DE UN MUNDO A OTRO
(Fragmento)
V
La madre había muerto en 1994; desde entonces el padre seguía viviendo en la vieja casa de la calle Hortiguera al quinientos (en una casa donde funcionó una prestigiosa imprenta), a pocos pasos del Parque Chacabuco. Cuando Javier fue a despedirse lo encontró en el escritorio, jugando con un lápiz. Tenía buenos colores en la cara; su cabeza, que era grande, parecía desnuda porque estaba rapada. No usaba anteojos. En una jaula había un loro muy verde.
-Vengo a despedirme, padre. Me voy de viaje.
-¿Adónde? -preguntó el padre.
-¿Adónde? -replicó el loro.
-A ver si me ayudas -dijo el padre-. Se ocupa del campo: once letras.
-Agropecuario -contestó Javier.
-Gracias, estoy orgulloso de vos, hijo mío. Otra pregunta: curiosidad sexual. Nunca los hubo y siempre los hay. Doce letras. Concluye en A.
-Hermafrodita.
-¡Qué hijo tengo!
-Tengo -dijo el loro.
-No te alegres demasiado, padre. Me voy de viaje. Si me extrañás como yo te extraño cuando no te veo...
-¿Qué vas a hacer en Montevideo? Antes de irte podrías darme otra mano. Raro. Empieza con H. Once letras.
-No sé qué puede ser, padre: pero me voy, porque estás muy ocupado...
-Cuando empiezo unas palabras cruzadas, no las dejo a medio llenar.. en fin, cuando puedo. Me parece que ha de ser heterogéneo.
-Genio -dijo el loro. Javier suspiró y dijo:
-Bueno, padre, me voy. Tengo que dejar aquí todo arreglado, porque la ausencia puede ser larga... El padre se incorporó, lo abrazó y preguntó con voz trémula:
-¿Vas lejos? ¿Por mucho tiempo? ¡Piensa que sin tus visitas no sé qué será de mí!
-¿Qué le vamos a hacer? No creas que me voy muy contento. Hay que sobreponerse... Siempre te quedan las palabras cruzadas y el loro.
-No seas tan severo conmigo.
-No quiero serlo. Vine a despedirme. Trataré de que tengas noticias mías.
-Mías -dijo el loro.
-Sé que no bien te vayas -dijo el padre- me voy a arrepentir de no haberte, preguntado nada sobre tu viaje.
-Prometo -dijo Javier, mientras abrazaba a su padre- tenerte informado.
Cuando salió a la calle respiró profundamente. La visita a su padre lo había entristecido. Ya se sabe: la vida es implacable y cuando la vejez llega nos aísla, nos tapa los oídos, nos quita la luz de los ojos; por todo eso, por un tiempo, nos sumimos en la tristeza y, por último, lo que es mucho peor, caemos en la indiferencia. Sí, por un rato había sentido que su padre estaba fuera de alcance, pero, acaso afortunadamente, en el momento de la separación, o poco antes, dejó ver su tristeza y también su afecto.
Después de caminar unas cuadras encontró un teléfono público, pero no pudo comunicarse Con Margarita, porque el aparato estaba descompuesto. Se internó en el Parque Chacabuco y un poco en broma lamentó que no fuera de noche, porque entonces habría más probabilidades de que lo asaltaran. Sí, un buen asalto, con el correspondiente maltrato, quizás le permitiera olvidar por un tiempo el malhadado viaje que al día siguiente a la mañana lo alejaría ¿para siempre? de Margarita.
Al anochecer cansadísimo, llegó a la Plaza Irlanda. Comentó consigo que las plazas de Buenos Aires eran hermosas y también la circunstancia extraña, pero desprovista de interés, de que las dos personas a quienes quería abrazar antes de partir vivían cerca de plazas: su padre y Castro, el amigo de toda la vida. Se dijo: estoy pensando en estas necedades, para olvidar lo que me espera. Dobló por la calle Neuquén y a pocos pasos encontró la casa de su amigo. Era diminuta, de techo rojo y en punta, como los de algunos campanarios, y precedida por un jardín exiguo, muy mal cuidado. Castro lo recibió afectuosamente. Muy pronto Javier, que no tenía secretos para él, le anunció el viaje y le explicó la situación con Margarita. El amigo le dijo:
-Yo seré un tipo raro, pero sistemáticamente me opongo a que los otros me obliguen a hacer algo que no quiero. ¿Por qué aceptaste participar en ese viaje espantoso? Nada más que para no separarte de Margarita y ahora, que ella no va ¿por qué inexplicable razón arriesgas la vida? Te digo con la mano en el corazón: lo más probable es que no llegues a ninguna parte y que te pierdas en el espacio. Pero si llegaras a otro mundo, lo que me parece improbable ¿has pensado en lo que allá vas a encontrar? A lo mejor seres rarísimos, que los atacarán a ustedes y los matarán.
Javier se había cuidado muy bien de explicar que por toda tripulación irían él y un astronauta encargado de la conducción de la nave.
