domingo, 26 de noviembre de 2017

EL PERRO RABIOSO de Rafael Alberti. Publicado en Las 2001 noches Nº 108


1
Muero porque las pulgas me inoculen
la sangre de los perros más rabiosos,
me vuelvan los colmillos venenosos
y el hombre que hay en mí me lo estrangulen.
Que ni el odio y la furia disimulen
cuanto de hirientes, graves, peligrosos
son mis serios arranques rencorosos,
sin puños que los frenen y regulen.
Época es de morder a dentelladas,
de hincar hundiendo enteras las encías,
contagiando mi rabia hasta en la muerte.
Revolcándose, mira inoculadas
aullar las horas de los malos días,
por morderlas ¡oh Tiempo! y por morderte.
2
Mordido en el talón rueda el dinero,
y se retuerce ya en su sepultura,
con la Iglesia y el hambre, la locura
del juez, del militar y del banquero.
Mordida y por el mismo derrotero
va la familia, llaga que supura,
en una interminable calentura,
jugo de muladar y estercolero.
Huele a rabia, a saliva, a gente seca,
contaminando un humo corrompido
la luz que ya no alumbra, que defeca.
El cadáver del Tiempo está podrido,
y sólo veo una espantable mueca,
una garganta rota, un pie mordido.

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miércoles, 22 de noviembre de 2017

ADÁN EN LA MONTAÑA de Vicente Huidobro. Publicado en Las 2001 Noches Nº 121


Espantando sus primeras melancolías
Adán se irguió. Y era una eximia estatua
El fuerte y recio padre de la vida
Sobre su justo pedestal: las montañas.
Y vio bajo sus plantas
Que en una lenta agonía
Poco a poco la vida se iba
De las llanuras solitarias,
Y sintió que algo también moría
Dulce e inefablemente en su alma.
Y con sus ojos nuevos sin nada de profundo
Acaso Adán vio el rodar de los siglos futuros,
Y adivinó toda la tristeza de sus hijos
Y presintió todo el dolor del mundo.
Adán, enorme y solo,
Lleno de anhelos bondadosos,
Así en lo alto de los montes erguido
Sintió su frente envuelta de vacío.
¡Oh maravillosa montaña
Contempladora del rodar del Universo,
Muda, con sus ojos de esfinge sagrada
Clavados en el Tiempo!
¡Oh maravillosa montaña
Que serenas el alma
De plácido reposo y horas claras!
Gracias por tu bienaventuranza.
Gracias te dio el Hombre con sus ojos
Llenos de un manso encanto luminoso.
Y Adán, pausado, triste, pensativo,
empezó a descender de la montaña,
Abriendo nuevamente otro camino
Entre las breñas y las zarzas.
Y mirando la tierra dormida,
Él no pensó que un día
Sobre los campos obscuros brillarían
Las ciudades como estrellas caídas.

jueves, 16 de noviembre de 2017

OLGA OROZCO de Olga Orozco. Publicado en Las 2001 Noches nº 10


 Yo OIga Orozco desde tu corazón digo a todos que muero. Amé la soledad, la heroica perduración de toda fé,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas, la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre
       alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros
       las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
la humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba
       en mí igual que en un espejo de sonrientes praderas,
ya la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.
Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo, en un último instante fulmíneo como el rayo,
no en el túmulo incierto donde alzo todavía la voz ronca y
       llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto     
       tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura
      que los cambiantes sueños,
allá, donde escribimos la sentencia:
«Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por
      infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer
      aposento».

Olga Orozco
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sábado, 4 de noviembre de 2017

EL RETOQUE FINAL de Olga Orozco. Las 2001 Noches Nº 123



Es éste aquél que amabas.
A este rostro falaz que burla su modelo en la leyenda,
a estos ojos innobles que miden la ventaja de haber volcado
a ciegas tu destino,
a estas manos mezquinas que apuestan a pura tierra su
ganancia,
consagraste los años del pesar y de la espera.
Ésta es la imagen real que provocó los bellos espejismos de
la ausencia:
corredores sedosos encandilados por la repetición del eco,
por las sucesivas efigies del error;
desvanes hasta el cielo, subsuelos hacia el recuperado paraíso,
cuartos a la deriva, cuartos como de plumas y diamante
en los que te probabas cada noche los soles y las lluvias de tu
siempre jamás,
mientras él sonreía, extrañamente inmóvil, absorto en el
abrazo de la perduración.
Él estaba en lo alto de cualquier escalera,
él salía por todas las ventanas para el vuelo nupcial,
él te llamaba por tu veradero nombre.
Construcciones en vilo.
sostenidas apenas por el temblor de un beso en la memoria,
por esas vibraciones con que vuelve un adiós;
cárceles de la dicha, cárceles insensatas que el mismo
Piranesi envidiaría.
Basta un soplo de arena, un encuentro de lazos desatados,
una palabra fría como la lija y la sospecha,
y esa urdimbre de lámparas y vapor se desmorona con un
crujido de alas,
se disuelve como templo de miel, como pirámide de nieve.
Dulzuras para moscas, ruinas para el enjambre de la
profanación.
Querrías incendiar los fantasiosos depósitos de ayer,
romper las maquinarias con que fraguó el recuerdo las
trampas para hoy,
el inútil y pérfido disfraz para mañana.
O querrías más bien no haber mirado nunca el alevoso rostro,
no haber visto jamás al que no fue.
Porque sabes que al final de los últimos fulgores, de las
últimas nieblas,
habrá de desplegarse, voraz como una plaga, otra vez
todavía,
la inevitable cinta de toda tu existencia.
Él pasará otra vez en esa ráfaga de veloces visiones, de días
migratorios;
él, con su rostro de antaño, con tu historia inconclusa,
con el amor saqueado bajo la insoportable piel de la mentira,
bajo esta quemadura.