La impresión que me ha dejado este nuevo libro de Miguel Oscar Menassa es el concepto totalizador del ser humano en el mundo.
La integración total. La armonía telúrica. Somos parte de un orbe y la más pequeña de nuestras reacciones se corresponde con un latido general. Giran al unísono la vida y la naturaleza. Hay una materia única cuya fuerza aglutinante es el amor. No hay diferencia entre la luz solar y la que irradia un cuerpo hermoso. El canto de un pájaro es igual al chasquido de un beso. Vivir es amar.
"¿Quién no ama, si ha nacido?", escribió otro poeta exaltador y aun modificador del surrealismo: Vicente Aleixandre. La palabra es una expresión creativa. No es que vivamos a la sombra del paraíso, sino que participamos en su creación y, consecuentemente, en su ruina. Esto me reafirma en la valoración de trascendencia que posee no sólo este libro sino, en general, la poesía de Menassa.
Cuando el poeta quiere poner nombre a la hija recién nacida, el sol, la tierra, todo colabora en la busca. La vida se detiene para recoger en su ritmo al nuevo ser. Pero no sólo el mundo en marcha, sino que una corriente ancestral llega desde el fondo de los siglos a envolverlo.
El poeta canta cómo el bloque familiar se aparta de su zona originaria y llega a tierras de exilio. Pero el exilio no es un frío desarraigo, sino un nuevo suceso sentimental. El exilio es un llanto y un vuelo de ángeles y de hijos. Y el llanto es una mujer, tanto como una mujer es la poesía. El amor lo puede todo y, por supuesto, comprende el amor sexual, elemento y motivo de la naturaleza misma y de su historia. Cabría pensar, ante esta visión totalizadora de la vida, en una suerte de panteismo ateista, pero parece evidente que late la interpretación freudiana del factor sexual como predominante en la existencia. Quizá el "impulso de la destrucción" más allá del "principio del placer". En el fondo, en la poesía de Miguel Oscar Menassa hay -a mi juicio- una comprensión naturalista del ser humano y también -porque es muy compleja- algo existencial. Ya Sartre dijo que el hombre es una totalidad, no una colección.
Pero lo que ahora nos interesa, dejando aparte interpretaciones más o menos filosóficas, es el resultado poético de este nuevo libro, en que la ternura y la belleza se filtran por el discurso poemático, con cautivadora fuerza expresiva.
La originalidad de las imágenes que tiene en Menassa un poso surrealista, trae consigo versos sorprendentes, como cuando nos dice que la mujer "no deja de producir pájaros en todas direcciones".
Libro es éste de poesía solidaria y vitalista, en el que lo personal e intuitivo se proyecta sobre lo colectivo y compartible. Es emoción lírica personal, pero, en el fondo, están el amor, la vida, el latido telúrico. Y el llanto, porque el llanto tiene en estos poemas una categoría de agua salvadora, de río fecundo, y si hay "lágrimas como piedras despeñadas", también "una pequeña lágrima atraviesa el porvenir". Poemas como "Mi llanto" o "Llantos del poeta" vienen a ser piezas de auscultación humana y de construcción poética propias de un gran poeta.
Mi labor aquí, hoy, es presentar ante ustedes este libro. En él, el poeta se siente plural, camarada y prisionero. Plural, porque se derrama sobre cuanto le rodea. Camarada, porque se siente unido a cuanto le rodea. Prisionero, porque escribir poesía entraña siempre una contradicción: se busca libertad por la palabra y la palabra nos encadena. No se pueden olvidar aquellas aseveraciones de Hölderlin: que hacer poesía es la tarea humana más inocente y que la palabra es el más peligroso de los bienes concedidos al hombre.
El gran poema que cierra el libro de Menassa -uno de los más hermosos y admirables- dice que la palabra no otorga libertad. Y más adelante añade que decir árbol es forjar toda la realidad personal.
La verdad es que se trata de una estrofa tan preciosa que no me resisto a transcribirla entera:
Digo árbol y el verde forja mi realidad.
Verdea el corazón de las mujeres ancianas,
pone en el centro del corazón de mi amada
la esmeralda perdida que brilla en el silencio.
Abundando en el tema, aún concluye: "Sin libertad, prisionero de la palabra". Sin embargo, en el desarrollo de tan magnífico poema, nos damos cuenta de cuán liberadora es su palabra poética.
Creo que se trata de uno de los más importantes libros poéticos de Miguel Oscar Menassa, y me alegra decirlo.
Aún hay que añadir a todo esto lo que supone el libro en sí, el libro como objeto impreso. Se trata de una edición bellamente resuelta, a la que se incorporan reproducciones en las cuales el poeta quiere acompañarse de sí mismo como pintor que es. En realidad, esta curiosa colaboración de doble autor nos demuestra una vez más que Miguel Oscar Menassa es un poeta con doble capacidad expresiva y tanto lo que escribe como lo que pinta y dibuja pertenece a la creación poética. Poemas y cuadros forman parte de un quehacer creador único. Casi podríamos, remedando a Bécquer, decir a Menassa: "poesía eres tú".
LEOPOLDO DE LUIS
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