domingo, 18 de septiembre de 2011

EDITORIAL de Las 2001 Noches nº 127

OSCURO DIAMANTE

Este diamante oscuro que entre las manos tengo,
con un ahogado ritmo de corazón palpita.

Lo encontré en mis espacios y le di una presencia
de solitaria luz, recóndita y magnífica.

Lo encendí con el fuego de los vastos relámpagos
y el estupor unánime de mi ansiedad divina.

Y nadie tuvo entonces un corazón más alto,
para mirar el mundo, como a través de un prisma.

Con la cósmica fuerza del Espíritu, a solas
lo adoraba en sus ámbitos. Y en ciega idolatría,

le prosterné los cultos de una sangre ecuménica,
y el pálido temblor de mis zozobras íntimas.

Ahora tu presencia para siempre me agobia.
No lo pude albergar en el pecho. Fluía

de su luz el asombro sideral, y a mis manos
descendió entre los vértigos de una angustia infinita.

Huérfano de ternura y en soledad, lo llevo
sin saber hacia dónde. Tal vez a las pacíficas

moradas de la tierra, que me aguarda con toda
la inmensidad oculta de sus potencias vivas.

Mas, antes de esconderlo por una eternidad
en los espacios últimos en que mi ser se abisma,

lo alzaré a la diadema de mis sueños caóticos,
que me ciñe con pompa de profundas espinas,

y allí, por un instante, lo dejaré brillar
con los desiertos gozos y la amargura misma

de un ídolo que ostenta sobre sus áureas sienes,
la oscura majestad de una corona lívida.

Germán Pardo García
Colombia, 1902