siempre hacia arriba
la tierra está lejos
el cielo está lejos
El hombre que trepa por las paredes
colgado de una soga
cuando entra en una casa por el balcón
es bien recibido por los vecinos
y él trata de ser útil
pero en uno de los pisos
una mujer inesperada
que es una sola
y al mismo tiempo
todas las mujeres de su vida
le pide que la lleve con él
Entonces ella se ata también con la soga
y sube con el hombre
más allá del piso trece
hacia las nubes
el aire libre
el cielo
el viento
entre los geranios
las sombrillas
las reposeras
sobre puentes y puestos de diarios
y mástiles
y enredaderas
y algunas gotas
y semillas
y sueños
con su gorra a cuadros
con su chaleco floreado
con su enamorada de siempre

lunes, 24 de mayo de 2010

PATERNIDAD de Cesare Pavese. Las 2001 Noches nº 78


Fantasía de la mujer que baila, y del viejo
que es su padre y la llevó en la sangre
y la hizo una noche, gozando en el lecho, todo desnudo.
Ella se apura para llegar con tiempo a desvestirse,
y otros viejos esperan. Todos
le devoran, cuando salta a bailar, la fuerza
de las piernas con los ojos, pero los viejos tiemblan.
Casi desnuda está la joven. Y los jóvenes miran
con sonrisas, y hay quien quisiera estar desnudo.

Se parecen a su padre los viejos entusiastas
y son todos, bamboleantes, una sobra de cuerpo
que ha gozado otros cuerpos. También los jóvenes un día
serán padres, y la mujer es para todos una sola.
Hay un silencio. Una alegría profunda
tiene la oscuridad frente a la joven viva.
Todos los cuerpos no son más que un cuerpo, uno solo
que se mueve clavando las miradas de todos.

Esta sangre, que recorre los miembros rectos
de la joven, es la sangre que se hiela en los viejos;
y su padre que fuma en silencio, calentándose,
no salta, pero ha hecho la hija que baila.
Hay un olor y un ímpetu en el cuerpo de ella
que es el mismo en el viejo, y en los viejos.
En silencio fuma el padre y la espera que vuelva, vestida.
Esperan todos, jóvenes y viejos, y la miran;
y cada uno, al beber solo, se acordará de ella.

sábado, 22 de mayo de 2010

EN TANTO QUE DE ROSA Y DE AZUCENA de Garcilaso de la Vega. Las 2001 noches nº 87


En tanto que de rosa y de azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
con clara luz la tempestad serena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, un vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera
por no hacer mudanza en su costumbre.

viernes, 14 de mayo de 2010

PREPARATIVOS DE VIAJE de Dámaso Alonso. Las 2001 Noches nº 106

Unos
se van quedando estupefactos,
mirando sin avidez, estúpidamente, más allá, cada vez
más allá,
hacia la otra ladera.

Otros
voltean la cabeza a un lado y otro lado,
sí, la pobre cabeza, aún no vencida,
casi
con gesto de dominio,
como si no quisieran perder la última página de un libro
de aventuras,
casi con gesto de desprecio,
cual si quisieran
volver con despectiva indiferencia las espaldas
a una cosa apenas si entrevista,
mas que no va con ellos.

Hay algunos
que agitan con angustia los brazos por fuera del embozo,
cual si en torno a sus sienes espantaran tozudos
moscardones azules,
o cual si bracearan en un agua densa, poblada de invisibles
medusas.

Otros maldicen a Dios,
escupen al Dios que les hizo,
y las cuerdas heridas de sus chillidos acres
atraviesan como una pesadilla las salas insomnes del
hospital,
hacen oscilar como un viento sutil
las alas de las tocas
y cortan el torpe vaho del cloroformo.

Algunos llaman con débil voz
a sus madres,
las pobres madres, las dulces madres
entre cuyas costillas hace ya muchos años que se pudren
las tablas del ataúd.

Y es muy frecuente
que el moribundo hable de viajes largos,
de viajes por transparentes mares azules, por archipiélagos
remotos,
y que se quiera arrojar del lecho
porque va a partir el tren, porque ya zarpa el barco.
(Y entonces se les hiela el alma
a aquellos que rodean al enfermo. Porque comprenden).

Y hay algunos, felices,
que pasan de un sueño rosado, de un sueño dulce, tibio
y dulce,
al sueño largo y frío.

