viernes, 15 de septiembre de 2017

"Federico García Lorca" de José Portogalo. Las 2001 Noches nº 16


JOSE PORTOGALO

FEDERICO GARCÍA LORCA

1

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y ángel.

Pienso que un bosque de estrellas
madura, fiel, en tu sangre.
Oh, Capitán de palomas:
¡qué frío, qué duro el aire!
Y tú mezclado a la tierra
con la raíz de los árboles,
con golondrinas los ojos,
la lengua, acero multánime,
cintura de estrella virgen
entremezclada con sales,
luna y no en los cabellos
y hasta el zapato vibrante.
Ay, Federico, qué guardia,
qué guardia la de tu sangre.

2

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y arde.

Agrio rumor de cobre agita el canto,
sé de la maldición y del esputo
y al alto mediodía me levanto
desde el grito hasta el odio como un fruto.

De tanto horror de muerte y tanto espanto
oh, corazón, mi corazón de luto,
estoy casi en rodillas por el llanto
y en mí resuena el siglo en un minuto.

Porque así, fermentado en esta muerte
-tu muerte que nos quiebra y que nos liga-
ataco en mí lo inútil y lo inerte.

Sangre de sangre lúcida y fatiga
que en mi propia raíz se nutre y vierte
como en el pan el oro de la espiga.

3

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y ángel.

Potros de fuego que alumbran
como rosas de cristales
-duras crines de rocío,
belfos calientes, humeantes-,
desnudo viento de espadas,
noche ardiendo entre corales
y frío que se amontona
compacto en lejana calle:
con caracoles y grillos,
ordenan, lentos, tu sangre,
mientras que encienden tus venas
como a horizontes los ángeles,
y entre muertes, musgo y piedras,
está de pie tu coraje.
Ay, Federico, qué guardia,
qué guardia la de tu sangre.

4

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, que niño, y arde.

Así mi voz, hermano, así mi arteria,
así mi sangre tuya en mis rencores:
cielo metalizado en sinsabores,
sol agriado en el pus y la miseria.

Pero también crecido torbellino,
contradicción vital de los gusanos,
fuerza ascendente y limpia donde afino
mi caracol de sienes y de manos.

Muerte que en mí trabaja y se germina
como en la tierra el hueso y la corola
con el sordo clamor de una turbina.

Carnadura terrestre y caracola
de viento y lluvia, estrella y sal marina,
con sangre de pavor y de amapola.

5

Ay, Capitán de palomas,
Ay, niño, qué niño, y ángel

Ay, Federico, qué guardia,
qué guardia la de tu sangre.
Frente al mundo, reduciendo,
cómo es vivo tu mensaje,
tu poesía, cómo rueda
-mediodía, bosque, calle-,
y qué espantos, qué derrotas,
quisieron asesinarle.
Pero tu muerte no es muerte,
Federico, que es tu sangre
desparramada en el cielo
entre piedras y metales,
arquitectura de mundos
subterráneos, entre mármoles,
y confidencia de voces
de otra edad que ha de nombrarte
como a rocío o a fuego:
laurel eterno en el aire,
en la poesía, la aurora,
y en la guardia de tu sangre,
como a gota de rocío,
como a fuego de coraje.

6

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y arde.

Estrellas rotas y óxido de sierra.
Ya gusano y madera, ya resina.
Ya nos de grisú, de sal y orina:
muerte entre vida y lumbre que se aferra.

Sollozo y grito y párpado y colina,
mecha inconclusa y calcinada tierra,
campanas y ceniza, escombro y guerra,
substancia vegetal y de neblina.

Marfil y leche y pájaro que empluma
y pía y prueba, tímido, su vuelo
entre zonas de pólvora y de espuma.

Sangre vertida y móvil contra el sueño
que al fin calza su pie de sol y bruma
y en afilado envión llega hasta el cielo.

7

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y ángel.

Mitad entraña de tierra,
mitad entraña de aire
y todo revuelto cielo
y todo resuelta sangre,
entero de mediodía,
de alba, de noche y de árboles,
con su candor y su fuerza,
con su poesía y su carne,
entero como la vida
contra el crimen y el cobarde;
él, primavera y bandera,
rosa caliente y coraje.

8

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, qué niño, y arde.

Ya musical, sutil, ya fino y grave.
Perfil de estrella laminando ríos
y entre espesa humareda pecho de ave.
Eres poesía, lámpara de acento,
escolta de marfil, torre y colina
y brazada de grillos entre el viento.
Ya de pie como un canto, que es tu canto,
Jugo vital, de sangre, en movimiento,
guardia de acero y sal de nuestro llanto.
Bronce de cuerda en tenso aire profundo,
bloque de cielo entre ceniza y tierra,
ya laurel matinal naciendo al mundo.

Rosa que cruje como un hueso, entera;
ya luciérnaga viva sobre el alba,
que es lumbre y sueño y mármol de escollera
sobre la noche como un cielo malva
sobre tu sangre como una bandera.

9

Ay, Capitán de palomas,
ay, niño, que niño, y arde,
ay, Federico, qué guardia,
qué guardia la de tu sangre.

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