sábado, 31 de diciembre de 2011

PEQUEÑO POEMA INFINITO de Federico García Lorca. Las 2001 noches nº 127

Para Luis Cardoza y Aragón

Equivocar el camino
es llegar a la nieve
y llegar a la nieve
es pacer durante varios siglos las hierbas de los cementerios.
Equivocar el camino
es llegar a la mujer,
la mujer que no teme a la luz,
la mujer que mata dos gallos en un segundo,
la luz que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.
Pero si la nieve se equivoca de corazón
puede llegar el viento Austro
y como el aire no hace caso de los gemidos
tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.

Yo vi dos dolorosas espigas de cera
que enterraban un paisaje de volcanes
y vi dos niños locos
que empujaban llorando las pupilas de un asesino.
Pero el dos no ha sido nunca un número
porque es una angustia y su sombra,
porque es la guitarra donde el amor se desespera,
porque es la demostración del otro infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto
y el castigo de la nueva resurrección sin finales.
Los muertos odian el número dos,
pero el número dos adormece a las mujeres,
y como la mujer teme la luz,
la luz tiembla delante de los gallos
y los gallos sólo saben volar sobre la nieve,
tendremos que pacer sin descanso las hierbas de los
cementerios.

jueves, 29 de diciembre de 2011

ORILLAS DE TU VIENTRE de Miguel Hernandez. Las 2001 Noches nº 114

¿Qué exaltaré en la tierra que no sea algo tuyo?
A mi lecho de ausente me echo como a una cruz
de solitarias lunas del deseo, y exalto
la orilla de tu vientre.

Clavellina del valle que provocan tus piernas.
Granada que ha rasgado de plenitud su boca.
Trémula zarzamora suavemente dentada
donde vivo arrojado.

Arrojado y fugaz como el pez generoso,
ansioso de que el agua, la lenta acción del agua
lo devaste: sepulte su decisión eléctrica
de fértiles relámpagos.

Aún me estremece el choque primero de los dos;
cuando hicimos pedazos la luna a dentelladas,
impulsamos las sábanas a un abril de amapolas,
nos inspiraba el mar.

Soto que atrae, umbría de vello casi en llamas,
dentellada tenaz que siento en lo más hondo,
vertiginoso abismo que me recoge, loco
de la lúcida muerte.

Túnel por el que a ciegas me aferro a tus entrañas.
Recóndito lucero tras una madreselva
hacia donde la espuma se agolpa, arrebatada
del íntimo destino.

En ti tiene el oasis su más ansiado huerto:
el clavel y el jazmín se entrelazan, se ahogan.
De ti son tantos siglos de muerte, de locura
como te han sucedido.

Corazón de la tierra, centro del universo,
todo se atorbellina, con afán de satélite
en torno a ti, pupila del sol que te entreabres
en la flor del manzano.

Ventana que da al mar, a una diáfana muerte
cada vez más profunda, más azul y anchurosa.
Su hálito de infinito propaga los espacios
entre tú y yo y el fuego.

Trágame, leve hoyo donde avanzo y me entierro.
La losa que me cubra sea tu vientre leve,
la madera tu carne, la bóveda tu ombligo,
la eternidad la orilla.

En ti me precipito como en la inmensidad
de un mediodía claro de sangre submarina,
mientras el delirante hoyo se hunde en el mar,
y el clamor se hace hombre.

Por ti logro en tu centro la libertad del astro.
En ti nos acoplamos como dos eslabones,
tú poseedora y yo. Y así somos cadena:
mortalmente abrazados.

lunes, 26 de diciembre de 2011

CONVERSACIÓN CON UN ESCRITOR AMERICANO de Evgueni Evtuchenko. Las 2001 Noches nº 126

Me dicen:
-Eres valiente-.
No.
Yo nunca fui valiente.
Juzgaba indigno, simplemente,
rebajarme con mis compañeros cobardes.

No demolía instituciones.
Tan sólo me reía de lo falso,
lo engolado.
Escribía artículos.
No denuncias.
E intentaba decir todo
lo que pensaba.
Sí,
defendía a la gente de talento,
señalaba a los que, sin tenerlo,
querían meterse a escritores.
Pero eso es un deber,
aunque hablen siempre de mi valentía.
Con amarga vergüenza recordarán
nuestros descendientes
-cuando hayan vencido la infamia-
aquellos tiempos
extraños
en los que
a la simple honradez
llamaban valentía...

sábado, 24 de diciembre de 2011

TRES PALABRAS DE FORTALEZA de J.C. Friedrich von Schiller. Las 2001 Noches nº 87

I

Hay tres lecciones que yo trazara
con pluma ardiente que hondo quemara,
dejando un rastro de luz bendita
doquiera un pecho mortal palpita.

II

Ten Esperanza. Si hay nubarrones,
si hay desengaños y no ilusiones,
descoge el ceño, su sombra es vana,
que a toda noche sigue un mañana.

III

Ten Fe. Doquiera tu barca empujen
brisas que braman u ondas que rugen,
Dios (no lo olvides) gobierna el cielo,
y tierra, y brisas, y barquichuelo.

IV

Ten Amor, y ama no a un ser tan sólo,
que hermanos somos de polo a polo,
y en bien de todos tu amor prodiga,
como el sol vierte su lumbre amiga.

V

¡Crece, ama, espera! Graba en tu seno
las tres, y aguarda firme y sereno
fuerzas, donde otros tal vez naufraguen,
luz, cuando muchos a oscuras vaguen.

jueves, 22 de diciembre de 2011

LA REPRESENTACIÓN de Leopoldo de Luis. Las 2001 Noches nº 130

No se baja el telón. Alguien silencia,
no gesticula más, ha terminado.
Pero la función nunca. Los actores
repiten sus papeles ¿hasta cuándo?

Llegan en fila, gritan, se amontonan
o se persiguen por el escenario,
por el gran escenario, lloran, hablan,
se ríen, caen. La luz les hace extraños.

Monótonos repiten sus papeles:
viejísimos monólogos, no hay diálogos.
Cada cual clama por su propia herida.
Nadie escucha las voces del contrario.

Tartamudean torpes, trenzan torpes
hilos de voz, nudos de voz, de llanto;
o bien recitan de corrido, sueltan
su lengua de grotescos papagayos.

De cara a esta implacable batería
que los alumbra mortalmente, cardo
de luz que los araña, inician gestos
que se desploman tristes de sus labios.

Entre remotas muestras de fatiga
arrastran sus disfraces empolvados,
descoloridos, sus arcaicos trucos
que ensayan con mirada de cansancio.
Y van y vienen aturdidos, hoscos,
indiferentes, lentos, tropezando,
moviendo leves nubes de ceniza,
lloviendo un agua gris de sueño y llanto.

Súbitamente un fuego los conmueve,
los ciega. Se rechazan como hermanos.
Se desconocen, se odian, se abalanzan...
La luz sigue implacable contra sus rostros blancos.

¿Quién gobierna esta escena, quién apunta?
El director habrá tenido un fallo.
¿Nadie dirige, aquí, entre bastidores?
La luz, sólo la luz sigue alumbrando.

Hay un viejo traspunte que ahora nadie
ve, que nadie ha visto nunca, acaso.
Pero ya nadie atiende. Pasan, gritan,
desesperadamente alzan los brazos.

¿Quién mira a estos actores, quién escucha
sus voces repetidas, su viejo acento trágico?
Una gran sala en sombra, una gran noche,
una gran muerte enfrente.
No alcanzamos
a ver si hay en la sombra espectadores.

Sólo la luz, la luz sigue alumbrando.

lunes, 5 de diciembre de 2011

ELLO ES QUE EL LUGAR DONDE ME PONGO... de César Vallejo. Las 2001 Noches nº 102

Ello es que el lugar donde me pongo
el pantalón, es una casa donde
me quito la camisa en alta voz
y donde tengo un suelo, un alma, un mapa de mi España.

Ahora mismo hablaba
de mí conmigo, y ponía
sobre un pequeño libro un pan tremendo
y he, luego, hecho el traslado, he trasladado,
queriendo canturrear un poco, el lado
derecho de la vida al lado izquierdo;
más tarde, me he lavado todo, el vientre,
briosa, dignamente;
he dado vuelta a ver lo que se ensucia,
he raspado lo que me lleva tan cerca
y he ordenado bien el mapa que
cabeceaba o lloraba, no lo sé.

Mi casa, por desgracia, es una casa,
un suelo por ventura, donde vive
con su inscripción mi cucharita amada,
mi querido esqueleto ya sin letras,
la navaja, un cigarro permanente.

De veras, cuando pienso
en lo que es la vida,
no puedo evitar de decírselo a Georgette,
a fin de comer algo agradable y salir,
por la tarde, comprar un buen periódico,
guardar un día para cuando no haya,
una noche también, para cuando haya
(así se dice en el Perú - me excuso);
del mismo modo, sufro con gran cuidado,
a fin de no gritar o de llorar, ya que los ojos
poseen, independientemente de uno, sus pobrezas,
quiero decir, su oficio, algo
que resbala del alma y cae al alma.

Habiendo atravesado
quince años; después, quince, y, antes, quince,
uno se siente, en realidad, tontillo,
es natural, por lo demás ¡qué hacer!
¿Y qué dejar de hacer, que es lo peor?
Sino vivir, sino llegar
a ser lo que es uno entre millones
de panes, entre miles de vinos, entre cientos de bocas,
entre el sol y su rayo que es de luna
y entre la misa, el pan, el vino y mi alma.

Hoy es domingo y, por eso,
me viene a la cabeza la idea, al pecho el llanto
y a la garganta, así como un gran bulto.

Hoy es domingo, y esto
tiene muchos siglos; de otra manera
sería, quizá, lunes, y vendríame al corazón la idea,
al seso, el llanto
y a la garganta, una gana espantosa de ahogar
lo que ahora siento,
como un hombre que soy y que he sufrido.

sábado, 3 de diciembre de 2011

CUANDO MIS LABIOS SE CANSEN de Germán Pardo García. Las 2001 Noches nº 66

Cuando mis labios se cansen, porque también los labios sienten
sideral fatiga,
imitaré a los vagabundos:
pondré sobre los hombros mis grises pertenencias,
y seguido por un cortejo de azules moscas
y canes indigentes,
me alejaré por un suburbio triste, sacudiéndome el polvo
de la vida y los astros,
hacia un amarillo bosque
donde mi espíritu no sufra;
hacia uno de esos maravillosos bosques
otoñales,
a soñar.

Me habré cansado ya de hacer surgir el sol,
cual Orfeo
al resonar de mi silvestre cántico,
y no convocaré ciervos ni alondras
para cantarles mi pasión de vida.
El arpa polífona será monocorde leño,
o estará rota y olvidada.
Sin ella ambularé sordo y cegado,
pues con sus cuerdas excitadas oigo
y sus sentidos espumantes veo,
mas no podré escuchar ni percibir entre las
nubes,
la cabellera de Eurídice pasando.

¡Ya para qué la luna, amiga siempre ecuánime,
y el prestigio de los luceros
y la soberbia de Saturno!
Me abasteceré de cualquier limosna aérea;
del hurto a frutales cultivos
o del casual encuentro con otro celeste vagabundo.
¡Viviré de astrales misericordias,
yo, el usurpador de un laurel dinástico
que en un jardín de celuloide brilla!
¡Yo, un divino haragán!

¡Qué fácil no sentirme fundador de un imperio danzante

regido por arrebatadoras músicas,
ni organizador de nuevas y azules jerarquías!
¡Qué cansancio,
y qué alivio
no sentir al Misterio gravitar en mis hombros!
¡Yo, un vagabundo del espacio,
estaré en el final de mi carrera!