Ay, era ese engañoso sueño,
cuando la madre, el hijo, la hermana
han salido con enorme emoción, sonriendo, temblando,
llorando,
han salido de puntillas,
para decir: “¡Duerme tranquilo, parece que duerme muy bien!”
Pero, no: no era eso.

... Oh, sí; las madres lo saben muy bien: cada niño se duerme
de una manera distinta...

Pero todos, todos se quedan
con los ojos abiertos.
Ojos abiertos, desmesurados en el espanto último,
ojos en guiño, como una soturna broma, como una mueca
ante un panorama grotesco,
ojos casi derramados, que miran por fisura, por un trocito
de arco, por el segmento inferior de las pupilas.

No hay mirada más triste.
Sí, no hay mirada más profunda ni más triste.

Ah, muertos, muertos, ¿qué habéis visto
en la esquinada cruel, en el terrible momento del tránsito?
Ah, ¿qué habéis visto en ese instante del encontronazo
con el camión gris de la muerte?
No sé si cielos lejanísimos de desvaídas estrellas, de lentos
cometas solitarios hacia la torpe nebulosa inicial,
no sé si un infinito de nieves, donde hay un rastro de sangre,
una huella de sangre inacabable,
ni si el frenético color de una inmensa orquesta convulsa
cuando se descuajan los orbes,
ni si acaso la gran violeta que esparció por el mundo la
tristeza como un largo perfume de enero,
ay, no sé si habéis visto los ojos profundos, la faz
impenetrable.

Ah, Dios mío, Dios mío, ¿qué han visto un instante esos ojos
que se quedaron abiertos?

lunes, 10 de mayo de 2010

LECTURA AL ATARDECER de Germán Pardo García. Las 2001 Noches nº 66

En un diario cualquiera estoy leyendo:
"Un submarino atómico fue hundido
por fuerzas misteriosas..." Y suspendo

la lectura y me oculto adolorido,
con los ojos a ras de ruina y tierra,
girando en la penumbra y el olvido


de tanta angustia como el mundo encierra,

y ojos y manos en silencio junto.
Tanta impiedad mi corazón aterra

y ya casi sonámbulo pregunto:
¿Tuvieron esperanza esos soldados?
¿Qué quedó de su vida en aquel punto

del hundimiento? ¿Fueron devorados
por el mar implacable en un segundo?
¿Tuvieron esperanza esos soldados?

La pregunta me hiere, ¡oh triste mundo
parecido a una trágica cisterna,
con un rostro sangrante en lo profundo!

Salgo a mirar hacia la vida externa.
Un niño pasa. Y pienso, en mi descanso:
¿qué será de este niño que se interna,

no cual una barquilla en un remanso,
sino en orbes de llamas homicidas?
Torno a mi soledad de siervo manso,

y apenas con las luces encendidas
a las seis de la tarde, estoy leyendo
muchas cosas quizá desconocidas:

un avión propulsor que estaba haciendo
maniobras de luceros y soldados,
estalló en el espacio. Oigo el estruendo

de ruedas y motores calcinados,
y pregunto con súplica insistente:
¿tuvieron esperanza esos soldados?

Inclino en lenta sumisión la frente
y leo otra noticia rezagada:
"anteayer, en Vietnam, súbitamente

fue una escuela de niños bombardeada".
Y siento que una mano enceguecida
me da en el corazón honda estocada.

Mi jardinero espíritu, a la vida
pregúntale: ¿quién abre en mis costados
esta mortal y rencorosa herida?

¿Tuvieron esperanza esos soldados,
los cosmonautas mártires caídos
y los niños inermes bombardeados?

¡Oh mundo que conviertes tus sentidos
en una enorme y funeral hoguera,
desde la maravilla de los nidos

a la crucifixión en la trinchera!
La mano encumbro en actitud de lira
de cinco resonancias, cual si fuera

todo mi ser un himno que suspira
por la paz de los vivos y los muertos,
arrastrados al fondo de la pira.

Y canto a los purísimos desiertos
y al león semental y a los ganados,
y a las blandas colinas y los huertos,

y de pronto mis labios azorados
preguntan a los aires enemigos:
¿por qué fueron los niños bombardeados?

Paz y esperanza, escribo a mis amigos
con mi letra de araña tejedora,
sepultada en los musgos y los higos.

Y encumbro la otra mano pulsadora,
y soy diez cuerdas dígitas cantando
a la naturaleza constructora.

