AÑO 2000, PRIMERO DE MAYO, DÍA INTERNACIONAL DEL TRABAJO
En uno de mis poemas de juventud llegué a decir: «No estoy maravillado por mi vida. Estoy arteramente sorprendido por mi vida» en ese momento (1976–1981), los pasajes más negros del exilio hacían verdadero mi decir. Lo que no pude saber en ese momento fue que, 25 años después, mi vida me volvería a sorprender arteramente.
Hace 25 años, un cuarto de siglo, ninguna felicidad esperaba a un hombre que lo había abandonado todo para seguir viviendo. Fue, entonces, cuando fui atravesado por una frase del inmenso poeta cubano, José Martí: «La felicidad sólo puede hallarse en el camino del trabajo» y volví a tener ilusiones de ser feliz, podía producir con mi trabajo un poco de felicidad para mi pequeña familia.
El sólo pensarlo me hacía feliz.
Lo que no sabía hace 25 años era que a los trabajadores se los puede explotar de una manera absoluta, se los puede estafar impunemente.
Y entonces fue cuando escribí:
«No fui feliz porque ser feliz es una argucia del sistema.»
Después, también, me dije:
EN UNA SOCIEDAD JUSTA EL TRABAJO ES UN DON.
Hacer dinero no sirve para nada. Lo importante para la humanidad es generar trabajo y para cuanta más gente mejor.
Esa será toda nuestra riqueza, trabajar hasta casi morir y, aún, tendremos tiempo para el amor, la poesía, el dinero (si alguno lo deseara), la loca soledad de la vejez y esas conversaciones, absolutamente, cotidianas que entre nosotros, los poetas, han producido, también, el trabajo.
Antes de conversar no sabíamos que el trabajo puede modificar la naturaleza de las cosas. De todas las cosas.
Dios ¿acaso lo sería sin sus escritores?
Hasta Dios sería justo si alguien lo escribiera.
Y qué decir de las clases sociales que produjo el trabajo, cuando el mismo trabajo produjo el, aparente, desorden actual donde la gente, (intelectuales de todo tipo, locutores haciendo de maestros) ha llegado a pronunciar en voz alta y a publicar en grandes titulares: LAS CLASES SOCIALES NO EXISTEN.
Y, por último, porque sé que me aman, me pregunto:
¿Qué sería del Inconsciente sin el trabajo de Freud, sin nuestro trabajo?
Y la poesía, mentecatos, ¿qué sería la poesía sin el trabajo de los poetas?
A ver ¿qué sería el mar, el inmenso mar, sin mi mirada?
Vengan a mí los libros, es el mundo que amo.
EL OBRERO INVISIBLE
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