Inútiles las preguntas incesantes: ¿qué he sido,
qué perturba mi calma, qué mi nombre fustiga?
¿Habré llegado al preciso límite
donde la soledad se vuelve música?
¡Para qué preguntarlo, si ya el sueño me agobia
con el último sueño!

Bostezaré como el vagabundo
cuando se acuesta entre su séquito de moscas y de canes.

Consultaré a las nubes: ¿será larga la noche
que arropará mi pródigo descanso?
¿Nadie entendió en el mundo
que fue solar mi vagabundería
y el lodo gris de mis zapatos, hímnico?
Volveré a bostezar cósmicamente
y a decir: ¡hasta pronto, jilgueros,
y vosotros, vulgares amigos!
Mas, antes de dormirme para siempre,
formaré con espartos y sucios cordones,
un arpa humilde, un arpa,
y la dejaré sobre mi pecho para que ahí,
tendido,
vuelto a la vagancia eterna,
el viento cante y cante
sobre mi ser y mi vestido astroso;
y el sol, por mí siempre invocado,
retorne y cante
y cante
sobre mi paz de taciturno Orfeo,
porque yo soy el pulsador de universales
cítaras.

Del APOLO PANKRÁTOR
Editorial libros de México, S.A.
México, 1977

viernes, 2 de diciembre de 2011

NACÍ EN UN BARRIO de Miguel Oscar Menassa. Las 2001 Noches nº 109

8 de junio de 1977

En verdad hoy lo confesaré todo por primera vez.
Nací en un barrio.
“Crecí en sus veredas,
un día alcé vuelo soñando triunfar”.
Hoy no puedo volver, ni pobre, ni vencido.

Tengo sobre mi escritorio algunas fotografías,
papeles y poemas. Mi suerte está echada.

Jugaba a las canicas más o menos,
ganaba con algunos, perdía con algunos.

No trepé nunca a un árbol.
Me daban vértigo la hamaca y el tobogán.
Jugaba bien al monte y a la troya
y a la rayuela jugaba con la Negra y la Lita.
Ellas me tocaban y a veces yo las tocaba.

Cada vez que abría los ojos
me daba cuenta que para mí, no había porvenir.
Era demasiado delgado,
miraba siempre de frente y sonreía.

Después vino el billar.
Apoyaba mi mano en el paño con firmeza,
como con las mujeres, sin contemplaciones.
Dejaba que el cigarrillo me quemara la boca,
me hacía el distraído y miraba a los rivales.
Mi manera de andar era sublime. Ganaba casi siempre.
Cuando jugaba al billar era irresistible.

Fumaba Fontanares
y soñaba durante todo el día con una vieja rica;
quería conocer el mar,
hubiera dado mi vida por un día en el mar.

Recuerdo todo a pleno sol,
el sol en las orejas, dentro de la camisa,
debajo de los brazos, entre las piernas, los pies llenos de sol.

Una mujer me dijo viejito y me limpió los mocos.

Después no me creyeron, querían ver las pruebas.
Tengo sobre mi escritorio algunas fotografías
una máquina, la lámpara votiva,
papeles y poemas. Mi suerte está echada.

El tango lo bailaba más o menos,
con algunas mujeres podía,
con algunas mujeres no podía.
Pero tenía una mirada,
una tristeza en la mirada y escribía poemas.

lunes, 28 de noviembre de 2011

LA ROSA DE PARACELSO. De Jorge Luis Borges. Las 2001 Noches nº 25

-¿Cuándo? -dijo con inquietud Paracelso.

-Ahora mismo -dijo con brusca decisión el discípulo.

Habían empezado hablando en latín; ahora, en alemán.

El muchacho elevó en el aire la rosa.

-Es fama -dijo- que puedes quemar una rosa y hacerla resurgir de la ceniza, por obra de tu arte. Déjame ser testigo de ese prodigio. Eso te pido, y te daré después mi vida entera.

-Eres muy crédulo -dijo el maestro-. No he menester de la credulidad; exijo la fe.

El otro insistió.

-Precisamente porque no soy crédulo quiero ver con mis ojos la aniquilación y la resurrección de la rosa.

Paracelso la había tomado, y al hablar jugaba con ella.

-Eres crédulo -dijo-. ¿Dices que soy capaz de destruirla?

-Nadie es incapaz de destruirla -dijo el discípulo.

-Estás equivocado ¿Crees, por ventura, que algo puede ser devuelto a la nada? ¿Crees que el primer Adán en el Paraíso pudo haber destruido una sola flor o una brizna de hierba?

-No estamos en el Paraíso -dijo tercamente el muchacho-; aquí, bajo la luna, todo es mortal.

-¿Una palabra? -dijo con extrañeza el discípulo-. El atanor está apagado y están llenos de polvo los alambiques. ¿Qué harías para que resurgiera?

Paracelso le miró con tristeza.

-El atanor está apagado -repitió- y están llenos de polvo los alambiques. En este tramo de mi larga jornada uso de otros instrumentos.

-No me atrevo a preguntar cuáles son -dijo el otro con astucia o con humildad.

-Hablo del que usó la divinidad para crear los cielos y la tierra y el invisible Paraíso en que estamos, y que el pecado original nos oculta. Hablo de la Palabra que nos enseña la ciencia de la Cábala.

El discípulo dijo con frialdad:

-Te pido la merced de mostrarme la desaparición y aparición de la rosa. No me importa que operes con alquitaras o con el Verbo.

Paracelso reflexionó. Al cabo, dijo:

-Si yo lo hiciera, dirías que se trata de una apariencia impuesta por la magia de tus ojos. El prodigio no te daría la fe que buscas: Deja, pues, la rosa.

El joven lo miró, siempre receloso. El maestro alzó la voz y le dijo:

-Además, ¿quién eres tú para entrar en la casa de un maestro y exigirle un prodigio? ¿Qué has hecho para merecer semejante don?

El otro replicó, tembloroso:

-Ya sé que no he hecho nada. Te pido en nombre de los muchos años que estudiaré a tu sombra que me dejes ver la ceniza y después la rosa. No te pediré nada más. Creeré en el testimonio de mis ojos.

Tomó con brusquedad la rosa encarnada que Paracelso había dejado sobre el pupitre y la arrojó a las llamas. El color se perdió y sólo quedó un poco de ceniza. Durante un instante infinito esperó las palabras y el milagro.

Paracelso no se había inmutado. Dijo con curiosa llaneza:

-Todos los médicos y todos los boticarios de Basilea afirman que soy un embaucador. Quizá están en lo cierto. Ahí está la ceniza que fue la rosa y que no lo será.

El muchacho sintió vergüenza. Paracelso era un charlatán o un mero visionario y él, un intruso, había franqueado su puerta y lo obligaba ahora a confesar que sus famosas artes mágicas eran vanas.

Se arrodilló, y le dijo:

-He obrado imperdonablemente. Me ha faltado la fe, que el Señor exigía de los creyentes. Deja que siga viendo la ceniza. Volveré cuando sea más fuerte y seré tu discípulo, y al cabo del Camino veré la rosa.

Hablaba con genuina pasión, pero esa pasión era la piedad que le inspiraba el viejo maestro, tan venerado, tan agredido, tan insigne y por ende tan hueco. ¿Quién era él, Johannes Grisebach, para descubrir con mano sacrílega que detrás de la máscara no había nadie?

Dejarle las monedas de oro sería una limosna. Las retomó al salir. Paracelso lo acompañó hasta el pie de la escalera y le dijo que en esa casa siempre sería bienvenido. Ambos sabían que no volverían a verse.

Paracelso se quedó solo. Antes de apagar la lámpara y de sentarse en el fatigado sillón, volcó el tenue puñado de ceniza en la mano cóncava y dijo una palabra en voz baja. La rosa resurgió.



Paracelso se había puesto en pie.

-¿En qué otro sitio estamos? ¿Crees que la divinidad puede crear un sitio que no sea el Paraíso? ¿Crees que la Caída es otra cosa que ignorar que estamos en el Paraíso?

-Una rosa puede quemarse -dijo con desafío el discípulo.

-Aún queda fuego en la chimenea -dijo Paracelso-. Si arrojaras esta rosa a las brasas, creerías que ha sido consumida y que la ceniza es verdadera. Te digo que la rosa es eterna y que sólo su apariencia puede cambiar. Me bastaría una palabra para que la vieras de nuevo.

Y ASÍ TE TRANSFORMASTE. De Paul Celan. Las 2001 Noches nº 129

Y así te transformaste
como nunca te conocí:
tu corazón late por doquier
en un país de pozos

donde ninguna boca bebe
y ninguna forma orla las sombras,
donde el brotar del agua es fingido
y el fingir espumea como agua.

Bajas a cada pozo,
flotas en cada luz.
Has inventado un juego
que quiere que lo olviden.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Notas de dirección de Las 2001 Noches nº 129

Distancia, hay que tomar distancia, me digo. Porque, hoy día, nada es lo que parece.

Vivimos en un mundo globalizado, donde la ficción imperante es que todo lo que ocurre se puede saber, y todo lo que se sabe, es verdad. Es la famosa sociedad de la información.

Así, las noticias vuelan de oriente a occidente, de norte a sur del planeta, teñidas por una suerte de amarillismo ideológico al servicio de intereses económicos o de poder, que en el fondo es lo mismo.

Es un viejo truco: al ofrecer más datos, más contenidos, más escritos vacíos, el humano de a pie no puede procesarlo todo. Ametrallado por tanta información, se refugia en lugares conocidos, tendencias conocidas, argumentos conocidos... Todo para no pensar.

Hoy día, nada es lo que parece, y los ejemplos son múltiples:

El que era gran aliado hace apenas un año, ahora es el cadáver de un asesinado brutalmente, exhibido sin ningún pudor en todas las televisiones.

El que fue considerado benefactor del pueblo, empresario o banquero de éxito, ejemplo de trabajo y tesón, hoy es maldito, hasta por su familia, por haber llevado a la ruina a miles de personas.

La alegría de una buena noticia (aunque sea el comienzo de la paz, después de 40 años de muerte) es enturbiada por las zancadillas de quienes les gustaría apuntarse el tanto (porque ellos no supieron o no quisieron hacerlo) y no pueden tolerar que hayan sido otros los que lo lograran.

La protesta pacífica (y posiblemente justificada) de una gran parte de la sociedad contra el absolutismo económico es banalizada hasta el punto de convertir a sus protagonistas (independientemente de su ocupación, edad o poder adquisitivo) en malhechores, mendigos o perroflautas.

Y, en este último saco, se mete todo lo que convenga a según qué tendencias políticas, incluida la gamberrada de un par de jóvenes, quizá un poco ebrios, quizá un poco ignorantes del lugar donde estaban y de la utilización que se haría de sus actos.

Porque, si nos quedaba alguna esperanza de liberación, estamos a punto de perderla, puesto que ya ni siquiera esa palabra es garantía de nada. Hoy en día, no podemos esperar nada de la esperanza.

Sí podemos, por el contrario, abandonar la lectura ingenua de la realidad, ésa que nos indica que todo lo que nos dicen es verdad, y comenzar a desconfiar de las apariencias porque sabemos que, hoy día, nada es lo que parece.

Por último, como corresponde a estas fechas del año, quisiéramos recordar a nuestros muertos.

A veces, para ocultar o taponar el dolor de la pérdida, nos embarcamos en pleitos, luchas, demandas de justicia, búsquedas de culpables o melancolías eternas, cuya única función es distraernos de la verdadera herida: hay un otro que ya no está, y nosotros sí.

La muerte tiene esas cosas...

