miércoles, 1 de febrero de 2012

EL MUSGO EN LOS HOGARES de Enrique Molina. Las 2001 Noches nº 117

Hay un aire letárgico en las casas
como el que hay en los nichos bajo los pies de las estatuas,
o en el raso de un cofre lleno de ajadas flores y cabellos.
El aliento ennegrece los objetos;
las paredes donde el viento del Oeste golpea con sus
calientes cuerdas:
los lechos, las cortinas de plegada cintura...
Es que tal vez, bajo los pisos, hay alguien de insondable
cabeza que nuestros pies despiertan, resonando,
mientras el día gira penetrando a morir en las más tristes
luces.

Henos aquí. La mesa ha sonado su blanco mantel y nos
reúne.
Aún galopa el estío jadeando ante las celosías,
con sus pasos envueltos en hirviente humedad.
Aquí están mis manos. Nuestros diálogos;
el ritual alimento sobre la piel del mediodía;
las cosas dirigidas a su tranquilo perecer,
en tanto suenan los cuchillos cada vez más opacos,
hasta que se confundan con un golpe de tierra sobre la
eternidad.

A veces, el océano pasa rozando las habitaciones
como un mendigo de terrible voz,
y hasta mis uñas quieren huir.

Pero aún estamos juntos entre las copas y los muebles
donde la sangre gotea,
reunidos en la ternura cuando las hojas vacilan,
aquí, como lobos retraídos,
o gentes que ya conocen su sabor.

Pero cuando los techos se sacuden, tocados de súbito
por mortuorios cielos,
y los platos se desmenuzan al compás de esos fúnebres sones
que nadie quiere oír,
nos miramos todavía sonriendo y nos contamos en
silencio...
Somos todos aún: nadie ha partido a ser el que se nombra
sollozando,
ya todo de vapor, con un traje vacío
donde se secan lágrimas, claveles...

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