martes, 2 de junio de 2015

MEDIODÍA de Edgar Bayley. Las 2001 Noches nº 146

 

A Ch.
Quien no está de acuerdo pregunta, entre las últimas casas, al comienzo del prado, y su pregunta queda en el aire, a lo lejos, en las matas de hierba, en el pico de la montaña.
Quien no está de acuerdo pregunta, recuerda un nombre, evoca el mar lejano, las facilidades de un balcón, la proximidad de una araucaria, el sonido de una opinión fraterna, el color de una madrugada, la esperanza, en fin, excepcional, verosímil.
Quién no está de acuerdo vuelve a la ciudad, mira hacia el interior de las cocinas donde están prontos los pollos horneados, las sopas de ajo y de arroz, el pan blanco, los zapallos y las papas, y los manteles y el esplendor del mediodía.
Quién no está de acuerdo mira, se descubre en la calle asoleada, y lanza otra vez su pregunta, que se levanta del camino y se mantiene inmóvil entre las ramas del árbol.
Quien no está de acuerdo finalmente no pregunta: escucha, mira, respira, agradece.
Tantos hechos son, por último, uno solo. Tantas preguntas se hacen una sola oración, un rezo a la luz del sol. A mediodía, extiende las manos, seca sus ropas. Y todo el llanto y la furia, y la ternura, y la equivocada puerta, y la altanera opción, y la fuente y el tiempo, le dicen sí. Lo comprenden en este momento límite, en su total desesperanza, y lo confirman en tanto amor desamorado. Es el sí del mediodía, amor de la fuente, del ojo, de los cuerpos, del basalto y el pórfido, de la pequeña escala y la columna de agua, del orfeón, de la verdeante bulla, por ahora, para siempre.