Así que, para poder seguir, vivos, hemos decidido reconciliarnos con la vida, y lo hacemos de la manera que mejor sabemos: a través de la poesía.

En este número, como Editorial, un poema de Miguel Oscar Menassa, La Guerra, (publicado por primera vez en 1984), muy acorde, por su anticipación, con los tiempos que vivimos.

Después, Rafael Alberti, poeta español que, en 1977 (tras treinta y ocho años de exilio, veinticuatro en Argentina y catorce en Italia), regresa por primera vez a España. Sus primeras palabras al descender del avión fueron: "Me fui con el puño cerrado y vuelvo con la mano abierta en señal de concordia entre todos los españoles".

Porque eso es lo que deseamos, hoy, aquí, a 20 días de las Elecciones Generales: que el sentido común reine sobre las diferencias.

En las páginas centrales, Paul Celan, poeta en lengua alemana, nacido en Rumanía en 1920, que esquivó los zarpazos del nazismo para legarnos su poesía, su agudo saber acerca de las sociedades humanas.

Un consejo: si después de leer este número de Las 2001 noches, usted ha decidido, por fin, comprender algo del mundo en que vive, mejor estudie psicoanálisis.

Carmen Salamanca
www.las2001noches.com

viernes, 11 de noviembre de 2011

A los hombres futuros de Bertolt Brecht. Las 2001 Noches nº 1

1

Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.

Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa
revela insensibilidad. El que ríe
es que no ha oído aún la noticia terrible,
aún no le ha llegado.

¡Qué tiempos éstos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque supone callar sobre tantas alevosías!
Ese hombre que va tranquilamente por la calle
¿lo encontrarán sus amigos
cuando lo necesiten?

Es cierto que aún me gano la vida.
Pero, creedme, es pura casualidad. Nada
de lo que hago me da derecho a hartarme.
Por casualidad me he librado. (Si mi suerte acabara,
[estaría perdido).
Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.

Me gustaría ser sabio también.
Los viejos libros explican la sabiduría:
apartarse de las luchas del mundo y transcurrir
sin inquietudes nuestro breve tiempo.
Librarse de la violencia,
dar bien por mal,
no satisfacer los deseos y hasta
olvidarlos: tal es la sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de esto:
verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.

2

Llegué a las ciudades en tiempos del desorden,
cuando el hambre reinaba.
Me mezclé entre los hombres en tiempos de rebeldía
y me rebelé con ellos.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

Mi pan lo comí entre batalla y batalla.
Entre los asesinos dormí.
Hice el amor sin prestarle atención
y contemplé la naturaleza con impaciencia.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

En mis tiempos, las calles desembocaban en pantanos.
La palabra me traicionaba al verdugo.
Poco podía yo. Y los poderosos
se sentían más tranquilos, sin mí. Lo sabía.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

Escasas eran las fuerzas. La meta
estaba muy lejos aún.
Ya se podía ver claramente, aunque para mí
fuera casi inalcanzable.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.

3

Vosotros, que surgiréis del marasmo
en el que nosotros nos hemos hundido,
cuando habléis de nuestras debilidades,
pensad también en los tiempos sombríos
de los que os habéis escapado.

Cambiábamos de país como de zapatos
a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.

Y, sin embargo, sabíamos
que también el odio contra la bajeza
desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino para la amabilidad
no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea amigo del hombre,
pensad en nosotros
con indulgencia.

lunes, 17 de octubre de 2011

TIERRA Y LUNA de Federico García Lorca. Las 2001 Noches nº 127

Me quedo con el transparente hombrecillo
que come los huevos de la golondrina.
Me quedo con el niño desnudo
que pisotean los borrachos de Brooklyn.
Con las criaturas mudas que pasan bajo los arcos.
Con el arroyo de venas ansioso de abrir sus manecitas.

Tierra tan sólo. Tierra.
Tierra para los manteles estremecidos,
para la pupila viciosa de nube,
para las heridas recientes y el húmedo pensamiento.
Tierra para todo lo que huye de la Tierra.

No es la ceniza en vilo de las cosas quemadas,
ni los muertos que mueven sus lenguas bajo los árboles.
Es la Tierra desnuda que bala por el cielo
y deja atrás los grupos ligeros de ballenas.

Es la tierra alegrísima, imperturbable nadadora,
la que yo encuentro en el niño y en las criaturas que pasan
los arcos.
Viva tierra de mi pulso y del baile de los helechos
que deja a veces por el aire un duro perfil de Faraón.

Me quedo con la mujer fría
donde se queman los musgos inocentes.
Me quedo con los borrachos de Brooklyn
que pisan al niño desnudo.
Me quedo con los signos desgarrados
de la lenta comida de los osos.

Pero entonces bajó la luna despeñada por las escaleras
poniendo las ciudades de hule celeste y talco sensitivo,
llenando de pies de mármol la llanura sin recodos
y olvidando, bajo las sillas, diminutas carcajadas de algodón.

¡Oh Diana, Diana! Diana vacía.
Convexa resonancia donde la abeja se vuelve loca.
Mi amor es paso, tránsito, larga muerte gustada,
nunca la piel ilesa de tu desnudo huido.

Es Tierra ¡Dios mío! Tierra lo que vengo buscando.
Embozo de horizonte, latido y sepultura.
Es dolor que se acaba y amor que se consume.
Torre de sangre abierta con las manos quemadas.

Pero la luna subía y bajaba las escaleras,
repartiendo lentejas desangradas en los ojos,
dando escobazos de plata a los niños de los muelles
y borrando mi apariencia por el término del aire.

viernes, 7 de octubre de 2011

SONETO de Dámaso Alonso. Las 2001 Noches nº 106

Coged las rosas del jardín callado,
golondrinas que dais en mi ventana.
Coged las rosas del jardín; mañana
espíritu de aquí se habrá marchado.

Venid, oh vespertinas golondrinas;
quitadles las espinas a las rosas,
ponedlas en mis sienes... Son divinas,
pues saben los dolores de las cosas.

Ya mañana me voy por el oriente,
hecha ceniza mi materia vana,
cuando vosotras a la tierra ardiente.

¡Ponedme rosas en la sien, mañana!
¡Ponedme rosas del jardín riente,
golondrinas que dais en mi ventana!

domingo, 18 de septiembre de 2011

EDITORIAL de Las 2001 Noches nº 127

OSCURO DIAMANTE

Este diamante oscuro que entre las manos tengo,
con un ahogado ritmo de corazón palpita.

Lo encontré en mis espacios y le di una presencia
de solitaria luz, recóndita y magnífica.

Lo encendí con el fuego de los vastos relámpagos
y el estupor unánime de mi ansiedad divina.

Y nadie tuvo entonces un corazón más alto,
para mirar el mundo, como a través de un prisma.

Con la cósmica fuerza del Espíritu, a solas
lo adoraba en sus ámbitos. Y en ciega idolatría,

le prosterné los cultos de una sangre ecuménica,
y el pálido temblor de mis zozobras íntimas.

Ahora tu presencia para siempre me agobia.
No lo pude albergar en el pecho. Fluía

de su luz el asombro sideral, y a mis manos
descendió entre los vértigos de una angustia infinita.

Huérfano de ternura y en soledad, lo llevo
sin saber hacia dónde. Tal vez a las pacíficas

moradas de la tierra, que me aguarda con toda
la inmensidad oculta de sus potencias vivas.

Mas, antes de esconderlo por una eternidad
en los espacios últimos en que mi ser se abisma,

lo alzaré a la diadema de mis sueños caóticos,
que me ciñe con pompa de profundas espinas,

y allí, por un instante, lo dejaré brillar
con los desiertos gozos y la amargura misma

de un ídolo que ostenta sobre sus áureas sienes,
la oscura majestad de una corona lívida.

Germán Pardo García
Colombia, 1902

sábado, 14 de mayo de 2011

DIOSES DE AMÉRICA de Enrique Molina. Las 2001 Noches nº 1

Como rayos que parten al destierro,
con el viejo alarido de sus víctimas
uno a uno pasaron, rodando de la pétrea corona del altar
que sostuviera su pavor espléndido.
Su nube a solas, con sus mitos fríos
gira al relente, como un triste pájaro;
y de la hoguera,
sólo la llama de la ortiga sube
al pie de unas pirámides truncadas por los tiempos.
Ninguna sombra allí posa la ofrenda,
ni el ojo del humano, bajo las lágrimas, contempla
fulgir en el vacío su cólera emplumada.

Dioses de América. Sólo el caimán azota
con su cola de fango vuestro orgulloso imperio.
Esparcidos collares de dientes y de guerras
donde agoniza el trueno como una bestia herida
y la funesta tierra del silencio devora
el cuchillo de ónix, la vasija cerámica
con su muerto en cuclillas
en cuyos verdes labios de piel seca aún fulgura
el Salmo de la Lluvia,
el Salmo del Huevo,
el Salmo de la Luz y la Serpiente.

Máscaras impregnadas por la resina de la tea,
iluminad el páramo, la nieve
y la piel de los siglos sobre los escalones
donde como un ligero torbellino de polvo
aún reza el sacerdote de orejas espinadas que descifra el oráculo.
Fabulosos globos de monstruos y plumas, dioses,
cumbres de pánico y grandeza.


¿Quién soy ante vosotros, siervo de un dios más alto en cuya
palma herida
sólo se posa la paloma ardiente de la expiación?
Ignoro vuestros cetros.
sólo sé de vosotros la ruina, la humillada ceniza de la hoguera,
la escalera de piedra, el disco derribado,
la momia que farfulla entre las lagartijas sus plegarias solares,
vuestra eterna alabanza,
vuestra ley, ¡oh vencidas potestades amargas!
Sin embargo, a menudo, entre la tempestad,
oigo el aullido de esos duros imperios devastados,
el rumor de unas perdidas glorias
que el polvo diviniza.

martes, 3 de mayo de 2011

BALADA DE LO QUE NO VUELVE de Vicente Huidobro. Las 2001 Noches nº 103

Venía hacia mí por la sonrisa
Por el camino de su gracia
Y cambiaba las horas del día
El cielo de la noche se convertía en el cielo del amanecer
El mar era un árbol frondoso lleno de pájaros
Las flores daban campanadas de alegría
Y mi corazón se ponía a perfumar enloquecido
Van andando los días a lo largo del año
¿En dónde estás?
Me crece la mirada
Se me alargan las manos
En vano la soledad abre sus puertas
Y el silencio se llena de tus pasos de antaño.
Me crece el corazón
Se me alargan los ojos
Y quisiera pedir otros ojos
Para ponerlos allí donde terminan los míos
¿En dónde estás ahora?
Qué sitio del mundo se está haciendo tibio con tu presencia
Me crece el corazón como una esponja
O como esos corales que van a formar islas.
Es inútil mirar los astros
O interrogar las piedras encanecidas
Es inútil mirar ese árbol que te dijo adiós el último
Y te saludará el primero a tu regreso
Eres substancia de lejanía
Y no hay remedio
Andan los días en tu busca
A qué seguir por todas partes la huella de sus pasos
El tiempo canta dulcemente
Mientras la herida cierra los párpados para dormirse.
Me crece el corazón
Hasta romper sus horizontes
Hasta saltar por encima de los árboles
Y estrellarse en el cielo.
La noche sabe qué corazón tiene más amargura
Sigo las flores y me pierdo en el tiempo
De soledad en soledad
Sigo las olas y me pierdo en la noche
De soledad en soledad
Tú has escondido la luz en alguna parte
¿En dónde? ¿En dónde?
Andan los días en tu busca
Los días llagados coronados de espinas
Se caen se levantan
Y van goteando sangre.
Te buscan los caminos de la tierra
De soledad en soledad
Me crece terriblemente el corazón
Nada vuelve
Todo es otra cosa
Nada vuelve nada vuelve
Se van las flores y las hierbas
El perfume apenas llega como una campanada de otra provincia
Vienen otras miradas y otras voces
Viene otra agua en el río
Vienen otras hojas de repente en el bosque
Todo es otra cosa
Nada vuelve
Se fueron los caminos
Se fueron los minutos y las horas
Se alejó el río para siempre
Como los cometas que tanto admiramos
Desbordará mi corazón sobre la tierra
Y el universo será mi corazón

lunes, 2 de mayo de 2011

NACÍ EN UN BARRIO de Miguel Oscar Menassa. Las 2001 Noches nº 109

8 de junio de 1977

En verdad hoy lo confesaré todo por primera vez.
Nací en un barrio.
“Crecí en sus veredas,
un día alcé vuelo soñando triunfar”.
Hoy no puedo volver, ni pobre, ni vencido.