Y, laúd decimal, brillo danzando
sobre la negación, y danza y danza
mi espíritu sinfónico, escuchando

los triunfos del amor y la esperanza.
Paz y esperanza, escribo a mis amigos.
Y un sol sin senectud arde en mi lanza

del color de la sábila y los trigos
y la roturación de los arados.
Mas, de pronto, a los aires enemigos

oigo batir los muros almenados,
y vuelvo a preguntar con insistencia:
¿tuvieron esperanza esos soldados?

¡Ah mi simplicidad sin resistencia
para la angustia de la extraña herida,
y la incineración de la inocencia!

Mi espíritu se aleja de la vida
sobre un caballo de cristal y espuma,
que luce al galopar lirios por brida.

Yo impediré que el odio lo consuma.
Mi instinto de jinete es cabalgarlo
sin que le invada el corazón la bruma.

Trenzador de sus crines, he de amarlo
más allá de la muerte. Y cuando muera,
en medio de palomas sepultarlo.

Así, al atardecer, en un cualquiera
periódico del mundo, estoy leyendo
tanta noticia cruel que uno quisiera

que no fuese verdad, y padeciendo
por los niños que fueron bombardeados
cuando estaban inermes, conociendo

la verdad de la vida, ensimismados
en sus pequeños libros de lectura.
¡Pobres niños! me digo, incinerados

por un mundo que bebe su amargura
y come un pan con ácidos dementes,
revueltos en la blanca levadura.

Salgo a mirar las cosas y las gentes.
Delante de mi casa hay un gran pino.
¿Sufren, tal vez, sus ramas penitentes?

¡Ah, no lo sé! Paréceme divino,
como implorando paz en esta hora,
para una humanidad que a su destino

tiene atada una estrella destructora.
Ya son las siete de la tarde. El viento
regresa en calma tímida, insonora.

Busco mi asilo defensor y siento
que algo me oprime. Pienso en los soldados
en el fondo del mar. El sufrimiento

se me vuelve tenaz. En los costados
de mi espíritu humilde, una estocada
destrúyeme los sueños dibujados

allá cuando la vida era contada
por mi padre, como un cuento sin brumas,
y mi credulidad iba montada
sobre un caballo de cristal y espumas.

sábado, 1 de mayo de 2010

LICANTROPÍA CONTEMPORÁNEA de Louis Aragon. Las 2001 Noches nº 1 y nº 109


El grado más alto de la tristeza tanto puede ser

un general ciego mendigando a través de las islas

como hacia las 3 de la mañana la avenida

de la Opera

No hay límites para la melancolía humana

Se cuenta siempre con una piedra para colocar sobre la

[pirámide de las lágrimas

Estáis seguros de padecer tanto como una mujer estrangulada en el momento en que ella sabe que todo ha terminado y desea acabar