(Fragmento)
V
La madre había muerto en 1994; desde entonces el padre seguía viviendo en la vieja casa de la calle Hortiguera al quinientos (en una casa donde funcionó una prestigiosa imprenta), a pocos pasos del Parque Chacabuco. Cuando Javier fue a despedirse lo encontró en el escritorio, jugando con un lápiz. Tenía buenos colores en la cara; su cabeza, que era grande, parecía desnuda porque estaba rapada. No usaba anteojos. En una jaula había un loro muy verde.
-Vengo a despedirme, padre. Me voy de viaje.
-¿Adónde? -preguntó el padre.
-¿Adónde? -replicó el loro.
-A ver si me ayudas -dijo el padre-. Se ocupa del campo: once letras.
-Agropecuario -contestó Javier.
-Gracias, estoy orgulloso de vos, hijo mío. Otra pregunta: curiosidad sexual. Nunca los hubo y siempre los hay. Doce letras. Concluye en A.
-Hermafrodita.
-¡Qué hijo tengo!
-Tengo -dijo el loro.
-No te alegres demasiado, padre. Me voy de viaje. Si me extrañás como yo te extraño cuando no te veo...
-¿Qué vas a hacer en Montevideo? Antes de irte podrías darme otra mano. Raro. Empieza con H. Once letras.
-No sé qué puede ser, padre: pero me voy, porque estás muy ocupado...
-Cuando empiezo unas palabras cruzadas, no las dejo a medio llenar.. en fin, cuando puedo. Me parece que ha de ser heterogéneo.
-Genio -dijo el loro. Javier suspiró y dijo:
-Bueno, padre, me voy. Tengo que dejar aquí todo arreglado, porque la ausencia puede ser larga... El padre se incorporó, lo abrazó y preguntó con voz trémula:
-¿Vas lejos? ¿Por mucho tiempo? ¡Piensa que sin tus visitas no sé qué será de mí!
-¿Qué le vamos a hacer? No creas que me voy muy contento. Hay que sobreponerse... Siempre te quedan las palabras cruzadas y el loro.
-No seas tan severo conmigo.
-No quiero serlo. Vine a despedirme. Trataré de que tengas noticias mías.
-Mías -dijo el loro.
-Sé que no bien te vayas -dijo el padre- me voy a arrepentir de no haberte, preguntado nada sobre tu viaje.
-Prometo -dijo Javier, mientras abrazaba a su padre- tenerte informado.
Cuando salió a la calle respiró profundamente. La visita a su padre lo había entristecido. Ya se sabe: la vida es implacable y cuando la vejez llega nos aísla, nos tapa los oídos, nos quita la luz de los ojos; por todo eso, por un tiempo, nos sumimos en la tristeza y, por último, lo que es mucho peor, caemos en la indiferencia. Sí, por un rato había sentido que su padre estaba fuera de alcance, pero, acaso afortunadamente, en el momento de la separación, o poco antes, dejó ver su tristeza y también su afecto.
Después de caminar unas cuadras encontró un teléfono público, pero no pudo comunicarse Con Margarita, porque el aparato estaba descompuesto. Se internó en el Parque Chacabuco y un poco en broma lamentó que no fuera de noche, porque entonces habría más probabilidades de que lo asaltaran. Sí, un buen asalto, con el correspondiente maltrato, quizás le permitiera olvidar por un tiempo el malhadado viaje que al día siguiente a la mañana lo alejaría ¿para siempre? de Margarita.
Al anochecer cansadísimo, llegó a la Plaza Irlanda. Comentó consigo que las plazas de Buenos Aires eran hermosas y también la circunstancia extraña, pero desprovista de interés, de que las dos personas a quienes quería abrazar antes de partir vivían cerca de plazas: su padre y Castro, el amigo de toda la vida. Se dijo: estoy pensando en estas necedades, para olvidar lo que me espera. Dobló por la calle Neuquén y a pocos pasos encontró la casa de su amigo. Era diminuta, de techo rojo y en punta, como los de algunos campanarios, y precedida por un jardín exiguo, muy mal cuidado. Castro lo recibió afectuosamente. Muy pronto Javier, que no tenía secretos para él, le anunció el viaje y le explicó la situación con Margarita. El amigo le dijo:
-Yo seré un tipo raro, pero sistemáticamente me opongo a que los otros me obliguen a hacer algo que no quiero. ¿Por qué aceptaste participar en ese viaje espantoso? Nada más que para no separarte de Margarita y ahora, que ella no va ¿por qué inexplicable razón arriesgas la vida? Te digo con la mano en el corazón: lo más probable es que no llegues a ninguna parte y que te pierdas en el espacio. Pero si llegaras a otro mundo, lo que me parece improbable ¿has pensado en lo que allá vas a encontrar? A lo mejor seres rarísimos, que los atacarán a ustedes y los matarán.
Javier se había cuidado muy bien de explicar que por toda tripulación irían él y un astronauta encargado de la conducción de la nave.
No hay comentarios:
Publicar un comentario