Tengo sobre mi escritorio algunas fotografías,
papeles y poemas. Mi suerte está echada.

Jugaba a las canicas más o menos,
ganaba con algunos, perdía con algunos.

No trepé nunca a un árbol.
Me daban vértigo la hamaca y el tobogán.
Jugaba bien al monte y a la troya
y a la rayuela jugaba con la Negra y la Lita.
Ellas me tocaban y a veces yo las tocaba.

Cada vez que abría los ojos
me daba cuenta que para mí, no había porvenir.
Era demasiado delgado,
miraba siempre de frente y sonreía.

Después vino el billar.
Apoyaba mi mano en el paño con firmeza,
como con las mujeres, sin contemplaciones.
Dejaba que el cigarrillo me quemara la boca,
me hacía el distraído y miraba a los rivales.
Mi manera de andar era sublime. Ganaba casi siempre.
Cuando jugaba al billar era irresistible.

Fumaba Fontanares
y soñaba durante todo el día con una vieja rica;
quería conocer el mar,
hubiera dado mi vida por un día en el mar.

Recuerdo todo a pleno sol,
el sol en las orejas, dentro de la camisa,
debajo de los brazos, entre las piernas, los pies llenos de sol.

Una mujer me dijo viejito y me limpió los mocos.

Después no me creyeron, querían ver las pruebas.
Tengo sobre mi escritorio algunas fotografías
una máquina, la lámpara votiva,
papeles y poemas. Mi suerte está echada.

El tango lo bailaba más o menos,
con algunas mujeres podía,
con algunas mujeres no podía.
Pero tenía una mirada,
una tristeza en la mirada y escribía poemas.

miércoles, 16 de marzo de 2011

ACONTECIMIENTOS de Jacques Prévert. Las 2001 Noches nº 103

ACONTECIMIENTOS

Una golondrina vuela en el cielo
vuela hacia su nido
su nido donde hay crías
les lleva una sombrilla
gusanos y dientes de león
un montón de cosas para divertir a los niños
en la casa donde está el nido
un joven enfermo revienta suavemente en su cama
en su cama
sobre la acera delante de la puerta
hay un tipo que es negro y que desvaría
detrás de la puerta un chico besa a una chica
un poco más lejos al final de la calle
un pederasta mira a otro pederasta
y le dice adiós con la mano
uno de los dos llora
el otro hace como si llorase
tiene una pequeña maleta
tuerce la esquina
y una vez solo sonríe
la golondrina pasa de nuevo por el cielo
y el pederasta la ve
Anda una golondrina...
y sigue su camino
en su cama el joven enfermo muere
la golondrina pasa delante de la ventana
mira a través del cristal
Anda un muerto...
vuela hasta una planta más arriba
y ve a través del cristal
un asesino la cabeza entre las manos
la víctima está colocada en un rincón
replegada sobre sí misma
Otro muerto dice la golondrina...
el asesino la cabeza entre las manos
se pregunta cómo va a salir de ésta
se levanta coge un cigarrillo
se vuelve a sentar
la golondrina lo ve
en su pico tiene una cerilla
llama al cristal con su pico
el asesino abre la ventana
toma la cerilla
Gracias golondrina...
y enciende su cigarrillo
No hay de qué dice la golondrina
Es lo menos que podía hacer
y se aleja a todo vuelo...
el asesino vuelve a cerrar la ventana
se sienta sobre una silla y fuma
la víctima se levanta y dice
es aburrido estar muerto
uno se queda todo frío
Fuma eso te dará calor
el asesino le da un cigarrillo
y la víctima dice No me dé las gracias
Es lo menos que podía hacer dice el asesino
bien le debo eso
toma su sombrero y lo pone sobre la cabeza
y se va
anda por la calle
de repente se para
y piensa en una mujer que ha querido mucho
es por su culpa que mató
a esa mujer ya no la quiere
pero nunca se atrevió a decírselo
no quiere hacerla sufrir
de vez en cuando mata a alguien para ella
le hace tanta ilusión
a esa mujer
él se moriría antes de hacerla sufrir
al asesino le importa un bledo sufrir
pero cuando los demás sufren
se vuelve loco
pirado
chiflado
fuera de sí
hace no importa qué no importa dónde no importa cuándo
y después se larga
cada uno a su oficio
unos matan
otros son matados
es preciso que todo el mundo viva
Si llamas a eso vivir
el asesino ha hablado en voz alta
y el tipo que le interpela
está sentado sobre la acera
es un parado
se queda ahí de la mañana a la noche
sentado sobre la acera
está esperando que las cosas cambien
Sabes de dónde vengo le dice el asesino
el otro sacude la cabeza
Acabo de matar a alguien
Es inevitable que todo el mundo muera
responde el parado
y de repente a quemarropa
¿Tiene usted alguna noticia?
¿Noticias de qué?
Noticias del mundo
noticias del mundo... dicen que va a cambiar
la vida se va a volver muy bonita
todos los días se podrá comer y habrá mucho sol
todos los hombres serán de tamaño natural
y nadie será humillado
pero he aquí que vuelve la golondrina
el asesino se va
y el parado se queda
y se calla
y escucha los ruidos
y escucha pasos
los cuenta
para pasar el rato maquinalmente
1 2 3 4 5
etc... etc...
hasta cien... varias veces...
es un hombre que se pasea nervioso
en una planta baja
en una habitación llena de papeles
tiene una cabezota de pensador
gafas de concha
una cabezota de junco bien pensante
se pasea nervioso y busca
busca algo que le permitirá transformarse en alguien
y cuando llaman a su puerta dice
No estoy para nadie
busca
busca algo que le permitirá transformarse en alguien
el mundo entero podría llamar a su puerta
el mundo entero podría arrastrarse sobre el felpudo
y gemir
y llorar
y suplicar
pedir de beber
beber y comer
que no abriría...
busca
busca la famosa máquina para pesar las balanzas
cuando la haya encontrado
la famosa máquina para pesar las balanzas
será el hombre más famoso de su país
el rey de los pesos y medidas
de los pesos y medidas de Francia
y para sí lanza pequeños gritos
viva papá
viva yo
viva Francia
de repente se golpea un dedo contra el pie de la cama
qué duro es el pie de una cama
más duro que el pie de un genio
y he aquí el junco pensante en el suelo
meciendo su pobre pie dolorido
fuera el parado mueve la cabeza
su pobre cabeza mecida por el insomnio
cerca de él se para un taxi
seres humanos bajan están de duelo
en lágrimas y de punta en blanco
uno de ellos paga al taxista
el taxista se va
con su taxi
otro humano le llama da una dirección y sube
el taxi sale de nuevo 25 calle de Châteaudun
el taxista tiene la dirección en la memoria
y la conserva el tiempo necesario
pero de todas maneras es un trabajo raro...
y cuando está con fiebre
cuando está negro cuando está acostado por la noche
miles y miles de direcciones
llegan a toda velocidad y pelean en su memoria
tiene la cabeza como una guía
como un mapa
y entonces toma esta cabeza entre sus manos
con el mismo gesto que el asesino
y se queja suavemente
222 calle de Vaugirard
33 calle de Ménilmontant
Grand Palais
Estación de Saint-Lazare
calle de los últimos Mohicanos
es increíble lo que el hombre inventa
para estropear al hombre
y cómo todo eso pasa tranquilamente
el hombre cree vivir y sin embargo está ya casi muerto
y desde hace mucho tiempo
va y viene en un triste decorado
color de vida de familia
color del primer día del año
con el retrato de la abuela
del abuelo y del tío Ferdinando
el de las orejas apestosas
a quien sólo le quedaba un diente
el hombre se pasea por un cementerio
paseando su desidia con una correa
no se atreve a decir nada
no se atreve a hacer nada
tiene ganas que todo se haya acabado,
así que cuando llega la guerra
está totalmente listo para ser liquidado
y al que asesinan
una vez pasado el terror
dice uf y dice Os doy las gracias
qué alivio
.................................................................................................

así que el asesinado gira sobre sí mismo
y bañado en su propia sangre
está muy tranquilo
da gusto ver
este cadáver bien colocado en un rincón
en este pisito tan coquetón
hay un silencio de muerte
Parece una iglesia dice una mosca al entrar
es conmovedor
y todas las moscas reunidas dejan oír un piadoso zumbido
después se acercan al charco
al gran charco de sangre
pero la decana de las moscas les dice
Alto hijas mías
demos las gracias al dios de las moscas por este festín
improvisado
y sin una nota en falso todas las moscas comienzan a cantar
el benedícite
la golondrina pasa por ahí y frunce el ceño
la horrorizan los remilgos
las moscas son piadosas
la golondrina es atea
está viva
es bonita
vuela deprisa
hay un Dios para las moscas
hay un Dios para las polillas
para las golondrinas no hay ningún Dios
no les hace falta...
la golondrina prosigue su camino y ve
a través de los cristales de otra ventana
alrededor del joven muerto toda la familia sentada
ha llegado en taxi
bañada en lágrimas de duelo y de punta en blanco
ahora velan al muerto
se quedan ahí
si la familia no se quedase ahí
quizás se fugaría el muerto
o quizás vendría otra familia
y se lo llevaría
cuando se tiene un muerto se le toma cariño
y cuando no se tiene ninguno
se desea tener uno
La gente es tan mezquina
no es cierto tío Gracián
a quién se lo vas a decir
qué envidiosa es la gente
nos quitarían nuestro muerto
nuestro propio muerto
llorarían en nuestro lugar
eso sí que quedaría fuera de lugar
y cada uno en el espejo del armario
cada uno se mira llorar...
un parado sentado sobre la acera
un taxista en el bulevar
un muerto
otro muerto
un asesino
una regadera
una golondrina que va y viene
en el cielo color de cielo
un nubarrón revienta por fin
el granizo...
granizos gordos como el puño
todo el mundo respira
Uf
no hay que dejarse abatir
hay que sostenerse
comer
las moscas beben a lengüetadas
las crías de golondrinas se comen el diente de león
la familia la mortadela
el asesino una mata de rábanos
el taxista en el restaurante de los conductores
calle de Tolbiac
come un escalope de caballo
todo el mundo come menos los muertos
todo el mundo come
los pederastas... las golondrinas...
las jirafas... los coroneles...
todo el mundo come
menos el parado
el parado que no come porque no tiene nada para comer
está sentado sobre la acera
está cansado
hace tanto tiempo que espera que cambie
empieza a estar harto
de repente se levanta
de repente se va
en busca de los otros
de los otros que no comen porque no tienen nada para comer
de los otros tan cansados
de los otros sentados en las aceras
y que esperan
que esperan que eso cambie y que están hartos
y se va en busca de los otros
todos los otros
todos los otros tan cansados
cansados de esperar
cansados...
Mirad dice la golondrina a sus crías
son millares
y los pequeños sacan la cabeza del nido
y miran a los hombres andar
Si se quedan bien unidos juntos
comerán
dice la golondrina
pero si se separan reventarán
Quedad juntos hombres pobres
quedaros unidos
gritan las crías de la golondrina
quedaros unidos hombres pobres
quedaros unidos
gritan las crías
algunos hombres las escuchan
saludan con el puño
y sonríen.