Estáis seguros de que no valdría más ser

ser estrangulado si uno piensa en los cuchillos de las horas que se acercan

Desde hace tiempo vivo mi último minuto

La arena que mastico es la de una agonía invisible y perpetua

Las llamas que hago recortar de tiempo en tiempo por el

[peluquero

son las únicas en delatar el negro infierno interior que

[me habita

Como cuerpos privados de sepultura

los hombres se pasean por el jardín de mi mirada

Soñadores inexplicables

o soy el único a quien golpea una mano desecada

en este desierto poblado entre estas flores áridas

Amo y soy amado Nada nos separa

Por qué entonces estar triste en el corazón espléndido

[del amor

El mundo sacude su estúpida cabeza Sabelotodo

Amo aunque la vida sea mortalmente intolerable

Amo aunque luego me vea obligado a aullar

Detrás de mí arrastro el manto fantasmal de las

[intenciones ocultas

Una cadena de perfeccionamiento del dolor moral

suena a mis pies espantosamente desdichados

Amo y nos amamos pero en medio de un naufragio

pero en la punta de un puñal y no puedo

no puedo soportar el mal que esto ha de hacerte

Tus ojos amor mío desorbitados por todo lo que no sea placer

Que me arranquen el corazón con tenazas

que terminen con mi cabeza que se despega

Bebo una leche como tinta y la hora del mediodía

se parece al carbón de los pantanos

donde se marchita el Sphagnum al que tomo por mi

[imagen en los espejos

Yo amo Yo te amo pero

en la cala de un barco en el instante de dar el salto

[Impaciente

Innoble impaciencia de saber si eso podrá soportarse

Es probable que todos me juzguen un criminal

guiándose sólo por las debilidades y el aspecto

Ese hombre que según los diarios de la mañana

[decapitó a su amante

mientras dormía a su lado sollozó en el juzgado

La había asesinado en el cuarto después

en el sótano primero con un cuchillo luego con una sierra

separó la cabeza adorable para poner

el cuerpo en una bolsa lamentablemente algo pequeña

Sollozó en el juzgado

No somos acaso parecidos a las palmas

que crecen unidas florecen y fructifican

para dar una imagen del amor perfecto

El otoño llega con las manos llenas de ilusiones

resplandecientes

Qué crimen es ese que me hace sollozar

Mirad mi amor está vivo Muéstrate querida mía

Nada podréis probar La coartada verde como una floresta

se extiende por el horizonte donde graznan inútilmente

[los cuervos

Sin embargo en cada árbol hay un ahorcado que se balancea

en cada hoja una mancha de sangre

Qué puede haber peor que el cielo al amanecer o el betún

[de la tarde

Qué es eso que me impide morder a los paseantes en los

[bulevares

La amargura que siento crecer en mí puede ser el primer

[torrente de un diluvio

a cuyo lado el otro parece un vulgar desborde de cloacas

Recuerdo que en mil quinientos cuarenta y uno

cerca de Pavia

cuando me apresaron en la campiña por donde deambulaba

víctima de los primeros efectos del mal

los campesinos no quisieron creerme cuando les dije la

[verdad

Rehusaron tomarme por lobo furioso

a causa de mi piel humana y Santos Tomases

eternos de la ciencia experimental

cuando les confesé que mi piel lupina estaba oculta

entre pellejo y carne

con sus puñales me hicieron tajos en los miembros y el cuerpo

para verificar mis melancólicas afirmaciones

no me tocaron la cara

espantados por la atroz poesía de mis rasgos

Qué es eso que me impulsa a aullar en las tumbas

qué es eso que me obliga a escarbar irresistiblemente en el polvo

donde duermen los enamorados en descomposición

Qué vas tú a exhumar como si la luz viviente

no tuviera bastante con las heridas de los vivos

Dadme el lenguaje tenebroso de los ajusticiados en la silla

[eléctrica

el vocabulario último de los guillotinados

La existencia es un ojo reventado Que se me entienda

bien un ojo que hacen reventar a cada instante

el harakiri sin fin Me enfurezco

al ver la calma idiota con que reciben mis gritos

Por eso quiero sacar de las fosas hipócritas

a los fallecidos de muerte violenta con sus pupilas

[horrorizadas

quiero desterrar a las víctimas de las catástrofes

cuyos esqueletos conservan las posturas del terror

que se adaptan maravillosamente a estos días que corren

Decía precisamente mi vecina que hay

gentes que se tiran al agua

Si soy una bestia babosa a quien el asco del mundo

hace babear sería muy fácil acabar con todo

amor mío amor mío oyes esta blasfemia

No es la palidez del amor no es la palidez de la muerte

sino la de los lobos ésta que hay en mi rostro

No puedo morir a causa de esta flor inmensa

cuyo cáliz no puedo soportar que se cierre

Se ha logrado un notable progreso en materia de torturas

sobre el cobayo que soy

sobre el cobayo salvaje que soy las dos manos

atrapadas en dos puertas

el amor la muerte

y unos hércules abstractos se apoyan sobre las dos puertas

con la tranquila seguridad de un número de music-hall

ejecutado sin ningún esfuerzo aparente

Cómo nunca notaste que mis besos se parecían a las

[palabras sacrílegas

que son todo lo que queda por decir a los esclavos

[descuartizados

Cómo nunca notaste que te amo en el instante mismo en

[que me matan

que es siempre la última vez que gozo abominablemente

[en tus brazos

Tus brazos tan bellos que ahí está justamente

ahí está lo más terrible

Todo tendrá que acabar de modo salvaje

Yo te perteneceré hasta arrojar a tu amante a las fieras

O lo haré examinar con engaños por un médico alienista

o bien lo mataré fríamente

amor mío

durante su sueño mientras yace pálido y desnudo

mientras los lobos surgen en torno de los cementerios

[donde duermen

los bellos días que pasamos juntos amor mío.