miércoles, 11 de febrero de 2009

EDITORIAL DE LAS 2001 NOCHES Nº 66



Ha llegado la hora de la victoria del poeta, y es por eso que os llamo a la interpretación. Y la interpretación, os recuerdo, es algo que pasa sin pasar del todo, es algo que sabe sin ser sabido. Una herida sin solución de continuidad.
Algo que, siempre por venir, ya habrá pasado. Como el amor, como los grandes acontecimientos, que siempre nos cogen de sorpresa y cuando se dejan conocer ya son otra cosa.
Y que ha llegado la hora de la victoria del poeta no quiere decir siquiera que ha llegado la hora de nuestra victoria o de la mía propia. Ya que el poeta habrá de someterse al lenguaje hasta el límite de desintegrarse entre las palabras, literalmente, dejar de ser, para que la poesía pueda articular una vida todavía no vivida por nadie, ni siquiera por el poeta en su desaparición.
Y que haya llegado la hora de la victoria del poeta quiere decir, directamente, que la victoria ha de ser toda de la poesía, esto no quiere decir exactamente que ahora la poesía habrá de venir a decirnos cómo tendríamos que vivir.
Ella nada sabe de la vida. No ama, ni recuerda. Es todo porvenir.
Es una puta francesa de Marsella del treinta. Ama el oro por el brillo más que por su valor. Loca permanentemente, siempre quiere más y nunca sabe lo que quiere, después, alguien la besa, alguien la marca, alguien la termina matando. Pero Ella no muere, reaparece en cada esquina, en cada boca, en cada música que ya no podamos olvidar, ella estará presente. Y volverá a hacer la misma caída de ojos y luego amará el brillo del oro hasta agotarlo y, una vez agotado el oro, ella se pondrá sobre la piel, noches, hombres, melodías y así puede volver a morir mil veces, pero lo que nunca pierde es el brillo de su mirada, porque su mirada es la mirada de todas las cosas.
Pero eso, tampoco quiere decir que nosotros no tengamos que tener nuestra propia mirada. Y debemos intentar cierta independencia a riesgo de no ser sino ella misma en su repetición de novedades.

Ha llegado la hora de la victoria del poeta, también, quiere decir que la muerte ha tocado toda palabra, todo goce, todo porvenir. Y es, precisamente, por eso, que os invito a la interpretación.
Y no será que el agua será el agua pura de un blanco manantial ilusorio. Habrá concreto entre nosotros, porque interpretación para la poesía y, entonces, porqué no para nosotros, es materializar las subjetividades.
Materializar como social toda carne. Materializar como histórico, todo deseo.
Y está claro que si bien la Poesía, también, es un trozo proveniente del lenguaje, casi como nosotros, la poesía nace con tal poder de aniquilación de aquello que la genera, que en su acontecimiento el lenguaje, campo aparente de su posibilidad de ser, queda desaparecido y en tal magnitud, que Ella misma, termina siendo lo que de él perdura.
Interpretación o muerte, no sólo habrá sido un aullido desgarrador de nuestra juventud, sino, entre otros sentidos que ya alguien interpretará, una manera moderna de plantear el vel de la alienación.
Modernizando el problema, si elijo la muerte me quedo sin siquiera la muerte, ya que la muerte para el hombre no se puede hacer sino sólo interpretar. Si elijo la interpretación, también habrá muerte, porque qué otra cosa que una puntuación desafortunada, es la interpretación.
Y si hay falla, si algo se ha perdido, si alguien carece, si habrá nunca sido que sin embargo... es el deseo el que ha rasgado el ser del hombre. Si todo está perdido es la poesía la que habla, nutriéndose de lo que Ella, aun, como mujer, nunca será.


MIGUEL OSCAR MENASSA

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