Traducción: Claire Deloupy

domingo, 13 de marzo de 2011

BARATO, SE LIQUIDA de Vladimir Maïakovski. Las 2001 Noches nº 110

A ti, mujer que pasas y te busco,
o a ti, transeúnte, a quien miro simplemente.
Todos pasáis temerosos apretando los bolsillos.
¡Ridículos!
¡A los pobres,
qué pueden robarles!
Pasarán los años,
lo sabrán ustedes,
tal vez, yo,
candidato a dos metros de la morgue municipal,
soy infinitamente más rico
que cualquier Pierpont Morgan.
Al cabo de muchos años,
ya no viviré,
moriré de hambre
o un tiro me pegaré.
A mí,
al de fuego,
me estudiarán los profesores,
hasta los puntos y las comas,
y hablarán de dónde y cómo,
y cuándo vivió y nació...
Y desde la cátedra,
un idiota de frente saliente,
recordará a Dios o al demonio.
Se inclinará la muchedumbre,
adorándome inquieta,
y no me reconocerán.
Dibujarán una cabeza colgante,
con cuerpos o con aureola.
Y todas las estudiantes,
antes de dormirse,
soñarán acostadas sobre mis versos.
Soy pesimista -dicen-
¡Ya lo sé!
¡Siempre habrá aprendices en la tierra!
Pero al fin,
escuchadme.
Todo lo que posee mi alma,
todo,
¿a ver quién se atreve a medir esta hondura?
Toda la maravilla,
que en la eternidad adornará mi paso,
y aun mi propia inmortalidad,
que tronando por todos los siglos,
juntará a mis admiradores de rodillas,
en el mundo y siempre.
¿Todo eso, quieren?
Lo doy en seguida
por una sola palabra,
cariñosa,
humana.

¡Gente!
¡Venid, levantando polvo por las avenidas,
aplastando cuerpos, pisando rostros.
Venid de toda la tierra,
hoy,
en San Petersburgo,
en la calle Nadiezda
por menos de un kopek
se liquida una valiosísima corona,
por una palabra humana.
¿Barato, verdad?
¡Anda,
prueba encontrarla!

miércoles, 23 de febrero de 2011

EVANGÉLICAS de Almafuerte. Las 2001 Noches nº 8

-En la memoria de los tontos, siempre se está mal; pero cuando los tontos nos rinden culto, se está peor.

-El vulgo quiere gestos, "paradas", ademanes trágicos; porque el vulgo tiene alma de esteta, aunque rudimentaria, y las actitudes de cuadro histórico y de estatua simbólica lo cautivan; las actitudes ésas buscan eso.

-Como las posturas demasiado elocuentes y siempre al pelo nunca son espontáneas -puesto que requieren ensayo previo-, el vulgo sabe tanto de los hombres que aclama o vitupera, como la concurrencia del teatro infantil respecto de los cómicos que la hacen reir.

-No solamente bajo los golpes de la adversidad se quiebran caracteres; se quiebran más ruidosamente bajo los dedazos imbecilizadores de una voluntad pública demasiado adhesiva.

-Muy contados son los famosos que se mantienen extraños a la presión centrípeta de la curiosidad que despertaron. -Todo admirador es un amo, o pretende serlo jamás te pongas al alcance de su adhesión.

-Perdóneme Juan Pueblo-, son claques voluntarias que vienen a cobrar sus palmadas. Si pagas, se mofarán de ti; si no pagas, te pondrán como no te pondrían dueñas: tú elegirás.

-Hay gente que no se admira de nada y ejerce el oficio de cortejar a los admirables. También hay holgazanes que gustan de visitar al carpintero en su banco y al albañil en su andamio.

-Como en la casa de las solteronas millonarias, entre los habituales de los famosos no se encuentra un tonto ni para remedio.

-La idea de la celebridad va unida, en casi todos los cerebros, a las ideas de riqueza, de magnanimidad, de manos abiertas.

-Para resultar el hijo de todos después de la conquista de las alturas, sería muy razonable quedarse en el valle y ser la Minerva de los que suben: a veces el escalón vale más y puede más que quien lo pisa.

-Muchos de los que te frecuentan vienen a silbar al pavo real: no esponjes tus plumas por más que te silben.

-No todos los famosos son gloriosos, como no todos los que penden de una cruz honran la cruz, ni todo lo que vive da notas.

-En la admiración femenina hay algo de entregamiento; el entusiasmo que despiertan los oradores sagrados pone en peligro sus votos.

-A veces la fama no es más que un fenómeno de farolerismo circundante: no a veces, muchas veces.

-Rechazarás al fetichismo de los que besan la orla de tu manto como quien besara tu carne viva: trátalos como a perros, porque son perros.

-Las lenguas de los que te ungen con ellas son más venenosas que las lenguas de los que con ellas te difaman. Las primeras te deprimen a tus propios ojos, las segundas a los ojos de los demás; pero las unas realizan la depresión de tu espíritu y las otras la de tu reputación; darás al calumniador el desmentido de los hechos y al adulador un puntapié.

-El amor de las multitudes es una túnica que puede incendiarse al primer movimiento indiscreto del que la lleva: tú la vestirás como una casulla de ritual; ninguna vez como prenda de abrigo.

-También es un traje cortado sin consultar las dimensiones del que ha de usarlo: está hecho a la medida del que lo cortó, que suele ser un adefesio.

martes, 22 de febrero de 2011

LUZ A CIEGAS de Dámaso Alonso. Las 2001 Noches nº 106

Me pregunto otra vez:
¿Qué es la luz sin un ojo que la mire?

Sí, nosotros decimos:
“Enciéndeme la luz; apágala”,
“A la luz de la luna”,
“Qué luz la de estos días soleados de otoño”.

Todo, sensación, ilusión.
Tú interpretas la luz, que era negrura, ojo,
lo mismo que las ondas de la radio
son silencio y distancia,
hasta que el receptor las detiene y transforma.

Ay, ondas de la luz, ciega negrura.

viernes, 18 de febrero de 2011

LA CONDENA de Leopoldo de Luis. Las 2001 Noches nº 69


De "El extraño"
1955
Aquí nos vemos nuevamente,
persiguiéndonos en la distancia.
No lo sabemos y llevamos
uno contra otro la mirada.

Oscuramente se alimenta
la luz injusta en nuestras brasas,
nos ilumina oscuramente
el turbio pozo de las lágrimas.

No lo sabemos. Y pasamos
como las fieras acosadas
desde la edad de una condena
hacia el llanto de una esperanza.

Y llevamos como una ortiga,
en nuestra carne la palabra,
la saliva irreconciliable
que por la sangre se adelanta.

No lo sabemos. Y vivimos
construyendo paredes, tapias,
tabiques, muros, que nos van
poco a poco tapiando el alma.

No lo sabemos. Y forjamos
cada día una nueva jaula.
Nos encontramos persiguiéndonos
sin saberlo. La vida pasa.

Nos trae, nos lleva, sordamente.
Tristemente. Nos abalanza.
No lo sabemos. Y el amor
no encuentra patria.

viernes, 11 de febrero de 2011

ME GUSTAN LOS ESTUDIANTES de Violeta Parra. Las 2001 Noches nº 17

¡Que vivan los estudiantes,
jardín de las alegrías!
Son aves que no se asustan
de animal ni policía,
y no se asustan de las balas
ni ladrar de las jaurías.
Caramba y zamba la cosa,
¡que viva la astronomía!

¡Que vivan los estudiantes
que rugen como los vientos
cuando les meten al oído
sotanas o regimientos!
Pajarillos libertarios
igual que los elementos.
Caramba y zamba la cosa
¡vivan los experimentos!

Me gustan los estudiantes
porque son la levadura
del pan que saldrá del horno
con toda su sabrosura
para la boca del pobre
que come con amargura.
Caramba y zamba la cosa
¡viva la literatura!

Me gustan los estudiantes
porque levantan el pecho
cuando les dicen harina
sabiéndose que es afrecho
y no hacen el sordomudo
cuando se presenta el hecho.
Caramba y zamba la cosa
¡el código del derecho!

Me gustan los estudiantes
que marchan sobre las ruinas.
Con las banderas en alto
va toda la estudiantina:
son químicos y doctores,
cirujanos y dentistas.
Caramba y zamba la cosa
¡vivan los especialistas!

Me gustan los estudiantes
que van al laboratorio,
descubren lo que se esconde,
adentro del confesorio.
Ya tienen un gran carrito
que llegó hasta el Purgatorio.
Caramba y zamba la cosa
¡los libros explicatorios!

Me gustan los estudiantes
que con muy clara elocuencia
a la bolsa negra sacra
le bajan las indulgencias.
Porque ¿has cuándo nos dura,
señores, la penitencia?
Caramba y zamba la cosa
¡que viva toda la ciencia!

martes, 8 de febrero de 2011

LA MUCHACHA DE LAS ISLAS CANARIAS de Rodolfo Alonso. Las 2001 Noches nº 8


la que yo amo distribuye el tiempo
conserva las raíces de las horas en sus manos
salud en sus campanas
en su muralla convertida en lluvia
en su corazón que está en declive
en la cumbre la muerte en el fondo el amor
amor sus dos pupilas amor cabalga la certeza
y ella convive con los hombres

hoy sus islas habitan mi garganta
la nadadora negra está de pie en la orilla
y hace jirones de pelo con el viento

la que yo amo persiste en el invierno
se da y huye para luego volver a prosternarse
levántate esperada tu corazón es un crisol
pero aún hay una espada en tu sonrisa

la que yo amo está cerca de mí
nuestra fuerza es la fuerza de los hombres
está en mis venas y en mis músculos
caliente como el pan como la sangre como el vino

lunes, 7 de febrero de 2011

HALLAZGO DE LA VIDA de César Vallejo. Las 2001 Noches nº 9

¡Señores! Hoyes la primera vez que me doy cuenta de la presencia de la vida. ¡Señores! Ruego a ustedes dejarme libre un momento, para saborear esta emoción, formidable, espontánea y reciente de la vida, que hoy, por la primera vez, me extasía y me hace dichoso hasta las lágrimas.

Mi gozo viene de lo inédito de mi emoción. Mi exultación viene de que antes no sentí la presencia de la vida. No la he sentido nunca. Miente quien diga que la he sentido. Miente y su mentira me hiere a tal punto que me haría desgraciado. Mi gozo viene de mi fe en este hallazgo personal de la vida, y nadie puede ir contra esta fe. Al que fuera, se le caería la lengua, se le caerían los huesos y correría el peligro de recoger otros, ajenos, para mantenerse de pie ante mis ojos.

Nunca, sino ahora, ha habido vida. Nunca, sino ahora, han pasado gentes. Nunca, sino ahora, ha habido casas y avenidas, aire y horizonte. Si viniese ahora mi amigo Peyriet, le diría que yo no le conozco y que debemos empezar de nuevo. ¿Cuándo, en efecto, le he conocido a mi amigo Peyriet? Hoy sería la primera vez que nos conocemos. Le diría que se vaya y regrese y entre a verme, como si no me conociera, es decir, por la primera vez.

