miércoles, 17 de noviembre de 2010

LOS TRABAJOS DE LA POESÍA de Enrique Molina. las 2001 Noches nº 1

El lejano bramido de una noche cuya verde coraza se
abre como un pescado
La influencia de la lluvia con mejillas de invernáculo
errante empañado por el vapor de las plantas
Las ligaduras sueltas que dejan cicatrices invisibles
La música de dos cuerpos escogidos por el amor para
estatuas del fuego levantadas en una llanura infinita
O en la sombra de un puerto perseguida por una garra
de plata
Con las uñas iluminadas como ventanas de hogares
distantes en los que se ve a una pobre muchacha
preparando el alimento para las bestias del sueño.
Los rojos candelabros de palmeras donde silba el exilio
Las agujas de sangre viva los pájaros hacia el fin las
nubes los trajes de lentejuelas marinas
Y el golpe de las pisadas en el extraño planeta llamado
Tierra
Hacen el gusto a liquen de los días
La paciencia insaciable de los hombres
La ahogada del invierno arrojada a otra costa por el
viento.
Ahora veo el país de grandes alas
Limitado lágrima a lágrima por todo aquello que no
vuelve jamás
Atravesado por la emigración de las almas arrastrando
sus pesados cubos de sangre y sus utensilios de
pasión y de cólera
Habitaciones invadidas por helechos gigantescos en las
que acecha la fiera de gris de las mujeres olvidadas
Posando el solitario acaricia la cabellera de la distancia
cubierta de plumas centelleantes y estremecida por
viajeros
Faroles que brillan con un hechizo venenoso
Como la serpiente de las añoranzas eternas cuyo
estuche sombrío
Exhala un olor a mariposas descompuestas dentro de
una caja de terciopelo misterioso envuelta en llamas.
Un desván de cenizas

Un hombre avanzando con su fantasma contra la
bocanada del sueño
Contra esos torbellinos de plumas engastados en
ciertos anillos de pájaro muerto
¡Oh son los antiguos días!
Los alcoholes terrestres:
Un poco de alimentos fríos en un pan tras un trago de
sopa
La momia primaveral en su ataúd de hielo dorado
Un escorpión junto a la llave de la luz en un hotel del
trópico
El cáliz de madera y ocio ofrecido a los monos
por un pequeño vapor en un río del trópico
Y esas trenzas abiertas sobre los senos del amor en
los parajes indescriptibles vistos desde lo alto de una
caricia
O el tañido de platos extranjeros de los cuales se
alimentan algunas mujeres muy tristes atravesadas
por un gemido o un soplo de novela

Y aún desnudas bajo la maldición marina

¡Oh son los antiguos días!
Pasiones miseria y orgullo
Una tienda de antigüedades saqueada por el pájaro de
prensa y esparcida al sol
Y en la que sólo vale el oro lívido del tiempo
Con diocecillos tenebrosos crujiendo bajo tus planta.
Hasta el instante de sorprender esos antros de insomnio donde se
guardan las apariciones
Con noches en cuyo rondo se ven niñas en llamas
O la enferma sentada bajo la luz del plátano
Cubierta de yeso y de magnolias sombrías sobre su alto trono de
tortura que ha labrado el fracaso
Pero más bella que toda primavera y que toda victoria sobre el
mundo
¡La gran ala de plumas inmortales que nace en todo aquello
destinado a la muerte!
Vestidos y rostros y callejuelas anudadas por un mismo suspiro de
adiós desesperado
Para que nunca más te maraville
Un abrazo una garganta o un sollozo de mujer que no aluda a esas
hogueras enterradas
Reclamando las mismas joyas tenebrosas para el mismo
esplendor:
La gran aureola de la lejanía
Y esos enigmas de la edad arrastrando pesados trozos insolubles
de una existencia falsa y misteriosa
Con personajes de pulso eterno que laten en la oscuridad inalcanzables
como toda dicha humana
Y convertidos en el resplandor de las cosas que rozaron
poseyeron o soñaron alguna vez
En carne y hueso
Entre la llamarada de la tierra.

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