VEJEZ DE UN HÉROE
Esta vez no fue al campo de las grandes batallas.
Desalojado estuvo de allí su hermoso cuerpo
de estremecidas ancas y musculado tórax.
Taciturno camina por la tierra de nadie.
La tierra ha vuelto a ser de nadie.
Él lo entiende y camina por la tierra de nadie.
Tal vez oye el clamor de insólitos clarines
y el galopar de la caballería.
Sus crines están blancas y él es un héroe oscuro.
Les roe a los caminos raquítica pastura.
Detiénese
indeciso,
y se regresa
y se va por la tierra que volvió a ser de nadie.
Asciende a una colina para ver el crepúsculo,
ese gran compañero del hombre solitario
y de la bestia sola.
En sus cansados ojos quizá vagan imágenes
de rápidos lanceros y libres pabellones,
y el sol prende en su pecho un brillo adusto,
semejante al estigma de las crueles victorias,
y al esplendor de agónicos retablos
donde habitan figuras suplicantes,
doradas por el fuego del martirio.
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