Ahora yo no conozco a nadie ni nada. Me advierto en un país extraño, en el que todo cobra relieve de nacimiento, luz de epifanía inmarcesible. No, señor. No hable usted a ese caballero. Usted no lo conoce y le sorprendería tan
inopinada parla. No ponga usted el pie sobre esa piedrecilla; quién sabe no es piedra y vaya usted a dar en el vacío. Sea usted precavido, puesto que estamos en un mundo absolutamente inconocido.

¡Cuán poco tiempo he vivido! Mi nacimiento es tan reciente, que no hay unidad de medida para contar mi edad. ¡Si acabo de nacer! ¡Si aún no he vivido todavía! Señores: soy tan pequeñito, que el día apenas cabe en mí.

Nunca, sino ahora, oí el estruendo de los carros, que cargan piedras para una gran construcción del boulevard Haussmann. Nunca, sino ahora, avancé paralelamente a la primavera, diciéndole: «Si la muerte hubiera sido otra...» Nunca, sino ahora, vi la luz áurea del sol sobre las cúpulas del Sacré-Coeur. Nunca, sino ahora, se me acercó un niño y me miró hondamente con su boca. Nunca, sino ahora, supe que existía una puerta, otra puerta y el canto cordial de las distancias.

¡Dejadme! La vida me ha dado ahora en toda mi muerte.

domingo, 6 de febrero de 2011

ALGUNA MEMORIA (I) de Raúl Gustavo Aguirre. Las 2001 Noches nº 4

Bella que me anuncias una extraordinaria complicación. Tantos crímenes olvidados reaparecen por ti.

Llega el tiempo de la proeza infatigable frente a tus ojos sin sueño que ningún diamante puede cerrar:

Ella se expone a las angustias del siglo, usinas de la realidad. Más explícita se quiere, menos se la conoce. El sueño de los asesinos y de los poetas es que llegue a tener un rostro.

Para llegar aquí, ella debe atravesar una región de fotógrafos exacerbados por su asombrosa presencia. A pesar de su aplicación, estos espectadores sólo se quedarán con las pruebas delebles de su distancia de la verdad. Es que para retenerla hubiera sido preciso transformarse en ella, ser ella, y no su descripción más o menos feliz. Yo me lo repito siempre después de mis tentativas inútiles.

Ella mantiene la frescura, la diligencia feliz de la vida, por cuya justificación nos dejamos tentar, hierros de tristeza y de habilidad vergonzosa. Invita a los hombres, a quienes sabe posibles no por el memorial de sus servicios, sino por la suma de su condición a un juego de alta conciencia y de contumacia en el extremo de los enigmas. Ha conseguido así formar una tribu dispersa por el mundo, cuyos miembros se ignoran mutuamente y sin embargo reparan en común los hilos rotos de una gran red de belleza.

La jurisprudencia acumulada por las heridas, la imagen del mundo construida con la memoria de una continua decepción, la torpeza de la saciedad en el epílogo, todas las apariencias de la consumación se borran y se anulan en el esplendor de ese deseo

que arrastra consigo el asombro, el origen y la felicidad del universo y que ella, continuamente, se complace en inspirar.

Ella tampoco está exenta de las cargas fiscales, de las confusiones en la red telefónica, de las representaciones ilícitas. Pero se aviene, sin espanto, a ocupar con nosotros un lugar desfavorable en el mundo. A decir verdad, sólo emplea su tiempo en maravillarse. El siglo ha mejorado con su presencia.

En ella, la oscuridad se transforma en largo regocijo del ladrón solitario. Las señales que no comprende no estaban dirigidas a nosotros.

Viene de ausencias maravillosas, de seres que la amaron a través de otros seres cuyo destino era cambiarse en ella con tanta lentitud que la eternidad les maldice. (La eternidad maldice su lentitud, no su destino.)

Ella no comprende el Oráculo, no se lleva bien con aquellos en quienes el Espíritu ha entrado para vociferar. ¡El lenguaje del dios resuena miserablemente puro en esas cabezas! No comprende una sola palabra que no haya atravesado el sufrimiento lúcido de un hombre, que no conserve señales de la lucha... Ella ignora también qué hacen los que se torturan a sí mismos para que los otros los vean, cuando había que ir más lejos, con los otros, más lejos todavía en el dolor... Esos inútiles inventores de martirio, de palidez, de revelación, a su vez, la odian misteriosamente.

Ella no sabría entretener con apariciones espectaculares nuestros ojos ávidos de exageración. Prefiere permanecer en los resquicios de una realidad que se proclama habitable y obligatoria. Como a las larvas de luciérnaga, la tiniebla la abruma, pero le es imprescindible.

Hasta que el Labrador la descubra, por último, en su terreno magnífico, seguirá siendo la víctima paciente de nuestras herramientas equivocadas.

A su lado, contemplar el abismo resulta una excelente diversión. En su ausencia, comienzo de la angustia para el observador sensible.

Ella siega el verano, y luego todo es azul alrededor de sus ojos invisibles.

Como la cigarra, sólo puede vivir en medio del incendio que suscita.

iAh, pequeño milagro, vida enorme! iEnorme vida en una nada enorme!

Así como el placer es su reino, ella no puede detenerse en esas gradas fáciles donde el olvido nos ofrece sus pactos sospechosos. Si sufre, es para morir.

Por ella entramos en el mundo, pero también por ella nos es cada vez más fácil excluirnos de él. El enigma del bello vivir.

No obstante, la distancia y el diluvio, y las dificultades insalvables, y el honor y la maldición, ella se permite la aventura de vivir con nosotros. Sabe que el abismo terminará por recuperar, algún día, su confianza en el hombre.

Tantas memorias excelentes la abruman con el sonido negro de un mal que ya no existe.

La indiferencia de los pantanos es la forma que adopta, para ella, la soledad. Esos lugares impuros, bajo un sol retraído, a los que tiene una misteriosa necesidad de volver, la rechazan siempre con la misma cortesía... Presenciar ese leve comba- te de la curiosidad contra un infierno que se rehusa, es un espectáculo alucinante. Ella me dispensa a veces esos momentos de terror.

El mundo-monstruo se transforma de pronto en el mundo- doncella, la escritura desesperada en escritura maravillada. Estos cambios la hechizan.

Hierba siempre feliz al pie de los volcanes o en las llanuras sabias donde jura contra su vida el azote de Dios, ella descansa en la parte germinal de la conciencia.

A través de ella se vuelven visibles las heridas del viento. El viento libre que sangra y que la adora.

En las gradas de su palacio impenetrable, un juglar se detiene, un asesino discurre.

Una mirada furtiva podía sorprenderla en una indescriptible actitud de evidencia. Para los seres sensibles al nuevo acontecimiento, la era del escándalo comenzaba, la era de la angustia tocaba a su fin.

Ella desconfía de esos lugares donde el hombre aparece precedido por aclaraciones y citas que le vuelven improbable, esos recintos de la seguridad pública frecuentados por la presión arterial.

En la cueva del alquimista, ella calla, como investida de una miseria admirable que fuera al mismo tiempo su rostro y su secreto.

Mantiene exquisitas relaciones con la lujuria exhumada ante ella. La lluvia de cenizas le produce placer.

A través de ella los relámpagos duran. Hay tiempo para las amistades más sorprendentes.

Sus ojos son respetados por la nada, favorecidos por la prisión. Pero ella aparenta ignorar el sufrimiento que la sostiene.

Su enemistad con los amos proviene de que habla de aquello que realmente le ocurre y no de aquello que, de acuerdo con lo dispuesto, le debiera ocurrir.

En el patio de su silencio, único y feliz se yergue el bello árbol de los destituidos.

Los errores en las tablas del bien y del mal se cargan en su cuenta.

Ella dibuja un rostro sobre un rostro sin fin.

Vive para inventar la razón de su ausencia.

En las épocas de opresión, ella trabaja en la rebelión. En las épocas dé la gloria del hombre, en el Servicio de la Libertad Subterránea.

Y lo que la vida quiere del poema, ella lo hace.

jueves, 3 de febrero de 2011

LEYENDO A BAUDELAIRE de Germán Pardo García. Las 2001 Noches nº 120

Es ésta para mí una de las noches más tristes y crueles
del mundo
Baudelaire con sus ojos estúpidos
torcidos por la sífilis; Baudelaire con sus ojos de brujo
maligno, me está mirando fijamente desde un libro de luto.
Llegó arrastrándose a mi casa, hemipléjico y zurdo.
Baudelaire llegó a mi casa después del crepúsculo,
a la hora en que salen los dementes murciélagos nocturnos.
Le dije: señor, se equivoca. No le conozco. Ya está oscuro
y esta casa se extingue a las seis de la tarde,
cuando me aíslo como una araña en su telar profundo.
Y Baudelaire me dijo: es a usted al que busco.
Al que se aísla cuando los primeros pájaros se guarecen
ante la inminencia del terror y los ruidos confusos.
Al arácnido en sombras pervertidas oculto.
Y la baba caía de los labios de Baudelaire
comidos por la sífilis, lascivos y convulsos.
Vengo a su casa porque usted conoce, como yo,
la orfandad y la pena.
Yo lo he sentido clamar por su madre dormido
como gritan los sonámbulos, los hombres siempre solos
desde su inválida niñez. Es a usted al que busco.
Yo lo he visto golpear estérilmente los impasibles muros
de la orfandad, preguntando por el nombre de su madre,
esa que usted tiene ahora fotográficamente en lo turbio
de esta casa con flores malditas.
Es a usted al que busco, es a usted al que busco.
Y Baudelaire atáxico me miraba con sus ojos estúpidos.
Y gritaba y gritaba con la tenacidad babeante del idiota:
es a usted al que busco, es a usted al que busco.
A usted lo amó la sífilis. La he visto reptar sobre su cuerpo
con sus gusanillos minúsculos
royéndole las células nerviosas, las celdillas cerebrales
con las que usted escribe; partiéndole los músculos
con los que usted trabaja, y la vertebral columna
con la que sostiene su cuerpo, cual otra columna de orgullo.
Es ella la que excita sus prodigiosos dedos
para que no reposen. Diosa blanca y verdugo.
Ella le rinde imágenes fantásticas, sonidos misteriosos
que sólo usted escucha, paraísos conclusos.
Después de la muerte en las cenizas de sus huesos
estará el treponema proclamando su triunfo.
Yerto de horror, de crápula, de espanto,
miraba yo a Baudelaire, el hemipléjico, el intruso,
que seguía gritándome y gritándome y gritándome:
es a usted al que busco, es a usted al que busco.
Salga usted de mi casa, le dije elevando mis gritos
y elevando con furia los puños.
Voy a echarle a ese perro
que custodia mi sueño proclive y mi sueño fecundo.
Y él seguía gritando y gritando diabólico y lúgubre:
es a usted al que busco, es a usted al que busco.
Al huérfano, al solo, al que siente el fulgor de la sífilis
cruzar cual sombrío relámpago por sus ojos impuros.
Al que ama la carne podrida del burdel y el sepulcro,
como amé a Jeanne Duval, deforme y perversa.
Es a usted al que busco, es a usted al que busco.
Y un desorden sublime cayó sobre mi casa reducida
como un corazón sin ternura. Y crecía el insulto
tremendo y la baba del atáxico horrible.
Y en mi rostro cayó su saliva asquerosa, su esputo
de locura y de fuerza perseguida por el Mal sin descanso.
Y crecía y crecía el desorden de mi casa y cayeron los libros
y Las Flores del Mal por el suelo en desorden y volaron
las mesas
en divino desorden y el incendio quemó las columnas
y el agua que bebo inundó de mi alcoba la calma,
y el sol que me ilumina desde un cuadro de Van Gogh
desprendióse
del lienzo y se echó sobre mí como un tigre iracundo.
Quise escribir: ¡Piedad! pero las manos desobedecieron,
y la palabra ató mi lengua con asfixiantes nudos,
y era mi cuerpo un tronco devorado por la demencia
que en la sífilis
incuba sus corpúsculos,
hasta que un águila sorda se lleva nuestro espíritu,
y el cuerpo se nos queda rezagado, concluso,
como estoy yo esta noche de crueldad indecible,
mientras el hemipléjico grandioso me grita sin saciarse:
¡Es a usted al que busco, es a usted al que busco!

domingo, 30 de enero de 2011

MI SANGRE ES UN CAMINO de Miguel Hernández. Las 2001 Noches Nº 113

Me empuja a martillazos y a mordiscos,
me tira con bramidos y cordeles
del corazón, del pie, de los orígenes,
me clava en la garganta garfios dulces,
erizo entre mis dedos y mis ojos,
enloquece mis uñas y mis párpados,
rodea mis palabras y mi alcoba
de hornos y herrerías,
la dirección altera de mi lengua,
y sembrando de cera su camino
hace que caiga torpe y derretida.

Mujer, mira una sangre,
mira una blusa de azafrán en celo,
mira un capote líquido ciñéndose a mis huesos
como descomunales serpientes que me oprimen
acarreando angustia por mis venas.

Mira una fuente alzada de amorosos collares
y cencerros de voz atribulada
temblando de impaciencia por ocupar tu cuello,
un dictamen feroz, una sentencia,
una exigencia, una dolencia, un río
que por manifestarse se da contra las piedras,
y penden para siempre de mis
relicarios de carne desgarrada.

Mírala con sus chivos y sus toros suicidas
corneando cabestros y montañas,
rompiéndose los cuernos a topazos,
mordiéndose de rabia las orejas,
buscándose la muerte de la frente a la cola.

Manejando mi sangre enarbolando
revoluciones de carbón y yodo
agrupado hasta hacerse corazón,
herramientas de muerte, rayos, hachas,
y barrancos de espuma sin apoyo,
ando pidiendo un cuerpo que manchar.

Hazte cargo, hazte cargo
de una ganadería de alacranes
tan rencorosamente enamorados,
de un castigo infinito que me parió y me agobia
como un jornal cobrado en triste plomo.

La puerta de mi sangre está en la esquina
del hacha y de la piedra,
pero en ti está la entrada irremediable.

Necesito extender este imperioso reino,
prolongar a mis padres hasta la eternidad,
y tiendo hacia ti un puente de arqueados corazones
que ya se corrompieron y que aún laten.

No me pongas obstáculos que tengo que salvar,
no me siembres de cárceles,
no bastan cerraduras ni cementos,
no, a encadenar mi sangre de alquitrán inflamado
capaz de despertar calentura en la nieve.

¡Ay qué ganas de amarte contra un árbol,
ay qué afán de trillarte en una era,
ay qué dolor de verte por la espalda
y no verte la espalda contra el mundo!

Mi sangre es un camino ante el crepúsculo
de apasionado barro y charcos vaporosos
que tiene que acabar en tus entrañas,
un depósito mágico de anillos
que ajustar a tu sangre,
un sembrado de lunas eclipsadas
que han de aumentar sus calabazas íntimas,
ahogadas en un vino con canas en los labios,
al pie de tu cintura al fin sonora.

Guárdame de sus sombras que graznan fatalmente
girando en torno mío a picotazos,
girasoles de cuervos borrascosos.
No me consientas ir de sangre en sangre
como una bala loca,
no me dejes tronar solo y tendido.

Pólvora venenosa propagada,
ornado por los ojos de tristes pirotecnias,
panal horriblemente acribillado
con un mínimo rayo doliendo en cada poro,
gremio fosforescente de acechantes tarántulas
no me consientas ser. Atiende, atiende
a mi desesperado sonreír,
donde muerdo la hiel por sus raíces
por las lluviosas penas recorrido.
Recibe esta fortuna sedienta de tu boca
que para ti heredé de tanto padre.

jueves, 27 de enero de 2011

EL CEMENTERIO MARINO de Paul Valery. Las 2001 Noches nº 104

I

Este tejado tranquilo, donde pasean palomas,
Entre los pinos palpita, entre las tumbas;
Ahí mediodía el justo compone fuegos
¡El mar, el mar, siempre renovado!
¡Oh recompensa después de un pensamiento
Una larga mirada sobre la calma de los dioses!

II

¡Qué pura labor de finos relámpagos consume
El múltiple diamante de imperceptible espuma,
Y qué paz parece concebirse!
Cuando sobre el abismo un sol reposa,
Obras puras de una eterna causa,
El Tiempo centellea y el Sueño es saber.

III

Estable tesoro, templo sencillo a Minerva,
Masa de quietud, y visible reserva,
Agua que mana, Ojo que guardas en ti
Tanto sueño bajo un velo de llama,
¡Oh mi silencio!... ¡Edificio en el alma,
Mas altillo de oro de las mil tejas, Tejado!

IV

Templo del Tiempo, que un único suspiro resume,
Asciendo a este punto puro y me acostumbro,
Todo yo circundado de mi mirada marina;
Y como a los dioses mi ofrenda suprema,
El centelleo sereno siembra
Sobre la altura un desdén soberano.

V

Como el fruto se funde en goce,
Como en delicia cambia su ausencia
En una boca en que su forma muere,
Huelo aquí mi futura humareda,
Y el cielo canta al alma consumida
El cambio de orillas en rumor.

Traducción: Claire Deloupy

martes, 25 de enero de 2011

ALGUNA MEMORIA (II) de Raúl Gustavo Aguirre. Las 2001 Noches nº 5

¿Por qué construyes en la estación de las lluvias tus estelas de arcilla, oh poeta ilegible, omnipresente y solitario?

Tus manos trabajan en el olvido porque tu dios te prefiere allí.

Esta escritura sería imposible si no hubiese de por medio entre ella y yo (entre ella, sustancia virtual de mi vida, y yo, vida posible en su verdad), si no hubiese entre nosotros este muro de horror que parte en dos el universo y a cuyo través buscamos la rendija de nuestra mutua presencia. Escribo para encontrarla, recorro la infinita piedra a veces con asombrosa velocidad, a veces con inaudita paciencia, tallando, aplicándome, no consiguiendo al fin sino esa destreza que de nada me sirve y que tan curiosa o vituperable resulta a espectadores ajenos a la verdadera razón de mis movimientos. En cuanto a ella, sé que también procura ayudarme. Presiento su calor, el canto de su espera apasionada, que trato como puedo de repetir de este lado, y un solo sonido juntos sería el poema, y un solo sonido juntos sería la muerte...

¿Cómo evadirme de ese designio que me lleva a la mutación y al desastre, arrojándome de un estado de gracia a una sucia habilidad? Absurdos canales de malestar y de indolencia donde los miasmas se rehacen, yo sé que esta criatura es atrapada allí por profesionales de la conciliación, quienes con falsos juramentos la llevan hacia la trampa de la confusión de las lenguas.

Las cesantías de la comunicación, mis cotidianas demoras con el constante movimiento de la exégesis cósmica, me retienen sobre una tierra de saldos y suplicios a lo que no puedo acostumbrarme. Atento demasiado a menudo contra la emoción que debe conducirme. Consagro lecturas excesivas a viejas nóminas de objetos ideales e imagino encontrar indicios de redención allí donde ella está excluida por antonomasia. En estos trabajos, ella me encuentra triste.

Ella inicia en mi ausencia su viaje apasionado, su viaje que enriquece el misterio y dota de precedentes a la eternidad. Corre hacia mí en busca de su confirmación. Yo que seré otra vez esa playa desierta que devuelve y olvida.

«Soy tuya, pero tú no existes». Ante la tristeza de esta alondra, fue preciso inventar la noche.

Y tú, pez volador, ¿cómo escaparás para siempre de este mar de neurosis y de amistades inútiles?

En tu cabeza, una máquina implacable pone en peligro la vida de esa criatura cuya verdadera relación contigo pretende formular. ¿Por qué sospechas que su desaparición ocurrirá con ello? ¿Por qué defiendes ese lugar recóndito de tu inocencia? (¡Oh, enamorado!).

Si accedo a su supresión, ¿tendré, cabeza en blanco, que habitarte de nuevo?

(«Fiesta asesinada, fiesta asesinada». A menudo tropiezas con este rumor.)

domingo, 23 de enero de 2011

LA CASADA INFIEL de Federico García Lorca. Las 2001 Noches nº 100

Y que yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago
y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído,
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.

* * * *

Pasadas las zarzamoras,
los juncos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo el cinturón con revólver.
Ella sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban
como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena
yo me la llevé al río.
Con el aire se batían
las espaldas de los lirios.

Me porté como quien soy.
Como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande de raso pajizo,
y no quise enamorarme
porque teniendo marido
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

sábado, 22 de enero de 2011

España, aparta de mí este cáliz de César Vallejo. Las 2001 Noches nº 1

Niños; del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!


¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra.
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!


Si cae -digo, es un decir- si cae
España, de la tierra para abajo,
niños. ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!


Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz, que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
con su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera hablando y habla y habla,
la calavera, aquélla de la trenza,
la calavera, aquélla de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las; sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menor de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja.
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!...

jueves, 20 de enero de 2011

ALGUNA MEMORIA (III) de Raúl Gustavo Aguirre. Las 2001 Noches nº 6


Es éste el límite del mundo, afilado hasta la extremaunción, donde mi oficio termina y tu perfume se presiente.

Nos deteníamos para disputarnos esas extrañas piedras con que tropezábamos a cada momento. Cada vez eran menos numerosas a medida que nos acercábamos a ti.

Presencia jamás compensada, insólita, ¿cómo es que duras ante mis ojos, cómo es que vives en mi país?

Te esfuerzas por mantener la unidad de tu cuerpo, por estar aquí. Pero tus amistades son enojosas para la eternidad que te reclama. Y por esa restricción a la niñez celestial que cuestiona tu sexo, vives, intensamente, bajo el peligro constante de ascensión y de metamorfosis.

Ojos maravillosos que a veces te recuerdan y que a veces te -olvidan.

En el destello de nuestra separación -azul velocísimo- yo
te saludo, mi alma, mi extranjera.

Alba donde pululan los monstruos, alba siempre dispuesta a transformarte en poema, alba invisible siempre, perdida entre las nieblas y los hierros del mundo.

Sabes que donde la belleza culmina, ella y la angustia se
confunden. (El rayo negro nos desnuda sobre una realidad que vacila entre el éxtasis y el espanto, la vida recuperada y la inexplicable ausencia, mientras tú me abrazas, desesperadamente, sabiéndome víctima, una vez más, de la disonancia metafísica.)

Nada te defiende en la noche perfecta.

Bien sé que te asfixias en la felicidad dispuesta por los propietarios de tu presencia en el mundo. Bien sé que sufres a menudo grandes dolores extranjeros, prohibidos por la ley. Exilados los dos, juntos bajo un cielo magnífico, creemos por un instante -oh poema- haber hallado tu país.

Te invento para hablarte. Me inventas para verte.

Tantos enigmas consienten a tu presencia.

Desconfías de esa especie de sueño que anula las dificultades de la vigilia en beneficio de un país hipotético, en cuyas aduanas la parte más fértil del hombre queda a merced de la exacción. Pero esa tiniebla ávida de nuestras fuerzas no debe ser confundida con aquella otra donde se origina el signo que renueva el alba y hace comparecer a los monstruos.

Pasa la breve luciérnaga, inclusa en la ley de su reino. Pasa y se ilumina.

Presencia que parecieras desmentirme cuando la tristeza del mundo ya iba a negarte, y que culminas y desapareces entre mis brazos de relámpago.

El amor y el viento. Lo demás pasará.

A cada movimiento, una nueva piedra aumenta su muralla del equívoco que te circunda. Es preciso derribar algo de tiempo en tiempo, a pesar de las objeciones de los cronistas del rey.

Vivo en la hierba de tu desprendimiento. Soy el cazador furtivo a quien la noche ha transformado en centinela exhausto.

Contigüidad insaciable, fidelidad lejana...

Amante, los monstruos que te amaban resplandecían antes de morir.

¡Miserables, miserables del mundo, de quienes está hecho el rayo de tu presencia!

Eres parecida a ese fuego que un caminante solitario enciende en el umbral de la noche y donde se reúne, para no morir, toda la claridad de la tierra.

Ebrio estoy de este universo que compromete su destino por acordarse con tu mirada, por ser tu cómplice...

Alma de todo lo que me subleva, tú eres mi fuego, constante y mi primera ceniza.

Hay en mi vida una especie de nada que sólo existe por ella. Hay en mi vida un pozo de vida. Tú no lo ignoras, tú me abrazas.

Me abrazas, para que no olvide el tiempo en que nada sabía
de ti.

¿Qué harás en este desierto donde hasta las piedras se esfuman, sino quedarte y compartirlo? Tú, criatura que no eres de aquí pero que nos quieres aquí, pobres, inmensos, dementes, obstinados.

iCómo es difícil para ti retener en el viento esa pasión del viento que te crea! Pero la noche donde reinas y desapareces jamás será vencida, ioh amenazada!

¿Seremos también nosotros, al morir, los contrarios de la Poesía?

¿Por qué si jamás les has interrumpido, si ellos son más fuertes que tú, más numerosos y más firmes, todo un ejército de profesionales te odia? Cuando apareces entre ellos, por un error, por un descuido, los directores se turban, los mitomaniacos exhalan largas memorias, los parásitos de las Escrituras evidencian síntomas de sofocación. ¿Por qué? ¡No soy yo, que me inclino por ellos, que me confundo con ellos para verte! Nuestros gestos son ambiguos y te odiamos, te odiamos porque tú nos anulas los discursos, nos echas a perder nuestras más hábiles combinaciones y tus ojos nos revelan que todavía -a pesar de nuestro poder y de nuestra destreza y de nuestros antepasados- no hemos comenzado a existir para ti.

jueves, 13 de enero de 2011

ALGUNA MEMORIA (IV) de Raúl Gustavo Aguirre. Las 2001 Noches nº 7



Tu canto continúa hasta que el universo se rompe
en un hiato espantoso, comienzo de la nada.
Allí la memoria me ofrece sus servicios.



Ocurre que la necesidad de decidir llega a alcanzar niveles alarmantes (¿la disgregación?, ¿el poema?). La fatiga, la duda, y los insistentes memoriales sobre táctica física de conservación de la conciencia inhiben, a menudo, el itinerario del cazador feliz. ¿Dónde estoy ahora? El pataleo de la ciudad entera, la náusea de la organización, la imposibilidad de personalizar en el prójimo la culpa de esta vergonzosa contrariedad que nos anula dotándonos de mortíferas similitudes, de equivalencias que vuelven indiferente al rayo, esta endemia, en fin desde donde me es preciso atraer a la maravillosa criatura con un interminable despliegue de trabajosas señales, a veces falsas, a veces excesivas, a veces miserables, jesta endemia es (oh cielos) mi país!

Y ella, ¿qué hace aquí?

Viene a iniciar la sucesión de acontecimientos admirables. Pero la sucesión de acontecimientos admirables no es resistida por los sismógrafos. En las retinas indiferentes, la claridad se enfría, el ibis de la claridad desaparece, víctima de un fenómeno de distorsión. Las manos que escriben en papeles ajenos se desentienden de su presencia, son sus enemigas más crueles. En la mesa que ella amaba, a la hora de la identidad, reina ahora una absurda caligrafía... Su ausencia infunde una temible atracción a los archipiélagos deshabitados. En el afelio, las probabilidades de muerte son extremas, la soledad se individualiza, el dolor entra en juegos arácnidos, se vuelve miserable. Es en ese infierno donde cada árbol se distingue por su nombre, donde se encuentran los más completos archivos, donde es posible seguir con atención los movimientos de la única criatura que no obedece la orden, esa filaria que se divide cuando parecía que sólo de ella se podía hablar, de ella y de mí ¡Oh, vergüenza de los oficios sagrados!
¿Cómo podré, amor mío, volver a la noción de tu cintura, a la simplicidad de tu lumbre, a tu Belleza?

La claridad disminuye, tu cuerpo se borra. La claridad, víctima de mi dimisión, se hunde con el tesoro de tus movimientos.

¿Cómo resarcirte de mi retorno a la condición enumerativa, al círculo de la ingratitud, al estado general? Nosotros dos habíamos hecho de la imprudencia nuestro medio de comunicación. Una incomparable vicisitud nos unía. Fuego y nieve se complacían en exasperamos. Caíamos juntos en el abismo de nuestra semejanza.

Cuando el fuego cesó, la nieve se deshizo, y yo no pude retenerte: no había salido de aquí. De otros depende ahora la autorización.

Pero tú, sin nombre, en el frío de esos espacios, ¿qué esperas sino mi muerte, qué esperas todavía, oh Solitaria?

Veo otra vez tu rostro en el centro de una prodigiosa tormenta. Tu rostro, desconocida, en medio de la ausencia que te devora, más cerca que nunca del mío.

El persistente abismo te separa de aquellos que eran, al alcance de tu mirada, el presagio de una infinita celebración... Pero quién sabe qué guardan todavía de inmenso estas apariencias de la fatalidad.

Pequeña gloria errante entre las ramas de la noche, ¿qué nueva forma buscas para que yo te vea?

¿Cómo retenerte a ti, tan difícil de atar, tan rápida y cambiante, tan difícil de sujetar a nuestra armonía, a nuestros rectos usos, a nuestras sanas costumbres?

Yo como tantos, ignoraba que aquí donde cada uno se esconde bajo tierra, no había otro destino para nadie sino aquél por el que tú, lejos de nosotros, te dejabas llevar.

¡Increíble criatura! He sido fiel a tus contradicciones hasta la punta de la aguja que penetraba en el corazón del pájaro triste para matar a la serpiente.

Déjame cavar en mí la maldición y que nos hundamos en este tema. Tú no deseabas otro destino para mí y yo no quería sino tenerte por entero.

Los hombres nada se han llevado, nada de lo que puede todavía inflamarte.

Yo me salía del mundo y tú de nuevo me creabas. Tal era nuestro juego, nuestra danza nupcial. Ausentes, pasábamos juntos por aquí.

Yo conocía tu rumor en mi alma, y en mi alma eras libre de hacer cuanto quisieras. Yo conocí el rumor de tu presencia, y te llevaba en mi alma como el mar, como el viento hubieran querido llevarte. Yo cambiaba tu cuerpo por el mío, yo era la eternidad.

Al azar te encontraba, una y otra vez, y el mundo era demasiado grande como para retenerte o como para que nuestros destinos se contradijeran. Y tú, tan parecida al aire de pronto, eras tan libre como yo, y nos cambiábamos sin saberlo, sin nombrarnos, sin descubrirnos la razón de nuestra indolencia. Pero esta sombra no durará, no durará.

¿Qué podría mostrarte, allí donde ya no querías seguirme, escaleras abajo, fuera del reino de tu validez? No había más que cenizas en el fondo de esas arcas enormes.

(Distorsión infinita y conocimiento crispado, angustia y belleza en mí te reconocían).

De pronto, tras el vidrio del tiempo, pasa tu imagen sobria, lenta y considerable, más real que la noche.

Ya no reconozco como causa de mi angustia sino la necesidad de volver a crearte, de hacerme de ti. Ausente, la confusión en mis escrituras, el fénix en mi cabeza. Te busco en mi delirio glacial, en mi falsa detención, en mis esfuerzos inútiles... En mí se complacía el verano, ayer, cuando tu rostro era el mío.

(Trato de hablar de nuevo ese viejo lenguaje de poesía con el cual solíamos explicarnos nuestro amor).

Libre por tu presencia oculta detrás de los signos de tu presencia, libre por tu amor jamás abarcado. Para vivir, yo tengo que romper esta niebla verbal que me oculta tu nombre. Busco la libertad de tu rostro de hoy.

En suma, mi moral consiste en una serie de movimientos cuyo fin no es otro que hacerte un lugar para que puedas vivir en silencio en medio de la confusión donde tu presencia es un desafío y tu belleza una injuria.

(Y tú, más cierta que el mañana que no puedo mirar, más cierta que la oscuridad por donde vamos, haz que pueda iluminar levemente el rostro de la tierra, comenzando por ti, que estás al lado mío, que estabas al lado mío desde que comenzó todo esto...)

Y éste es el mediodía en que llega a su fin la parálisis infernal, causa de la abrumadora tristeza que me consumía. La nieve se funde, el horizonte se mueve, la música recomienza. Y tú, solitaria, tú volverás ahora a convertir en bodas los exilios nocturnos.

(Esta belleza injuriada, esta belleza fuera de la ley, lejos de las casas de contratación, lejos de la poesía, de sus feroces propietarios, esta belleza odiada por los justos, esta belleza simple entre nosotros, en el reverso de las grandes páginas, ella quería, quería, oasis infinito, vernos vivir así).

Y éstas son las primeras estribaciones de tu silencio.

sábado, 8 de enero de 2011

LA VOZ TOMADA de Rodolfo Alonso. Las 2001 Noches nº 8

Cuando se quiebre la lengua del amor, nos quedará todavía esta palabra ronca.

Cuando no pueda decir, volverá todavía a mi garganta el eco de tu cuerpo.

miércoles, 5 de enero de 2011

CANTO A LA FUERZA SINDICAL (II) de Germán Pardo García. Las 2001 Noches nº 46

II

Y os digo en nombre de las innumerables alianzas que existen
entre los brazos del hombre trabajador y los sólidos seres:
ved a los armoniosos árboles confederándose
sobre el poderoso flanco del gran monte antibélico.

Ellos son el primer símbolo de esta fuerza sindical de que os hablo,
contemplándola desde su nacer en la arcilla hasta su elevación al Cosmos,
porque también allá las estrellas únense para impulsar al Universo,
enarbolado en mástil nuclear de lámparas tremendas
con su fulgir de insectos nebúlicos de oro.

Os doy este humano ejemplo de los árboles porque son criaturas
que están cada vez más próximas al espíritu del hombre.
Su inminente incorporación a nuestras almas la comprendemos
al decir: más allá de la vida todos seremos árboles.

O al exclamar: estoy solo como un árbol ante la pérdida del crepúsculo.

Ellos fundaron la inicial conciliación de vegetales
para defender con su auxilio al proletario parvifundio.
Al arbusto individual creciéronle otros árboles
y apareció la fronda civil llena de voces y de ruidos,
como en las plazas de las ciudades las multitudes famélicas.

Comparo este murmullo de las labiales hojas con acento de palabras,
porque ellas son así: dialogantes en su idioma de verdes monosílabos.
Tienen su misterioso abecedario y conocen la semántica del viento,
y en elásticos alambres de raíz o esferas húmedas y azules
graban hondas inframúsicas que nosotros no escuchamos,
y las reviven al decaer la rauda tracción de la materia.